Quito. 1 abr 2001. Ustedes son expertos en hacer difícil lo fácil", dice
Paco Moncayo y corta la explicación de un funcionario que conforma el
Comité Técnico del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito. Y
acota: "Tienen miedo de decidir".

No grita, ni se irrita, ni trasluce preocupación. Su mirada se fija en el
interlocutor y da por entendido que tomó nota y cumplirá lo prometido. La
señal de molestia es cuando pone su dedo índice derecho en la frente.

Es lunes 26 de marzo y se siente el malestar de Moncayo, porque casi
todos los miembros del Comité Técnico llegan atrasados a la cita
ordinaria del primer día de la semana convocada para las 08:00. Uno de
ellos, incluso, arriba con 45 minutos de retraso.

El alcalde se levantó a las 06:00, hizo ejercicios, se duchó y desayunó
café, pan, dos trozos de queso y dos de mortadela, servidos por su esposa
Marta, a quien para despedirse le dice "Madre mía, nos vemos después". Un
después que solo se concretará a las 21:30. A las 07:55 llega a su
oficina acompañado de Diego Carrión, uno de sus principales colaboradores
y cerebro de la planificación y gestión para el desarrollo de la capital.

Moncayo se jacta de su puntualidad y anuncia que va a promover la hora
quiteña, para incentivar la puntualidad en Quito. Mientras espera, revisa
el correo electrónico y lee una denuncia de un morador que cómo es
posible que se permita la invasión del parque Itchimbía. En las papeleras
no hay un solo documento por despachar y a la derecha reposa una gruesa
carpeta con el informe para la reunión del directorio de la Empresa
Eléctrica Quito, convocada para las 17:00.

Tiene que esperar hasta las 08:15 para decir Comencemos a cuatro
colaboradores de 13 que se reunieron hasta las 09:30. Allí supo que
algunos administradores zonales están inaugurando obras a título
personal, en el mejor estilo clientelar populista sin destacar la gestión
institucional.

Igual, conoció que su popularidad subió a un 49% en los dos últimos
meses. También, que falta una cultura empresarial en las entidades
municipales o que el municipio dará cursos de capacitación a los
choferes. Apenas un funcionario quiere lucirse, Moncayo corta y pasa a
otro tema. En cinco sorbos se acaba un agua de vieja.

Y es que al burgomaestre le angustia la presión de la ciudadanía, de los
medios de comunicación y de la oposición, de "los amargados por la
derrota", como repite más de una vez.

Por eso, sin levantar mucho la voz, pide que se agiliten las tareas, se
molesta con la Empresa Municipal de Obras Públicas (Emop), porque se
tarda en los estudios y no ejecuta con prontitud las obras. Y felicita
más de una vez la tarea de la Empresa Municipal de Alcantarillado y Agua
Potable (Emaap) porque trabaja eficientemente, aunque la obra esté bajo
tierra y por lo cual recibió una mención especial en Bogotá hace dos
semanas.

Inmediatamente después de la reunión del Comité Técnico, pone en apuros a
los funcionarios de la Emop: los citó, sin previo aviso y con el carácter
de urgente para pedirles una explicación pormenorizada de su trabajo.
"Ustedes los técnicos son expertos en hacer largas con los estudios", les
dice a tres de ellos y repite varias veces para cuándo estará tal o cual
obra.

Igual reunión mantuvo con la Empresa Municipal de Aseo (Emaseo), cuyos
funcionarios no sabían para qué los llamaba con urgencia y llegaron con
carpetas y cara de susto. Al final los felicita y agradece por su
gestión.

Le molesta que teniendo recursos, algunos funcionarios no ejecuten a
tiempo los proyectos. Por ejemplo, en la reunión con el Comité de
Contrataciones se fastidia cuando no le pueden explicar por qué se
debería esperar 48 días para la entrega de las ofertas para la compra de
los 42 buses de la ecovía, si la Ley establece un plazo de entre 18 y 48
días. Ordena y decide que el plazo sea de no más de 30 días.

