DIALOGO CON ASDRUBAL DE LA TORRE

EL GOCE EN CADA TRAZO. Por María Amparo Lasso

Quito. 02.02.92. Un promedio de cinco caricaturas a la
semana... son veinte al mes... 240 al año...en 40 años, no
menos de 9.600. Antipático hablar de "records", pero en el
caso de Asdrúbal tiene un sentido hacerlo. Todos los días, el
mensajero llama a su puerta a las seis pm. en punto. Es la
hora tope para entregar el dibujo. Para otro podría ser ese
angustiante límite que se traga la creatividad, para él es el
tiempo más sabroso. Porque al contrario de muchos que casi se
quejan de que eso de crear les produce un virtual
desgarramiento, Asdrúbal lo disfruta como solo puede hacerlo
él: con talento, mucha información, profesionalismo y
organización.

Asdrúbal emana equilibrio, paz interior. Es disciplinado, un
planificador. Nada pretensioso. Se le conoce como un hombre
que sobrevivió austero entre las tempestades del mundo
bohemio, ese célebre de La Bunga, del periodismo de antes.

Ejerció la medicina durante 25 años. Así que vivió siempre una
dualidad: cuenta que le decían -y él estaba de acuerdo- que
como médico era un buen caricaturista y como caricaturista era
un buen médico.

Pero también se fue dedicando a otras cosas por épocas: a la
carpintería, al deporte, a la función pública, ahora a los
nietos. Por más de diez años estuvo ligado al Municipio de
Quito, fue vicepresidente del Concejo Municipal durante la
alcaldía de Sixto, "por eso es que hoy no soy partidario de
Sixto", se ríe. Fue también Ministro de Salud en el último
gobierno militar. Ultimamente su nombre sonaba. Es un hombre
de partido (la ID) pero tuvo que desmentir públicamente, con
un dibujo -no podía ser de otra manera-, una posible
candidatura.

Huye de la escandalosa vida social. Es más bien introvertido.
No le gusta hablar mucho de sí mismo. Tanto que esta charla le
pareció casi casi un sicoanálisis...y eso que hablamos más de
caricaturas que de otras cosas.

-¿Guardas algún registro de tus miles de caricaturas?

-No guardo ningún registro, de nada. Es más, las caricaturas
han quedado en los periódicos.

-Desde siempre bueno para el trazo...

-Para mí fue fácil todo lo que era el manejo de las manos.
Recuerda la familia que una tijera en manos mías era una cosa
muy peligrosa. Siempre tuve habilidad para el dibujo.

-Los caricaturistas... ¿más bien serios y amargados?

-No somos chistosos, bromistas, pero esa es la idea que tiene
la gente. Cuando hicimos la reunión de caricaturistas de
América Latina, hace dos o tres años, fue decepcionante sobre
todo para Simón Espinosa que escribió que no solo éramos
personas comunes y corrientes ­sino menos que comunes y
corrientes!.

-¿Cuánto le dedicas a la caricatura diaria?

- Yo tengo otra actividad en todo el día (director de
CIESPAL). Cuando esta termina a las 4:30 la parte más difícil
es cambiar la mente: para la crítica, al análisis, la
información. Una persona pasa retirando la caricatura a las
seis de la tarde.

-¿Qué pasa si las musas se demoran, si no te sale?

-En esas ocasiones, se busca un tema pasado o echas mano de
esos personajes que son permanentes, que están muy cerca del
ridículo. Con los años vas teniendo una serie de recursos para
suplir esas situaciones, pero no deja de pasar, hay momentos
en que la parte más difícil es la cartulina o el papel en
blanco frente a uno y pasan los minutos y sigue en blanco.

-¿Cuándo te autocensuras?

-Cuando la caricatura o no es buena como dibujo o no está
dentro de los niveles éticos que me he propuesto en mi vida o
simplemente no expresa lo que yo quería. Entonces, rompes ese
dibujo y te topas con que ya no te quedan sino 20 minutos para
que pase el chico que lo recoge y ahí sí la cosa es a una
presión espantosa. Se vuelve esclavizante.

-¿La esclavitud de la mera productividad...?

-No, no tanto, digo esclavitud porque tienes que hacer las
cosas con un horario y todos los días y hay una disciplina que
es a toda prueba. Yo soy de las personas que -no sé si se
traduce en la caricatura- no tiene amargura. El momento de
dibujar es el más agradable, gozo con lo que hago, procuro que
eso tenga un nivel ético, procuro que la molestia que estoy
dando al personaje que estoy caricaturizando no llegue a ser
hiriente, no quiero agredir a la gente.

