Quito. 07 feb 2000. El levantamiento indígena concluyó en un
Golpe de Estado que llevó al poder durante tres horas al Jefe del
Comando Conjunto, al presidente de la Conaie y a un ex presidente
de la Corte Suprema de Justicia. Al final se impuso la cordura
y se dio paso a la sucesión constitucional

Domingo 23 de enero: los nietos del nuevo presidente de la
República corretean felices por los salones del Palacio de
Carondelet... Un apacible y bonachón abuelo muestra orgulloso su
faceta de patriarca de una larga y muy unida familia... Nada,
nada parece indicar que 48 horas antes, en ese mismo lugar,
cientos de sacos de arena servían de trinchera a un batallón
militar armado hasta los dientes. "Vine por dos días luego de la
dolarización y ya llevo 15. Jamás esperé cubrir un Golpe de
Estado", nos dijo un periodista de El Clarín, de Buenos Aires,
mientras esperaba una cita con el primer mandatario, doctor
Gustavo Noboa Bejarano.

"Fui derrocado por un movimiento que se venía fraguando desde
hace algunas semanas atrás. Golpe militar del cual se hablaba en
el Ecuador y en el cual participaron muchas personas, algunas de
las cuáles hoy se llenan la boca hablando de democracia", dijo
el sábado por la mañana, el ex presidente Jamil Mahuad ante las
cámaras de Ecuavisa.

Entre la salida de Mahuad y la asunción de Noboa, el país vio
absorto cómo asumió el poder un triunvirato integrado nada menos
que por el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas,
general Carlos Mendoza; el presidente de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), Antonio Vargas y;
un ex presidente de la Corte Suprema de Justicia, doctor Carlos
Solórzano Constantine. "Es un epílogo ridículo, vergonzoso",
increpó el ex presidente Osvaldo Hurtado. Ese gobierno solo duró
180 minutos. Tres horas que intentaron borrar 20 años de aparente
estabilidad democrática. En el golpe participaron, de una u otra
manera, indígenas, movimientos sociales y militares.

TODOS CONTRA MAHUAD

El 15 de enero empezó el tercer levantamiento indígena que
enfrentaba el gobierno del presidente Mahuad. Los dos anteriores
habían terminado más por el cansancio de sus actores que por los
logros conseguidos. "El segundo levantamiento indígena no debió
haber tenido razón de ser", dijo Gustavo Noboa al recordar que
su antecesor no cumplió con ninguna de las ofertas hechas luego
de la protesta inicial. Y tampoco con ofrecimientos posteriores.

Fortalecido por su reelección al frente de la Conaie, el país vio
desde finales de diciembre a un Antonio Vargas seguro y hasta
cierto punto arrogante. Estaba convencido que sus dirigidos se
tomarían Quito y obligarían a renunciar a congresistas, jueces
y hasta al presidente de la República. Pocos lo tomaron en serio.
Y Mahuad no fue la excepción. Él creyó que declarar el estado de
emergencia y pedirle al Ejército que impidiera su movilización
era suficiente para aplacarlos. No contó con que muchos
uniformados tenían acumulados tantos o mayores sentimientos de
rebeldía que los mismos indígenas y que la simbiosis entre los
dos sectores viene de muchos años atrás.

"El 27 de diciembre", recuerda el general Carlos Mendoza, "le
hicimos al Presidente un análisis de la coyuntura nacional. Le
demostramos que proyectaba una imagen debilitada, frágil apoyo
del Congreso, múltiples demandas sociales, políticas y
económicas, varios frentes antagónicos, reducida capacidad de
poder, limitada capacidad de convocatoria y le dijimos que el
Ejecutivo estaba en una posición central con fuerzas convergentes
de todo lado. Tenía en contra los partidos políticos, los
movimientos sociales, las cámaras, los bancos, los
transportistas, los sindicatos, los indígenas, los medios de
comunicación, los agricultores, los estudiantes, los profesores,
el Congreso, e inclusive la duda de los organismos
internacionales para prestarle dinero. Tenía todo en contra".

El vienes seis de enero, el entonces vicepresidente Noboa acudió
al Palacio de Gobierno ante un pedido de Mahuad. Ese día
circularon en el país insistentes rumores de que la renuncia del
Presidente era inminente. Se conoció incluso que Noboa empezó a
estructurar lo que sería su gabinete. El apoyo personal del
presidente norteamericano Bill Clinton conseguido por el
canciller Benjamín Ortiz y la posibilidad de cambiar radicalmente
el esquema económico sostuvieron a Mahuad.

