Lima. 12.02.95. De buenas a primeras, el Perú se ha visto comprometido en
un conflicto armado con el Ecuador que nadie esperaba.

Días antes de que empezaran las hostilidades, el canciller Efraín
Goldenberg intercambiaba cocteles con su homólogo ecuatoriano en Santa
Cruz de la Sierra, preparando la cumbre que los días 2 y 3 de febrero
conmemorará el bicentenario del nacimiento del Gran Mariscal de Ayacucho,
Antonio José de Sucre, en Cumaná (Venezuela).

El 25 de enero los representantes diplomáticos de Estados Unidos, Brasil,
Argentina y Chile emitieron una declaración.

En ese mismo día, el Consejo de Seguridad Nacional del Ecuador emitió un
comunicado indicando que helicópteros peruanos volaron por la Cordillera
del Cóndor, la zona del Cenepa-Coangos, donde se habían producido los
incidentes del 9 y el 11.

La referencia más importante del comunicado señalaba que el presidente
Sixto Durán Ballén había convocado la mañana del 24 a los "embajadores de
los Países Garantes del Protocolo de Río" para darles a conocer
oficialmente lo sucedido y solicitarles su cooperación.

De inmediato Torre Tagle reaccionó saludando el que Ecuador usara el
término "garantes" en vez de "países amigos" que es el que prefiere para
guardar correspondencia con su recusación de la validez del Protocolo de
Río.

Sin embargo, el día 26 mientras Goldenberg ofrecía la conferencia de
prensa que respondía al Consejo de Seguridad ecuatoriano, en la cuenca del
Cenepa empezaban las primeras hostilidades que habrían de desencadenar el
conflicto.

En los medios diplomáticos se considera que resultaba extraño que tanto
Goldenberg, como el canciller ecuatoriano Galo Leoro Franco , se
manifestaran optimistas cuando las decisiones del comando militar ya
habían trazado su línea de acción.

Leoro el día 26 de enero en una entrevista por TV aseguró que los
mandatarios de ambos países habían conversado telefónicamente.

Agregó, crípticamente, que "ojalá las últimas tensiones castrenses sean un
puente que nos conduzca ya a una verdadera situación en la que no tengamos
más incidentes". Esto se ha interpretado como una supeditación por parte
del Ecuador de las acciones militares a las acciones diplomáticas.

Respecto al uso del término "garantes" dijo que "amigos son todos los
países. Según el Protocolo, son garantes y, se diga lo que se diga, éste
está vigente".

Como siempre ocurre en estos casos, ambos países se exculpan y reprochan
al contrario una voluntad agresora.

El primer comunicado peruano habló de "ataque artero", mientras que
Ecuador decretaba un "estado de emergencia nacional".

Los acontecimientos entre el 26 y el cierre de esta edición -martes 31- se
han desarrollado vertiginosamente, de forma que más que certezas, lo que
se puede intentar son hipótesis para interpretar un panorama al que las
versiones oficiales contribuyen a hacerlo más confuso.

Lo más prudente, frente a la foresta encendida, es guardar en lo posible
una actitud razonable. No ayudan a ello, el múltiple bullicio desarrollado
por Ecuador ni tampoco el silencio grave de las autoridades peruanas.

Una primera duda es, objetivamente, saber quién inició las hostilidades.
La primera presunción es que tanto Durán Ballén como Fujimori se vieron al
frente de hechos consumados.

Ello significaría que el comando militar se impuso al mando político.
Experimentados generales peruanos en retiro consideran que, por el
contrario, hay diferencias en las relaciones del mandatario ecuatoriano y
los mandos castrenses y entre éstos y el presidente Fujimori.

Durán es un mandatario debilitado que recupera terreno con el conflicto,
ha pasado de 10% de aceptación a un 17% en estos días, y según se rumorea
en Quito depende en alta medida de los mandos militares. Alberto Fujimori,
en cambio, se ufana de tener en sus manos el mando político y militar, así
como el diplomático, el económico y el legislativo. Sería improbable que
esta vez se resista a la tentación de ser el auténtico forjador del
triunfo frente al Ecuador.

Un detalle adicional: si alguien ha tenido hasta el momento perfil
particularmente bajo es el comandante general del Ejército Nicolás Hermoza
Ríos, el "general victorioso" en la guerra antisubversiva según lauro
otorgado por el oficialismo y sus corifeos.

