Las reuniones del G-8 han dado siempre una impresión de obscenidad, como si fueran —y son— cónclaves de conspiradores contra los demás. Tal vez por la desvergüenza de su ruidosa convocación a sí mismos —con el resto del mundo como espectador siempre decepcionado— a sabiendas de que su condición de países más ricos se debe al despojo de los más pobres. Dado que de las 191 naciones sólo están unidas esas ocho —responsables de agravar, sistemáticamente, la miseria, el hambre, la desnutrición, las enfermedades, la ignorancia, el subdesarrollo físico y mental de la población de los 183 países restantes— la reciente reunión constituye, aplicando a ella una frase de Theodor W. Adorno, "un insulto a las víctimas". Porque, si bien el dinero no hace la dicha (dicen los ricos, pero los pobres piensan que puede ayudar mucho a alcanzarla) a la riqueza cabe aplicar, con mayor exactitud que a la felicidad, la frase terrible de Joaquín Gallegos Lara y parodiarla: "Toda riqueza que tenemos se la quitamos a alguien y aspirar a ser rico es una canallada".
No es por pudor —como el que tienen para sus reuniones, prácticamente clandestinas, esos minúsculos semejantes suyos en el asalto a los pobres: industriales, ganaderos, latifundistas de los demás países—, sino porque no pueden responder a la cólera de los jóvenes que creen que otro mundo es posible, suelen aislarse, esconderse al aire libre: en un lugar aislado de las montañas de Canadá, en un balneario francés a donde la policía impide la entrada de quienes no son los más ricos: en Lausana se levantó una pared de metal, de dos metros de alto, reforzada con alambre de púas, verdadero "muro de la vergüenza", frente al cual los esperanzados airados gritaban: "Ellos son ocho, nosotros somos millones". (Será por comodidad el cambio de denominación: hasta hace poco era el G-7 + Rusia, porque ¿qué hace junto a Alemania, Canadá, Francia, Estados Unidos, Italia, Japón y Gran Bretaña la pobre que, con su territorio y su dignidad nacional venidos a menos, ofrece en las calles de Moscú escenas de miseria dignas de América Latina?). Gritaban para que se pusiera fin a la infame ocupación de Iraq, e hicieron un minuto de silencio por los 26 millones de hombres y mujeres víctimas de sida, cuestionando a las transnacionales farmacéuticas asentadas en los países del G-8 y en Suiza.
Consciente de que tampoco las reuniones anteriores sirvieron para nada, y oyéndolos hablar, otra vez, con ternura paternalista y frialdad de técnicos, de Africa y América Latina, Luiz Inácio "Lula" da Silva, de Brasil, invitado por el anfitrión, no por los siete restantes, "el más aplaudido de los presidentes allí reunidos" dijo: "Sólo el que ha sentido hambre sabe lo que es el hambre, sólo el que ha sentido hambre puede hablar del hambre", o sea, en esa reunión, sólo él. Con la autoridad que le daba conocerla doblemente, como individuo y como representante de un país latinoamericano— propuso financiar el Fondo Mundial contra el Hambre con una tasa sobre la venta internacional de armas. El presidente Jacques Chirac, estuvo de acuerdo con su proposición, algunos la encontraron "interesante"... Pero en la declaración final (que suele estar escrita por funcionarios antes de la reunión de los poderosos), pese a denunciar que "los riesgos de hambruna amenazan a millones de personas", no se recoge la proposición de Brasil —al fin y al cabo, sólo era un convidado— y se habla, vagamente, de "responder a las necesidades alimenticias urgentes". El Secretario General de la ONU trató de obtener una reducción de los subsidios y la eliminación de las barreras arancelarias establecidos por los más ricos, que perjudican a los demás, pero la declaración nada dice a este respecto.
En cambio, los ocho decidieron, sin decoro ni discreción, instar a Corea del Norte e Irán a detener su carrera nuclear, sin que ninguno de los ocho haya sido capaz de pedirle lo mismo a los otros siete y menos aún al único que ha empleado esas armas y que falsificó documentos sobre los arsenales iraquíes para justificar la invasión.
Acordaron, y lo anuncian descaradamente, que incrementarán en diez por ciento sus emisiones de gases, sabiendo que son las causantes del calentamiento del planeta entero, lo cual les tiene sin cuidado, como si, por estar encima de él, no formaran parte de él.
Pero la decisión más importante fue la de crear un Grupo de Acción Rápida contra la "grave amenaza" del terrorismo, y ya se sabe lo que eso significa en una reunión a la que asiste el "llanero solitario" (la compañía de Blair y Aznar no desmintió su soledad). Y lo que significa para el G-183, porque los terroristas pueden estar, por igual, en Iraq que en Corea, en Irán que en Colombia, en China que en Cuba. Y le consta al mundo que no cuenta tener o no armas prohibidas: EEUU e Inglaterra pueden nuevamente falsificar y manipular la información relativa a cualquier país y basta con que G.W.B. lo señale con el dedo para invadirlo, se opongan o no Alemania o Francia a la que, según Condolezza Rice, la musa negra y racista de Bush, "Washington no está dispuesto a perdonar".
(Todo ello sólo en lo que toca a la declaración final, porque uno está autorizado a imaginar qué espantosos acuerdos, pactos, alianzas contra la humanidad se tejen secretamente entre ellos, entre dos apretones de manos por tibios que sean, entre dos brindis o bocados en una cena o durante un recorrido del lugar).
Luiz Inácio Lula ha hecho un llamamiento a los países del Sur a fin de formar un frente unido y no esperar, cruzados de brazos, lo que los del Norte quieran darles, porque bien sabemos que las limosnas tienen precio. (Los jóvenes, en Ginebra, pedían, a gritos, en nombre todos nosotros la anulación de la "odiosa deuda externa que ya ha sido pagada varias veces"). Propone algo diferente a esas reuniones del Grupo de Río o de Mercosur a las que nuestros países van a exhibir lo que les falta lo que no tienen. El llamado coincide con el sentimiento creciente de que América Latina puede constituir un bloque que se oponga al "proyecto regional" del Imperio, a condición de que por acá nadie quiera ser portero que le facilite la entrada a casa. Alguien sueña ya con una suerte de "eje del bien", integrado por Brasil, Cuba y Venezuela (considerando la región que va del Caribe a la Tierra del Fuego, como si no pudiera contarse con los hermanos de América del Norte y América Central), habida cuenta, sobre todo, del liderazgo regional que ejercen, por su decisión y entereza, sus dirigentes. Alguien sueña, más recientemente, con un bloque encabezado por Brasil, Venezuela y Argentina (la nueva, partera de sí misma, a raíz de la victoria de Néstor Kirchner), como si los hermanos del norte de Sudamérica pertenecieran, realmente, al Norte.
¿Soñar no cuesta nada? Sí, la decepción de la realidad al despertar. ¿Utopía: "lugar que no existe"? Pero, en el fondo de América, ésa que un día fue "el continente de la esperanza", quizás Suramérica nos espera.
EXPLORED
en Ciudad Quito

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