Al día siguiente el Consejo de Generales, luego de una larga
reunión de emergencia, pide al Presidente que además de la
dolarización anuncie al país que se va a extraditar a los
banqueros prófugos, que se les va a incautar sus bienes
patrimoniales, que se parará la corrupción en las aduanas y que
habrá políticas adecuadas en materia petrolera y de
modernización. La cadena nacional del domingo nueve, no incluyó
nada de esto. Se habló de dolarización de la economía y de cambio
de ministros. Al día siguiente, en una sesión de Gabinete, el
ministro de Defensa, José Gallardo, reclamó con vigor la omisión
de los pedidos militares. El ministro de Agricultura, Salomón
Larrea se solidarizó con Gallardo. Dos días después, ambos fueron
los únicos removidos.

El anuncio de la dolarización, reconoce el general Mendoza, logró
una mejoría en la imagen de Mahuad, "pero desgraciadamente el
problema social se venía. El reclamo de los indígenas se venía.
Todos éramos parte de la crisis. Y es que no es un invento que
alguien ha querido derrocarle, es el país".

PARLAMENTOS POPULARES

El 15 de enero a las ocho de la mañana, Alejandro Aguayo, nuevo
jefe de bloque de la Democracia Popular y Juan José Pons,
presidente del Congreso Nacional, volaban a Quito para estar
presentes en el mensaje a la nación que el presidente de la
República presentaría horas después. Durante el vuelo y mientras
revisaban los periódicos comentaban los hechos del fin de semana
anterior. Al parecer, no les preocupaba tanto el levantamiento
indígena anunciado para ese día, ni se imaginaban que empezaba
el fin del gobierno de su coideario Jamil Mahuad.

El reclamo indígena había empezado con la convocatoria a los
denominados Parlamentos del Pueblo en cada una de las provincias
del país. Indígenas y otros sectores sociales se reunían para
efectuar reinvindicaciones a la calidad de vida y para nombrar
sus representantes al gran Parlamento Nacional que se reuniría
en Quito.

Guayas no fue la excepción y fue el recién remodelado auditorio
de la Universidad de Guayaquil la sede de este congreso
alternativo en Guayas. Allí apareció por primera vez el doctor
Carlos Solórzano Constantine.

"Conocí a Antonio Vargas hace un par de años cuando un grupo de
ciudadanos de importancia se reunió para solicitarme que yo
acepte ser candidato a la Presidencia de la República. Entonces
tuve la oportunidad de conocer a Vargas porque se pensó hacer un
arreglo de un binomio entre quien habla y alguno de la Conaie.
Iba a ser el doctor Macas, pero circunstancias políticas no
permitieron terminar con ese arreglo", nos dice Carlos Solórzano.
"En Guayaquil me pidieron que encabece el parlamento del pueblo,
me nombraron Presidente y como tal vine a Quito al Parlamento
Popular nacional", agrega Solórzano. En Quito, el parlamento
popular se reunió en el Teatro Politécnico, local gestionado por
el doctor Francisco Huerta Montalvo, actual ministro de Gobierno.
"Huerta participó y alentó al movimiento indígena, es otro
traidor", aseguró Antonio Vargas.

Mientras todo esto sucedía, los dirigentes de la Conaie se
reunían abiertamente con la cúpula militar en el Ministerio de
Defensa. Tras por lo menos dos reuniones públicas, Vargas anunció
que el alto mando se había limitado a escuchar. "Nosotros no le
hemos pedido nada al Ejército. Lo que hemos dicho a todos es que
como ecuatorianos hagamos la unidad para un cambio total de
gobierno. No queremos al parlamento corrupto. La Corte debe
disolverse. Todo eso hemos hablado con claridad, pero con el
pueblo", dijo Vargas.

RECLAMOS MILITARES

Los indígenas poco a poco fueron llegando a Quito. Para la noche
del jueves 20 de enero ya existían unos ocho mil que habían
rodeado el Congreso y la Corte Suprema de Justicia. Pero en la
mañana del viernes 21 el país miró atónito cómo ellos ingresaban
al Parlamento de la mano de oficiales y tropa del Ejército.

Un grupo de oficiales de la Escuela Politécnica del Ejército,
Espe, se bajó de un bus y pidió a los policías que se retiren,
que ellos tomaban control de la situación. Tras el retiro
policial los militares abrieron las barricadas. Minutos después
acudió al lugar el general Carlos Moncayo, comandante de la plaza
y procedió a retirar definitivamente el control militar de la
zona.