Ya es tradición que enero sea un mes caliente para las relaciones entre
Perú y Ecuador. En ese mes, explotó lo de Falso Paquisha. Pero en el lío
de 1991 el mes elegido fue agosto.

Esta vez, sin embargo, en la población peruana corrió más rápido que de
costumbre la idea que el Perú agitaba las aguas con propósitos
electoreros.

Es una suposición arriesgada. Parte del hecho que antes de los sucesos del
Cenepa, Fujimori experimentaba una baja en las encuestas y el equilibrio
castrense se rompía por el asunto del narcotráfico y las amistades
castrenses de los hermanos López Paredes.

Si uno piensa quién gana políticamente más en este asunto, Durán tiene
menos que esperar que Fujimori, un hombre en pos de la reelección en
primera vuelta. La eventualidad de una defección en el conflicto
liquidaría a Durán pero su carrera política está ya cerrada. Fujimori, en
cambio, está a la caza de operativos bienhechores que lo coloquen en el
podio de los triunfadores. Un juego de esta naturaleza supone no sólo ser
un "timbero" de marca mayor (Fujimori sabe patear el tablero y no le
tiembla la mano) sino también tener una información cabal de la situación
del enemigo.

Ecuador ha reaccionado con eficacia propagandística en el exterior. Ha
tenido de aliada a la prensa, en contraste con el cierrapuertas
informativo del Perú. Y con singular exaltación en el frente interno.
Ambas cosas podrían ser señal de que estaba preparado de antemano para
hacer frente a una ofensiva o a una respuesta peruana.

Es posible, sin embargo, que los operativos de guerra sicológica e
informativa estén en la orden del día en Ecuador con previsión reiterada.
Como lo han estado todos los pasos diplomáticos que sin cejar viene dando
para conseguir la imagen externa de país débil. El David frente a Goliat.

En ambos propósitos, sin embargo, Ecuador no logra borrar el espectro de
"majadero" que, con sorna, le atribuye el ducho Guillermo Hoyos Osores.

Si, en efecto, Fujimori se ha jugado todas las cartas promoviendo el
conflicto, ha entrado en un terreno de incalculables consecuencias
políticas. Sería demasiada evidente la intención y eso acarrea el
escepticismo de la gente: a nadie le gusta verse manipulado hasta el punto
de colocarse ante el filo -siempre hiriente y costoso- de la guerra.

Por lo pronto, se supone que una acción de desalojo de puestos de
vigilancia en territorio peruano debe ser rápida. La ofensiva de 1941 duró
menos de un mes. La de Falso Paquisha menos de una semana. Ahora, pese a
la clausura de las informaciones, llevamos una semana y la niebla domina.

Si el conflicto dura demasiado, además del costo económico, la cuestión
política puede irse volteando si además la opinión pública está en la
penumbra. Se plantea también un ajedrez diplomático complicado. El
presidente Fujimori ha dado ya muestras de creerse poseedor de un arte
diplomático insólito que puede prescindir de expertos y del servicio
mismo.

Sus visitas y su propuesta al Ecuador de noviembre de 1991 representaron
una audacia, pero también un fuego de artificio.

Hay un contraste entre la conducción diplomática de Sixto Durán y la de
Alberto Fujimori. El primero, como lo ha recordado el embajador Felipe
Valdiviezo, ha logrado sentar en la mesa a ex presidentes de enconos
proverbiales. Y naturalmente tiene congregados a los mejores hombres de su
cancillería.

Alberto Fujimori no ha consultado a Fernando Belaunde Terry, cuyo manejo
en el conflicto del falso Pasquisha de 1981 ha sido ahora destacado, no ha
convocado a la Comisión Consultiva de RR.EE. y, por cierto, no ha
promovido ningún diálogo con fuerzas de la oposición, entre las que
destaca la personalidad de Javier Pérez de Cuéllar, quien sería
invalorable para cualquier país en un diferendo del calibre del de hoy.
Además, se podría diferenciar la continuidad de Ecuador en el tema Perú
con los bandazos del gobierno de Fujimori. Fujimori puso todos los huevos
en la canasta de Carlos Menem, presidente de Argentina. Y vaya que si ha
sido poco cortés su propuesta de que el litigio peruano-ecuatoriano pase a
las Naciones Unidas.

