Quito. 30 ago 97. (Editorial) ¿Sabía usted que el Oso Panda
es la especie más protegida del planeta y que de ello se
ocupan gobiernos, organizaciones y gentes de muchas partes del
mundo? En China, que es donde existe el Panda, las leyes
determinan la pena de muerte a quien mate a uno solo de estos.
Hace pocas semanas, científicos y conservacionistas del mundo
celebraron el descubrimiento de una colonia numerosa de
Pandas, lo que garantiza su continuidad como especie
invaluable de la biodiversidad planetaria. Me pregunto, ¿qué
sería del Panda si viviera en nuestra Amazonía? Nosotros que
somos capaces de hacer cualquier barbaridad a la naturaleza
para obtener dinero, no quiero imaginarme siquiera.

Esto seguro de que si el Panda viviera en la Amazonía, su
origen tendría explicación en las lenguas indias como todo lo
existente en la selva. Los mitos lo identificarían como un
ser humano de los tiempos originarios y el porqué del pelaje y
sus colores, transmitido esto a los niños por generaciones; el
Panda formaría parte del conocimiento y la vida de la selva.
Al ser tan único como es, la naturaleza lo habría encontrado
refugio entre los Tagaeri o los Taromenane o cualquier otro
grupo humano que vive aislado voluntariamente. Pero si fuere
así, la suerte del Panda sería la misma que la de estas
familias, la de la huida repentina, el desplazamiento
constante, de ser testigo impotente del achicamiento del
espacio de vida, de mirar el escurrir de la tranquilidad y la
existencia misma. Y todo por el acoso permanente de los
insaciables voraces intrusos de la intempesta. Seguramente,
la humanidad no estaría dispuesta a permitir que el indefenso
Panda viva en estas condiciones, no lo sé, en todo caso es
solo una suposición.

Lo cierto es que, en estos mismos momentos en que al otro
extremo del mundo, el hermoso osito es motivo del cuidado
mundial, en estas selvas, o mejor dicho en su selva, o lo que
aún queda de ella, los Tagaeri se enfrentan en soledad a la
ironía de la vida, de tener que sobrevivir en su propio suelo,
sobrevivir que no es lo mismo que vivir, sino lo que dijo un
indio brasileño: "sobrevivir es vivir a medias, reír a medias,
dormir a medias, comer a medias, jugar a medias, trabajar a
medias, descansar a medias...". Porque su territorio hoy ya
no es tal, es otro bloque petrolero más, el número 17,
concesionada a la ELF. Allí, hordas de guías y turistas
rambos buscan saciar por aire y río (Tigüino) sus obsesiones
morbosas y, el ruido macabro de las motosierras empieza a
romper el silencio.

A raíz de la muerte del Obispo Labaca y la religiosa Arango,
en julio de 1987, el Ministerio de Energía y Minas, en acuerdo
con la Conferencia Episcopal Ecuatoriana declaró territorio
vedado indefinidamente a toda actividad petrolera un área de
40 mil hectárea del bloque 17 como consta en el Registro
Oficial No. 903 del 29 de marzo de 1988. Actualmente, es
imprescindible la vigencia de este Acuerdo y la ampliación de
la zona vedada ente los ríos Curaray y Shiripungo conforme lo
planteado por el Vicariato de Aguarico y la Conferencia
Episcopal Ecuatoriana al Gobierno.. Lo que supone una
modificación del bloque 17, aunque lo lógico sería que se
respetara la vida de los Tagaeri excluyendo del área la
actividad petrolera, turística, maderera y la colonización,
como plantea la Iglesia.

Si la vida del Panda preocupa al planeta, la vida de los
Tagaeri debe por lo menos preocuparnos a los ecuatorianos.
(DIARIO HOY) (P. 5-A)

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