Quito. 14 jul 96. Después de haber sufrido la actuación de
Alejandro Martínez, mientras se trataba que los 40 minutos de
espera que nos conducirían a Shakira no fueran tan largos,
Esteban Michelena mantenía su esceptisismo: "¿y bueno, además
de un par de canciones, qué ofrece esta chica?".

A las 10 de la noche, metidos en el trafico infernal de la
salida del Coliseo, Michelena repetía: "¡Excelente!. ¡Tiene
talento esta chica!". La cantante colombiana de 19 años
presentó en Quito, la noche del viernes, una actuación más
allá de convincente.

Lo de Shakira es todo un planteamiento generacional. Una
propuesta que significa la identificación total de la cantante
con los valores más íntimos de su audiencia. Ahí radica el
secreto de su éxito.

Un éxito que está respaldado por el talento de esta cantante.
Una voz con increíbles matices tímbrica, capaz de recorrer las
más diversas tonalidades en segundos y la energía de un
huracán en julio.

Y es que arrastra con su energía a público de todas las
edades. Niños que corean sus canciones, seguramente sin
entender mucho de su propuesta arrancada de la cotidianidad
misma. Adolescentes, que se tiran de los pelos siguiendo las
letras, el ritmo, siguiendo el camino por el cual les lleva.

Energía, energía es la palabra. Energía en todo lo que hace,
en la combinación de canto, de diferentes formas de baile y de
la interpretación de guitarra y armónica. Esa imagen menudita
que cuenta con el respaldo de una gran banda con la cual se
comunica cada minuto mientras está en el escenario.

El concierto arranca con una larga introducción de la banda.
Shakira aparece al cabo de unos minutos y arranca un concierto
que se prolonga durante una hora 15 minutos, tiempo durante el
cual Shakira no deja de bailar, cantar, saltar, conversar con
su público, jugar con los músicos de la banda, hacer cientos
de gestos. En definitiva, entregarse a su público. El
repertorio fue muy bien armado, no hubo altos ni bajos. Con
arreglos especiales para el concierto, que transformaron sus
no tan conocidos éxitos en piezas llenas de sorpresa, de magia
tal vez. Gracias a esto, la gente descubrió, redescubrió en
algunos casos, su música.

El concierto transcurre bajo un hilo que no decae jamás. A las
canciones calmadas y románticas suceden otras que son desborde
de ritmo, con visitas frecuentes a los más variados géneros de
la música pop: rap, reggae, rock, house latino.

El único exceso de Shakira fue la versión bossa nova del
pasillo ecuatoriano "Sombras" (fue desconcertante darse cuenta
que la gente no sabía que este tema era nacional). Una
versión, que al carecer de saudade, pasó sin pena ni gloria.

El diseño lumínico y visual del espectáculo fue de primera.
Lasers, explosiones en el escenario y en el techo,
proyecciones luminosas al fondo del escenario y entre el
público. Todo calzó perfectamente para que el concierto de
Shakira fuera una fiesta total, un disfrute plano, y uno de
los mejores conciertos que se ha visto por Quito en los
últimos meses.

MARTINEZ: ACTUACION MEDIOCRE

Alejandro Martínez, la noche del viernes 13 de junio, cuando
abrió el concierto de Shakira con una actuación de cerca de
una hora, demostró que como cantante es un buen galán de
telenovelas.

Tiene una gran banda. Una corista fantástica. Algunas
canciones: unas más interesantes que otras. Varias más
aburridas que el promedio. Pero falta algo esencial en alguien
que intenta tocar el alma de audiencias colectivas: fuerza,
intensidad. "Feeling", que le llaman. A veces esta carencia se
tapa con alguna cualidad excepcional del artista: voz,
presencia física, estilo, grandes composiciones. En este caso
no hay nada que salve a Martínez de la mediocridad.

En ese contexto incluso la buena perfomance de la banda es
contraproducente porque expone con mayor precisión las
carencias del colombiano. Estuvo muy claro desde el principio.
Luego de una poderosa introducción en la cual se destacó la
bajista del grupo, la entrada del cantante colombiano fue un
bajón energético notorio: voz que no transmite nada, gestos
tímidos e, incluso, vestuario irrelevante, como parar salir de
"shopping" a un "mall".

Así, los minutos transcurrieron lentos en la primera parte de
la noche. Soportando los temas de telenovelas, coreados por
los adolescentes. Algún punto interesante en un tema de color
caribe y sufriendo los gestos populistas del cantante como el
ponerse la bandera de capa, (invertida, además) o intentar
cantar el "Chulla Quiteño" para explicar algo que no supo
explicar con claridad: el gesto de una joven indígena que le
había obsequiado el jueves, durante la rueda de prensa, una
pequeña shigra.