-¿Alguna metedura de pata?

-No, ninguna, creo. Más bien lo que he encontrado es que el
espectro de la percepción de la caricatura es muy amplio, eso
le obliga a uno a tener más cuidado. Algún momento le pasó a
Roque -a mí no me ha pasado- que dibujó a un político cargando
una bolsa con el signo de sucres. La reacción del político fue
violenta: dijo que él no había robado nunca. Pero Roque jamás
quiso decir eso.

-Y el feedback... ¿cómo reacciona la gente?

-La respuesta entiendo que es positiva. Nunca he tenido
problemas. Alguna vez alguna reacción de la colonia judía
aquí, yo reconocí que podía haberme equivocado en el dibujo.
Pero no pasó del reclamo.

- Ningún choque, ¿ninguno?

-No, aún los amigos aceptan con agrado la crítica. De Rodrigo
Paz, por ejemplo, decían que estaba mal vestido y tenía un
terrible problema de que se le arranque un botón y pueda
herirle al señor Fujimori. Entonces yo le hice la caricatura.
La llamada de él fue muy simpática, durante cinco minutos me
insultó, de la manera más cordial y luego me dijo que estaba
muy contento con la caricatura.

-Y Víctor Granda...

-Yo le respeto, creo que cumple con su papel, pero exagera su
nota y es obligación del caricaturista irle diciendo de alguna
manera: modere su actitud, no detenga la marcha del país, del
Congreso. Y creo que ha reaccionado -no por exclusiva presión
mía, estaría exagerando- pero ha reaccionado, tanto que en
algún momento estaba dispuesto a pedirle que intervenga,
porque ya no lo hace mucho.

-Con qué caricaturista tienes mayor amistad

-Con Hermenegildo Sabat y Fontanarrosa, frecuentemente
conversamos.

-¿Por qué nunca creaste un personaje propio a nivel de tira
cómica?

-Cada uno tiene una especialización, para mí lo más agradable
es la caricatura política. No es difícil crear un personaje
pero requiere más tiempo, te limita mucho y yo siempre he sido
muy libre. La tira cómica te contrae dentro de la
obligatoriedad de un personaje que lo tienes que respetar, que
ir desarrollando.

-Aunque de hecho tienes algunos personajes permanentes...

-Abdalá es el Batman, que podría ponerlo en tira cómica con
gran facilidad. Dahik está tomando una forma de personaje con
esta idea del rabino. Se va creando el personaje por la
repetición.

-¿Iniciación solitaria o de grupo?

-No hice una vida solitaria como caricaturista, sino dentro de
la redacción de diario El Comercio donde éramos casi diez
compañeros que vivíamos del humor, todos se sumaron al humor,
una vida permanente de hacernos bromas entre nosotros,
pasadas, también una vida un poco bohemia que era agradable.

-¿Cómo sobrevivían en la bohemia de La Bunga?

-Los escritores que había eran los mejores escritores de
diario El Comercio, estaban Roque y yo. La fórmula era muy
simple: hacíamos un número, vendíamos un poco de publicidad,
cobrábamos, nos reuníamos para hacer el siguiente número, nos
bebíamos todo lo que habíamos cobrado. Total, al siguiente
número estábamos exactamente igual como en el primero: fiando
para poder hacer la revista. Se hizo un núcleo de
comunicadores, muy íntimos, con el afán de llevar la
comunicación con seriedad, pero también con humor.

-¿Tus tendencias en la caricatura?

-Yo tengo una tendencia a desaparecer los textos, a dejar sólo
el dibujo, para que la gente participe en la interpretación
de la caricatura, eso le da al lector una cierta propiedad
porque tiene un dibujo en el que él pone su parte de
interpretación, es originar una especie de doble vía. Pequeña,
pero que debe tener su valor.

-¿Por qué dejaste la medicina?

-Cumplí 25 años en la profesión. Cuando nos hacíamos médicos
antes pensábamos en una especie de sacerdocio, con una mística
increíble, no gané un solo centavo en esos años, que yo
recuerde nunca cobré a nadie, siempre quise servir a grupos
humanos, hice como cinco años de medicina rural. Nunca pensé
en la parte económica. En 25 años creí que había cumplido con
mi tarea en ese sentido.