El asombro nacional se incrementó cuando aparecieron en escena
los coroneles Lucio Gutiérrez, Fausto Cobo, Jorge Brito y Gustavo
Lalama. Los cuatro son jóvenes oficiales poseedores de las
mejores calificaciones de sus respectivas promociones. Gutiérrez
salió a la luz pública en marzo del año pasado cuando en Cuenca,
como comandante del Grupo de Caballería General Dávalos, pidió
a sus superiores durante un acto castrense, que "establezcamos
una estrategia institucional para de una manera firme
convertirnos en guardianes del dinero del país, en fiscalizadores
de los malos políticos y ecuatorianos corruptos". Además de
rechazar el acuerdo de paz con el Perú, Gutiérrez pidió que se
considere la posibilidad de que el ministro de Defensa sea una
autoridad civil, que los generales salgan a la televisión a
defender a la institución "pero con bases, con estadísticas".
Para el bienestar de los soldados pedía que se mantenga la
dotación de dos uniformes y dos pares de botas al año, porque
"actualmente están entregando un solo uniforme y de mala
calidad". Pidió también que los préstamos que les hace el
Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas dejen de ser
cobrados en UVC, "pues los sueldos no suben en la proporción de
los UVC".

Fuentes cercanas revelaron que el general Telmo Saldoval,
comandante del Ejército, quien presidía la ceremonia, interrumpió
el discurso de Gutiérrez. Dos días después, el general René
Yandún, diputado de la Izquierda Democrática, difundió en Quito
la noticia de que Gutiérrez había sido detenido. El Ministerio
de Defensa desmintió el hecho. Sin embargo, su liderazgo creció
entre la oficialidad y la tropa. La esposa de Lucio Gutiérrez
reveló a Vistazo que en diciembre anterior, el día de la
graduación de un curso en el Instituto Nacional de Guerra, el
coronel rebelde recibió su condecoración, saludó con los
generales presentes y dejó la mano extendida del presidente
Mahuad. El general Carlos Mendoza, presente en el acto, no
recuerda el incidente: "A mí se me pasó por alto eso, yo ni
siquiera me he dado cuenta".

El viernes siete de enero, Gutiérrez se presenta en Guayaquil
para cumplir una orden escrita de convertirse en jefe de
Operaciones de la brigada Libertad. Ese mismo día, el general
Mendoza pide telefónicamente su regreso a Quito y su
incorporación al Comando Conjunto. "Hubo una idea que le habíamos
pedido anteriormente para que pase a conformar una unidad que hay
en el Ministerio de Defensa. Normalmente uno pide el pase a
oficiales que son sobresalientes para que vengan a trabajar al
Comando Conjunto", dijo Mendoza.

Pero el rumor de que Gutiérrez era peligroso había llegado a
Carondelet. Mendoza recuerda que "Mahuad me dijo a través de un
funcionario, que había una preocupación con el coronel Gutiérrez.
Yo hablé con él en términos generales. Habló también el general
Sandoval. El coronel me dijo que sí estaba preocupado, que había
descontento, pero que bajo ningún punto de vista estaba
instigando o teniendo asuntos que tengan que ver con
insubordinaciones".

Pero cuando se da la insubordinación, ocurre la casualidad de que
los insurrectos son un grupo de oficiales muy cercanos al jefe
del Comando Conjunto, general Mendoza. Ellos frecuentaban o
trabajaban en su oficina. La mayoría son de caballería, igual que
Mendoza. Uno de ellos, Cobo, es además su compadre. Sin embargo
Mendoza aseguró a Vistazo que "no hay ninguna relación entre el
mando y el problema que se ha suscitado. Nunca existió un nexo
del mando con ellos en un sentido de insubordinación que se
buscaba una inestabilidad del país. Yo puedo tener familiaridad
con cualquiera pero soy una persona tremendamente seria. Me
parece que esos análisis no son ajustables a la realidad".

JURAMENTO EN PALACIO

Por la tarde del viernes 21, el general Mendoza pidió
públicamente la renuncia del presidente Mahuad. Minutos después
y ante la negativa de éste, el general Carlos Moncayo solicitó
al Presidente abandonar Carondelet por cuanto ellos no podían
garantizar su seguridad.

Mientras tanto, en el Congreso se había proclamado una Junta de
Salvación nacional integrada por Carlos Solórzano, Antonio Vargas
y el coronel Lucio Gutiérrez. Ellos, apoyados por los indígenas,
anunciaron que su siguiente paso era tomarse el palacio de
Gobierno.

"El mando y todos los generales reaccionamos", relató Telmo
Sandoval. "La decisión fue: adelantémonos al palacio, tomemos el
poder para evitar que ellos lleguen primero y se tomen el palacio
y proclamen el nuevo gobierno". Efectivamente, los generales
llegaron a Carondelet donde estaban cientos de militares
atrincherados y unos pocos periodistas que a riesgo de sus vidas
habían decidido quedarse en el edificio.

