EL DILEMA CAMBIARIO Por José Samaniego P.*

Quito. 20.08.92. ¿Cuál será la política cambiaria del gobierno
de Sixto Durán Ballén? Esa es una de las incógnitas cuya
respuesta ha generado más expectativas en este ambiente de
especulación. Y si la hay, es porque el abanico de
posibilidades es amplio y susceptible de ideas innovadoras, a
diferencia de otras áreas de la política económica, como la
fiscal, donde el margen de acción es más reducido.

Y también es grande la expectativa porque en el equipo
económico del gobierno están directa o indirectamente
involucrados economistas de una amplia gama de tendencias. Los
hay desde los más ortodoxos, hasta moderados y heterodoxos
convencidos. Están, por lo demás, sentados en la misma mesa
colaboradores del gobierno de Hurtado, de Febres Cordero y de
Borja.

Las opciones

Una posibilidad, aunque la más remota, es que se mantenga el
sistema de minidevaluaciones pre establecidas y micro ajustes
periódicos no anunciados, que ha funcionado desde 1988.

Este sistema tuvo pros y contras. Los aspectos favorables
fueron que incentivó las exportaciones y promovió una
sustitución eficiente de importaciones, a través de una
depreciación del 20% en el tipo de cambio real (base agosto de
1988=100), cuyo comportamiento fue, además, bastante estable.
Lo negativo fue que contribuyó a la inercia inflacionaria,
además de que la depreciación se produjo a costa de un
deterioro de los salarios reales.

Pero esta posibilidad es la más lejana. Primero por razones
políticas: las minidevaluaciones se convirtieron en la "cédula
de identidad" de la política económica gradualista del
gobierno de Borja. El actual querrá imprimir su sello propio a
través de un nuevo esquema cambiario. Además, los más
ortodoxos del equipo económico del gobierno públicamente han
expresado su oposición a las minidevaluaciones.

Otra razón es técnica. Si el principal objetivo del paquete es
reducir el crecimiento de los precios, y las minidevaluaciones
son un elemento que alimenta la inercia de esa porfiada
inflación, es obvio cambiar de sistema y romper
definitivamente las expectativas.

Pero hay otros esquemas que pueden estar rondando por la
cabeza de quienes están diseñando el plan económico.

Tipo de cambio fijo

Una alternativa es un tipo de cambio fijo. Los europeos tienen
predilección por este tipo de sistema cambiario, precisamente
porque permite anclar las expectativas inflacionarias.

Pero para establecer un sistema como éste, aunque sea
temporalmente, el gobierno tendría que sobredevaluar en una
magnitud considerable en un inicio, para que, considerada la
inflación interna, el tipo de cambio real se mantenga por un
tiempo lo suficientemente largo que permita dar credibilidad
al sistema y romper las expectativas inflacionarias.

Un ejercicio de previsión elaborado por Luis Jácome,
suponiendo que éste será el camino que tomará el gobierno en
política cambiaria, demuestra que un paquete económico con una
devaluación del 35% -que produciría un impacto inflacionario
de alrededor de 6 a 7 puntos porcentuales en la inflación de
los dos meses siguientes, después de los cual empezaría a
descender- solo permitiría mantener el tipo de cambio real
hasta el mes de marzo de 1993.

Si el gobierno quiere restablecer el tipo de cambio real
debería volver a devaluar en marzo, con consecuencias
negativas en la credibilidad del programa.

Un sistema cambiario fijo, por lo demás, requiere de al menos
dos premisas fundamentales: la primera, una absoluta
disciplina fiscal y monetaria; y la segunda que la economía no
esté sujeta a un shock externo durante la aplicación del
programa ( caída del precio del petróleo, por ej.), porque en
economías pequeñas y dependientes como la ecuatoriana, su
impacto derrumbaría el sistema cambiario adecuado.

Precisamente por este último elemento se prefiere sistemas
cambiarios que mantengan variable al tipo de cambio, en este
tipo de economía.

Varias versiones

Una de las alternativas que se puede seguir es la que ya se
implantó en el gobierno de León Febres Cordero: flotación del
tipo de cambio, con desincautación de las divisas privadas,
pero con intervenciones del Banco Central en el mercado libre
a través de un agente privado, para influir en el tipo de
cambio ( lo que en teoría se llama intervención sucia).

La experiencia histórica de este sistema no es muy buena.
Funcionó bien en un principio pero al final se descalabró
totalmente obligando al gobierno a dar marcha atrás en 1988.

Hay que considerar que la balanza comercial del sector privado
es deficitaria, lo que impondría una constante intervención en
el mercado por parte del Banco Central, para mantener una
cotización estable, sacrificando la ya escuálida reserva
monetaria internacional.

Otra vez, un sistema como este requiere, primero, de
disciplina monetaria y fiscal. Ese fue una de la causas de su
fracaso en 1987. Segundo, precisa de un adecuado nivel de
reservas en el Banco Central para tener un margen de acción
adecuado para intervenir. Tercero, que el Banco Central
también tenga un margen de maniobra suficiente en su programa
monetario para controlar posibles amenazas inflacionaria.
Cuarto, que haya credibilidad.

Otra forma, y que ha sido aplicada en varios países de América
Latina con relativo éxito, es una flotación administrada por
el Banco Central. Aquí se mantiene la incautación de la
divisas, pero es la autoridad monetaria la que
discrecionalmente, a través de mecanismos de mercado (mesas de
cambio), determina su cotización.

Hay variaciones sobre esta posibilidad. En Chile y Uruguay,
por ejemplo, existe una banda de flotación. No existe
incautación y el tipo de cambio varía de acuerdo al mercado,
pero dentro de una banda, con límites mínimos y máximos,
fijada por las autoridades monetarias. Si las transacciones
sobrepasan la banda, el Banco Central interviene, comprando o
vendiendo para regular su cotización y mantener un tipo de
cambio real.

En Bolivia, el "bolsín" es un sistema administrado por el
Banco Central, que incauta las divisas provenientes de las
exportaciones y las subasta para quienes demandan divisas a un
precio base, que varía en función de los movimientos del tipo
de cambio real. En la práctica, cada 15 días este precio varía
ligeramente de acuerdo a la previsiones de precios internos e
internacionales, permitiendo ajustar gradualmente el tipo de
cambio real.

En Venezuela, considerando que el 95% de las divisas que
recibe son producto de la exportación de petróleo y por lo
tanto son recibidas por el sector público, funciona en la
práctica un esquema de incautación, pero el Banco Central, a
través de una mesa de dinero atiende las necesidades de
divisas de la economía, con un tipo de cambio que varía sin
previo aviso.

Se ha hablado de que en Ecuador funcionaría un esquema que
recogería varios elementos de los experimentos de otros
países, así como las lecciones de la propia experiencia
ecuatoriana. Hasta donde se conoce, el sistema sería
administrado por el Banco Central, que mantendría la
incautación de divisas y las subastaría, pero estableciendo un
precio base mínimo, toda vez que el máximo "natural" es la
cotización del mercado libre.

Este sistema no requeriría una devaluación inicial muy fuerte,
porque el gobierno tiene la facultad de moverlo en el tiempo a
discreción. Adicionalmente, el Banco Central crearía una mesa
de cambios, introduciendo mecanismos de compra y venta de
divisas a futuro.2 A
EXPLORED
en Autor: José Samaniego - [email protected] Ciudad N/D

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