Algo de eso tal vez barrunte Ecuador en cuanto ha cambiado su actitud
frente a los garantes. Les reconoce la condición de tales, acepta la
validez del tratado, va a Río a las conversaciones del martes 31. Lo que
plantea es que el Tratado es inejecutable en la demarcación de los 78
kilómetros faltantes y que ahora, producido el conflicto bélico, se
paralicen las acciones sin ninguna condición (es decir sin que tenga que
retirar sus tropas del territorio nacional).

No es poca cosa, finalmente, que la gente empiece a considerar que los
frutos del ahorro fiscal de estos años y los ingresos por privatizaciones
en vez de dirigirse a la inversión social se desvíen, de nuevo, a armas y
vigorización de nuestras FF.AA.

A raíz de los incidentes del Cenepa, se han levantado muchas voces acerca
de la disminución del poderío militar peruano, producto del ajuste, las
bajas remuneraciones y la tesis del desarme unilateral.

El íntegro de las fuerzas políticas se ha unido en torno a los objetivos
del gobierno y de las FF.AA. en el conflicto del Cenepa.

La mayoría de los grupos en campaña electoral ha disminuido sus
actividades. JPC aplazó su viaje a Europa y ha anunciado que paraliza la
campaña hasta que se diluya el riesgo de una conflagración y se encuentre
el camino de la paz.

Fernando Belaunde y su ex canciller Javier Arias Stella han ofertado ideas
y sugestiones valiosas, recordando las semejanzas y diferencias con la
situación vivida en 1981

La mayoría de los políticos ha declinado señalar, por ahora, los que en su
concepto han sido errores de concepción y de estrategia que han llevado a
la decepcionante situación actual.

Pero algo sí no ha sido pasado por alto. El gobierno y las FF.AA. no
deberían negociar sin que previamente las fuerzas ecuatorianas instaladas
en territorio patrio no hayan sido expulsadas.

La cuestión del cese del fuego está en el tapete y ha sido el pedido
expreso de los viceministros reunidos en Brasil el martes 31. En una
reunión la noche del mismo martes con los directores de los diarios y
canales de TV, el presidente Alberto Fujimori habría indicado que los
titulares de la prensa de ese día eran correctos: el Perú ha podido
desalojar 4 puestos de vigilancia ecuatorianos y que faltaban 2 más para
considerar que la incursión ecuatoriana en el territorio de la cuenca del
Cenepa estaba conjurada.

Si esto es así, el Perú estaría en disposición de aceptar el cese del
fuego. Ecuador ha insistido desde que se iniciaron las acciones bélicas
que está dispuesto a acatar un cese del fuego inmediato siempre y cuando
se respeten las posiciones de sus tropas ( lo que equivale a reconocer que
las tiene ganadas). La noche del martes en Brasil es decisiva para saber
si, en definitiva, se produce la tregua bilateral.

Conforme lo señalara JPC la existencia de puestos ecuatorianos en nuestro
territorio conlleva la cuestión de cuánto tiempo hace que se ha producido
tal instalación y por qué razones no fueron eliminados en el mismo momento
que se detectaron por parte de las patrullas peruanas.

Según todos los indicios en noviembre del año pasado se tenía la certeza
de que Ecuador estaba instalado en territorios peruanos a 4 o más
kilómetros de la frontera. Esta ha sido la táctica habitual y provocadora
del Ecuador.

Cuando Fernando Belaunde en 1981 tuvo la certeza que eso ocurría en tres
de los puestos de vigilancia originalmente peruanos, dispuso de inmediato
su eliminación, tras dar un plazo de 48 horas al gobierno de Jaime Roldós.
Y recién, cuando se tuvo la certeza de haber desalojado la zona, se aceptó
el pedido de los países garantes de proceder al cese del fuego. Y se
continuó la negociación hasta obtener de Ecuador el compromiso de
mantenerse en el sector occidental de la Cordillera del Cóndor.

Es más: en febrero, los países garantes enviaron observadores militares
para que comprobaran en el lugar el cumplimiento cabal del cese del fuego.
Esta vez, no ha ocurrido así. Y JPC, en un mensaje a la nación dirigido la
noche del martes, ha lamentado que el Perú se siente en la mesa de
negociaciones en Rio sin que se haya confirmado el retiro "total e
incondicional" de las fuerzas militares extranjeras, "sin lo cual no puede
haber cese del fuego".

* TEXTO TOMADO DE REVISTA CARETAS N§ 1348 (02.02.95) (Págs. 18-21-76)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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