-Cerraste definitivamente la puerta de tu consultorio...

-Sí, sería absurdo volver. Además: ­se habrán salvado muchos
pacientes con mi decisión!

-Sobre jubilarse...

-De la caricatura nunca. Será lo único que no deje jamás, es
una forma de vida para mí, de expresarme, de tranquilidad.
Podré jubilarme de todo, menos de caricaturista.

-¿Tu primer trabajo?

-Fue de dibujante. Estaba en el colegio -El Mejía- cuando
comencé a trabajar en una fábrica de muñecas de aserrín, la
del Diablo Terán, la única que tenía este país, era
importante, incluso creo que cubríamos Colombia y Venezuela.
Yo pintaba las caras de las muñecas, parece que las hacía
graciosas. Me pagaban por docenas.

¿Cón qué sabor recuerdas tu infancia?

-Mi padre era coronel del Ejército, murió cuando tenía cuatro
años, por lo que mi infancia la viví con mi madre y mis tres
hermanos. Cuando tienes esta condición de desaparición de uno
de los padres, como que hay más unidad. Yo recuerdo a esa
etapa como muy grata, muy feliz.

-Eres un hombre de familia.

-Sí, mi familia, mi mujer, mis cinco hijos, mis cinco nietos,
absorben todo mi cariño.

-¿Cómo describes al Asdrúbal adolescente?

-Siempre lleno de ilusiones, como hoy. Para mí cada día es un
día nuevo, con deseperación de hacer cosas. Sigo considerando
que el tiempo libre debe ser aprovechado. Tengo una tercera
profesión: soy carpintero, tengo un taller.

-Otras aficiones...

-Todas las cosas, he sido deportista toda mi vida. Creo que
nací pegado a una bicicleta, el ciclismo ha sido mi deporte
favorito. Además, nunca fumé, siempre cuidé mis pulmones para
trepar las montañas, teníamos un grupo andinista
universitario.

-Te consideras un hombre muy equilibrado

-Particularmente sí, no sé la impresión que doy afuera. Soy un
hombre equilibrado, creo que en el campo ejectivo presiono,
procuro ser lo más calmado que puedo, pero eso no quita que
tenemos un buen componente visceral.

-Tímido ¿no?

-No tanto, pero soy retraído. No me gusta la actividad social.
Huyo de ella. Eso puede influir mucho en la vida política, yo
hubiera podido haber sido ser un político mucho más activo.

-¿Nostalgia por la política?

-No, me desagrada la actividad política primero por la vida
social, que es muy intensa y tienes que perder un tiempo
bárbaro en eso. Y porque la actividad política en nuestro país
se ha vuelto una especie de profesión desagradable.

-No sirves para la política...

-No sirvo para político. Mira, para político necesitas una
serie de condiciones especiales, de pasiones negativas. Las
mías son eminentemente positivas. Soy amigo por naturaleza.

-¿Que te disgusta de los políticos?

-Me molestan profundamente aquellas personas que, con su ego
tan desarrollado, no esperan a que sea la comunidad la que los
reconozca, sino que se reconocen personalmente. Me molesta el
culto a la personalidad. En una entrevista radial con Polo
Barriga le decía que considero que se nota en la actividad de
la SENAC un exagerado culto a la personalidad del presidente
de la República. Sí, creo que hay otros temas que tratarse en
el país. Y lo digo a pesar de que soy hombre de partido y de
la magnífica amistad que siempre he tenido con Rodrigo Borja,
un amigo que no ha cambiado absolutamente en nada. Por eso no
creo que le hace ningún favor que se le rinda ese culto.

-¿Peleado con el tiempo.?

-No, ni siquiera me doy cuenta de la edad que tengo. Digo que
comencé a dibujar en el año 51, eso es inevitable, pero si me
preguntas algún otro dato con fecha de mi vida, no lo tengo.
Es porque no me preocupa. He mantenido un nivel de juventud en
mi manera de pensar, he ido amoldándome a mi edad en cada
caso. Algún rato tocará estar en la tercera edad, creo que ya
estoy mismo, pero habrá que estar en la tercera, en la cuarta.
Tienes que planificar cada etapa.

-¿Qué reservas para esa "tercera edad"?

-La idea mía es muy concreta, pienso cumplir con algo que
siempre quise ser: pintor. Tengo mucha facilidad, pero no
quiero ser un aficionado, quiero ser un profesional, como en
todo lo que hago.


EXPLORED
en Ciudad N/D

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