Uno de los fotógrafos allí presentes nos relató que minutos antes
que ingresaran los insurrectos, generales y almirantes decidían
si hacer el anuncio al país antes o después de conversar con los
rebeldes. Según la misma fuente, Sandoval y Mendoza prefirieron
conversar primero. Minutos antes había circulado un telegrama de
la Fuerza Terrestre que les comunicaba a todos los repartos que
"Ante la grave crisis política, económica y social, para mantener
la armonía y la paz entre ecuatorianos, por decisión unánime del
mando y apoyo general del pueblo ecuatoriano, las Fuerzas Armadas
asumen el poder de la nación".

"Cuando llegamos al Palacio", relata Solórzano, "los miembros del
Comando Conjunto nos enseñaron y nos hicieron leer, y nos leyeron
un manifiesto donde ellos asumían el poder. Les dijimos que no.
Nosotros no fuimos solo porque se nos ocurrió, sino que nos
acompañó, creo, casi todo el pueblo de Quito. No fue un acto
caprichoso particular, sino que fue producto de un verdadero
ejemplo de soberanía popular".

A continuación y en otro salón del palacio se reunieron solo
militares. Allí convencieron al coronel Gutiérrez que deponga su
actitud ya que de mantenerla habría significado que todos los
oficiales superiores a él pasaban al retiro. Eso hubiera dejado
al Ejército -la mayor fuerza en número de hombres- muy debilitado
con relación a las otras dos ramas de las Fuerzas Armadas.
Habrían tenido que pasar por lo menos 10 años para que un militar
terrestre vuelva a asumir el Comando Conjunto. Una estratégica
respuesta a favor de los altos mandos emitida por los comandantes
de varias brigadas a lo largo y ancho del país acelera la
decisión. Sin embargo conocimos que algunos comandantes de
brigada eran conscientes que sus subordinados comulgaban con las
aspiraciones de Gutiérrez. Uno de los que se negó a colaborar con
los rebeldes, a pesar de ser compañero de promoción de Cobo,
Lalama y Brito, fue el coronel Luis Aguas, comandante de la
Brigada de Fuerzas Especiales de Latacunga.

Superado el problema de jerarquía militar, Mendoza pasó a
conformar el triunvirato. "Me acuerdo con mucha precisión que me
puse de pie y les pedí que hiciéramos un juramento por Dios, por
nuestro honor y por la patria, que lo que allí se había acordado
no iba a ser cambiado", dice Carlos Solórzano. "Juramos que no
iba a haber retaliación alguna contra ninguno de los señores
oficiales, luego cantamos el himno nacional y salimos al balcón
a anunciar el resultado". Según Vargas, "El Alto mando nos dio
su palabra de honor de que no iban a reprimirlos, pero no la
respetaron". La versión de Mendoza es: "Mientras se hablaba del
rezo, pensaba yo en mi familia y en lo que había que hacer a
renglón seguido. Yo no estaba involucrado mentalmente en la
problemática. Hubiese traicionado al país si eso se ejecutaba".

RETIRO DE MENDOZA

El triunvirato así formado no llegó a decidir ni quién era el
Presidente del mismo. Luego de la rueda de prensa, se reunieron
para empezar a tomar acciones. Cuenta Carlos Solórzano que un
ayudante del general Mendoza llevaba una libreta con las cosas
que había que hacer. Lo primero era decidir qué constitución se
ponía en vigencia y lo segundo nombrar al secretario general de
la Administración.

Al poco tiempo, Mendoza abandonó la reunión demorándose más de
una hora. Al regreso comunicó su renuncia: "Les dije: señores me
siento indigno de lo que ha pasado, hasta mi familia está
indignada. Ustedes sabrán lo que hacen, ustedes se quedan solos.
Yo este rato me retiro. El doctor Solórzano dijo: ¡Cómo que nos
va a dejar solos! ¡Se queda solo, señor!, le dije. Me da
vergüenza regresar a mi casa con lo que está pasando. Y esa fue
la estrategia que montamos. Entonces vine a mi casa, hice una
rueda de prensa, hice llamar al Vicepresidente para comunicarle
que me retiraba. Eso fue lo que realmente sucedió".

Se conoce que además de la llamada de su familia, en ese lapso,
Mendoza habló con algunos cancilleres americanos, con el jefe del
Comando Sur de los Estados Unidos y con Peter Romero,
subsecretario de Asuntos Americanos del Departamento de Estado
de los Estados Unidos. Todos le habrían comunicado la situación
de aislamiento en que quedaba el Ecuador si se perfeccionaba el
triunvirato. Mendoza reconoce que con Romero habló dos veces.
"Como ecuatorianos no podemos permitir quedarnos aislados. ¿De
qué iba a vivir el país? Cualquier gobierno que entraba se caía
al día siguiente". (Texto tomado de La Revista Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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