Una colombiana con sabiduría pop

Cuando en octubre pasado una barranquillera de menos de 165
centímetros de estatura, ojos de profundidad subyugante,
figura menudita y amplia sonrisa, trajo al país su disco "Pies
descalzos", nadie podía prever que meses después, esa misma
colombiana, con ese mismo disco, tendría el nivel de éxito que
obtuvo.

Las cifras de ese éxito: el espectáculo de Shakira costaba
cinco mil dólares, hoy viene por 50 mil dólares por cada
presentación.

Sin embargo, Shakira se toma las cosas con calma, de una forma
incluso sorprendente para sus 19 años. Sabe que solo ha
alcanzado espejismos y que resta seguir trabajando. O sino,
que lo diga ella misma:

- ¿Cree Shakira en el éxito. En su éxito?

No. Yo no tengo éxito. He tenido suerte y me está yendo bien.
Podré decir que he tenido éxito cuando después de 20 años a la
gente le siga gustando lo que hago.

- ¿Cómo consigues esa empatía con tu público, que ha dado como
resultado que el diario El Tiempo, de Bogotá, te dedique una
portada y un amplio despliegue, después de convocar a
cincuenta mil personas en ese célebre concierto en El Campín?

La energía que conseguí ahí fue impresionante. Cuando salí al
escenario casi me "caigo de patas" al sentir la energía del
público. Fue impresionante, el intercambio de "eso" que hubo
entre ambas partes. Cuando llegué a mi casa, con una
sonrisota pintada, me acosté y miré al techo y (con su dedo
apuntando al cielo)... ¡Te debo una!

¿Lo tuyo es más que nada una propuesta generacional. Te
atreverías a decirles algo a tus seguidores?

Sería muy pretencioso de mi parte. Sería como un ciego
ayudando a cruzar la calle a otro ciego.

¿Qué es para ti la felicidad?

Yo no creo que la felicidad sea un estado al que se llega.
Creo que no se la debe buscar afuera sino dentro de uno mismo,
en las cosas que haces y en cómo las haces.

¿Qué ha sido de tu vida en los últimos seis meses. Desde la
última vez que estuviste en el Ecuador?

¡Seis meses! ¿Ya han pasado seis meses?... ¡Como pasa el
tiempo!

Y ... ¿ya te llegó la hora?

Bueno, (sonriendo aún más), de hecho, una de mis canciones,
Antología, está dedicado a mi primer amor.

CORTOS DEL CONCIERTO

El concierto estaba anunciado para las 19h00. Comenzó a las
20h00.

Asistieron aproximadamente unas 6 mil personas. En su mayoría
adolescentes (de entre 12 a 18 años). Había muchos papás con
sus hijos e hijas de menos de 12. Lo interesante es que varios
de esos papás también coreaban las canciones de Shakira y
vivían emocionados los distintos momentos del concierto.

Un bache de 40 minutos se debió sufrir entre el fin de la
actuación de Alejandro Martínez y el comienzo de la de
Shakira. Incluso después de que el presentador, Christian del
Alcázar, anunció la presencia de Shakira, hubo un lapso de 5
minutos para que realmente empiece el concierto.

Ramiro Rivera, concejal de Quito, fue uno de los más
entusiastas "fans" de la cantante. Mientras miraba admirado
bailar a sus dos hijas, de vez en cuando se le escapaba un
leve quiebre de cintura y una que otra frase de las canciones.


La seguridad estuvo muy organizada. Se podría pensar que
quizás algo excesiva pues habían policías hasta en los baños.
Sin embargo, no se debe olvidar que la mayoría del público era
adolescente, y que por lo tanto se debía pensar en su
protección de manera muy especial.

El anunciado sonido aéreo (es decir las cajas montadas sobre
tarimas de 10 a 15 metros) al final no se instaló. Volvió a
pasar lo de siempre, la gente de adelante en pista casi sorda,
y las generales con un sonido regular.

Pese a que Shakira es sin duda, la cantante más popular de
este momento en nuestro país, el Coliseo Rumiñahui no se
llenó. ¿Las razones? Francisco García, gerente de Espectar,
tiene una interesante teoría. Las cantantes mujeres jóvenes
nunca llenarán en Quito. Este fenómeno lo explica el
empresario porque el público normal de un concierto de estos,
es mayoritariamente femenino.

"Las mujeres no van a ver a mujeres", planteo García, y añade,
"Es la mujer la que arrastra a su pareja a un concierto. No a
la inversa". Para respaldar su teoría, García cita los casos
de Marta Sánchez, Fey, Alejandra Guzmán, entre otras. Nunca de
ellas llevó más de cuatro mil personas a sus conciertos.
(Diario HOY) (6B)

EXPLORED
en Autor: César Ricaurte -

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