Asume la jornada vespertina, luego de almorzar un pargo a la española,
con vino blanco y jugo de tomate de árbol. Estudia el informe de la
Empresa Eléctrica y va para allá. Solo en ese momento aparece un celular
de doble tapa en sus manos. "No me hace falta. Me sirve solo para pedir
que me vengan a ver", comenta con algo de timidez y recelo. Llega a las
16:55. Ningún miembro del directorio está presente. Espera 15 minutos
para iniciar una sesión que se prolongaría hasta las 20:15. Retorna a su
despacho, en la Plaza Grande, y deja limpio su escritorio de papeles
pendientes. Para eso suspendió una invitación al Swiss Hotel. Retorna a
su casa a descansar porque al siguiente día tiene una agenda llena de
recorridos, visitas e inauguraciones.

Esto es tillos comparado con la guerra

Convencido de que el ejemplo puede más que cualquier ordenanza o sanción,
Moncayo llega puntual y no utiliza la vía del trole para llegar a sus
citas.

De hecho, el lunes pasado paró su auto en la esquina de la Guayaquil y
Esmeraldas y un auto blindado de una casa bancaria llegó por la vía del
trole. Al solicitarle los documentos, el chofer del blindado se negó y el
policía le dijo: "Vea, si el alcalde va por donde corresponde".

En cada reunión pone por delante su experiencia como administrador en
áreas como el CREA y en el Ejército, en la época de jefe de la II Zona,
en Guayaquil o frente a sus tropas en el conflicto de 1995 con el Perú.

"Esto es tillos comparado con las cosas que nos tocó hacer durante el
conflicto. Imagínese lo que es tener en menos de un día a los heridos en
Quito. Para ello hay que movilizar mil cosas para garantizar la vida del
soldado", dice cuando se le consulta sobre el peso de la carga
burocrática municipal y los problemas de la ciudad.

Con un poco de amargura dice que en el Ecuador ocurre todo lo contrario
que en los países desarrollados: "En ellos el Estado vive de la sociedad.
Aquí es todo lo contrario". De ese modo cuestiona esa manía de pedirlo
todo y no contribuir en nada, como cuando critica que la gente pide
bacheo pero bota basura por las ventanas de los autos.

En la reunión de Comité Técnico se pronuncia por una vía feminista:
"Donde hay administradoras funcionan mejor los cabildos", expresa cuando
hace referencia a las administradoras del Sur y Centro de Quito, dos
dirigentes que se destacan por su relación con la comunidad y la
operatividad de su gestión en cada dependencia.

Moncayo quiere dejar huella en el Municipio y confiesa no estar atado de
manos, "como otros alcaldes", a intereses de grupos económicos.
De hecho, comenta varias veces los negociados que han descubierto él y
sus funcionarios que explicarían por qué el Municipio está "hecho un
desastre".

Por ello revela cómo fue despedido un arquitecto que traficaba con los
permisos de construcción.
Termina su jornada sin apuntar nada en ningún papel. (OP)

CIRCULO

- Dos secretarios y un general manejan toda la información y el control
de la actividad del alcade Paco Moncayo.

- Su secretario particular, Santiago Villafuerte, está al tanto de la
agenda y de las audiencias y presentaciones en la radio. El es afiliado a
la Izquierda Democrática.

- Pablo Ponce, secretario del Concejo Municipal, es su hombre de mayor
confianza. Con él tiene la doble cualidad del amigo y jefe: hace bromas y
ordena sin esperar explicaciones.

- El general Manuel Suárez, el administrador general, un hombre de ojos
clar os y mirada directa, le informa de todo al alcalde y este le encarga
representarlo en asuntos importantes: "Manuelito, me parece que usted
debería ir a la condecoración al general Solón Espinosa".

- Entre los tres se permiten bromas y recuerdos de cuando estaba en el
Ejército o cuando era diputado.

- Algunos funcionarios, que también lo fueron de Roque Sevilla, creen que
ahora sí se trabaja en equipo. Antes era él y su administrador los que lo
decidían todo, comenta. (Diario Hoy)
EXPLORED
en Autor: Orlando Pérez - [email protected] Ciudad Quito

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