Quito. 07.06.94. Las imágenes que salieron de ese primer
proyector de cine dibujaban sueños y demonios. Era el siete de
agosto de 1901 y los guayaquileños se arremolinaron en la
avenida Olmedo para ingresar a la carpa del mexicano Quiroz,
quien con un extraño aparato daba movimiento a luces y
sombras.

El cinematógrafo en ese entonces era una atracción como los
personajes de los circos, como las mujeres barbudas y los
enanos. Y la intensa luz que proyectaban modelaba únicamente
figuras silenciosas de tierras lejanas.

Pero, en 1906 otro extranjero, el italiano Valenti, proyectó
las primeras vistas locales en el documental "La procesión del
corpus en Guayaquil". Y en 1910 se creó la primera productora
y distribuidora nacional, que 10 años más tarde proyectó los
primeros documentales nacionales, cuando el cine ya era una
fantasía admirada por unos y rechazada por quienes pensaban
que en las salas obscuras se reproducía el mismísimo infierno.

La etapa del cine silente ecuatoriano (1906-1935) es el inicio
de una historia relegada, que a pesar de que tuvo su época de
gracia en los años 80, ahora vuelve a silenciarse, pero ya no
por la falta de sonido, sino porque hacer cine en el país
resulta una tarea heróica y solitaria.

La última década muestra que esta azarosa historia está llena
de altos y bajos. Y más bajos que altos. Los altos se dieron
cuando en 1980 el gobierno de Oswaldo Hurtado creó el Decreto
de Exoneración de Impuestos a favor de las producciones
realizadas por la Casa de la Cultura y la Unión Nacional de
Periodistas. Gracias a esta decisión, entre 1980 y 1981 se
produjeron nueve cortometrajes, y el largometraje "Dos para el
camino" de Jaime Cuesta, primera realización íntegramente
hecha con capitales, técnicos y artistas nacionales.

El bajón se produjo cuando el decreto de exoneración fue
suprimido, lo que se sumó a la desesperada pelea que
desde hace 18 años mantiene la Asociación de Cineastas del
Ecuador, por una ley de cine que una y otra vez se queda
estancada en el Congreso, a pesar de que en América Latina
solo Haití, Paraguay y el Ecuador carecen de una normativa tan
necesaria para regular la industria cinematográfica.

Con este panorama es comprensible que hoy en día casi todos
los miembros de Asocine hayan dejado sus producciones
cinematográficas para dedicarse a producir comerciales. Y que
desde 1990 solo se hayan producido dos películas nacionales:
"La Tigra" y "Sensaciones".

De los dos últimos años solo conocemos las creaciones de los
concursos de video ficción organizados por Asocine,
esporádicos documentales y cortometrajes, y el solitario
proyecto de Camilo Luzuriaga, "Entre Marx y una mujer
desnuda", que todavía está luchando por hacerse realidad.

Entre los últimos de la cola

Mientras en Ecuador lo que más hay son vacíos
cinematográficos, en Cuba se produce "Fresas y chocolate" y en
Colombia "La estrategia del caracol" que estuvieron cerca de
ser parte de las películas extranjeras nominadas al Oscar
1994. Argentina participa en el Festival de Venecia con "De
eso no se habla" de María Luisa Bemberg, México se roba el
mercado norteamericano con "Como agua pra chocolate" de
Alfonso Arau, y obtiene el premio al mejor cortometraje en el
Festival de Cannes de este año, con "El héroe" de Carlos
Carrera.

Si como dicen los realizadores, el cine es un negocio redondo,
porqué en los últimos años se ha producido tan poco cine en
nuestro país, pero en cambio, se ha comenzado a apoyar ciertos
proyectos que nos traen, sin tanta espera, buenas películas
extranjeras?

Hernán Cuéllar, presidente de Asocine, dice que lo que falta
no es interés de parte de quienes están involucrados en la
creación cinematográfica, y tampoco del público nacional que
demanda cada vez más verse retratado en películas con matices
caseros.

El problema -señala- es que existen muchas dificultades: "no
hay una legislación ni un marco jurídico que pueda fomentar y
auspiciar la producción cinematográfica en el país".

"Tampoco hay apoyo estatal a una actividad que está comenzando
y por lo tanto necesita auspicio económico. Un apoyo que está
contemplado en la ley de cine a través de un fondo crediticio
para que los realizadores puedan contar un pocentaje de los
costos, que en el cine son muy altos. Los esfuerzos como los
de Camilo Luzuriaga son completamente válidos, pero el cine no
debe ser un esfuerzo aislado sino un movimiento cultural",
dice Cuéllar.

Entre otros problemas, este cineasta considera que hay vacíos
en el tratamiento básico de la dramaturgia y los guiones, como
ocurrió en el último concurso de video ficción organizado por
Asocine. En cambio, no cree que el problema del cine
ecuatoriano se deba a la falta de buenos técnicos, pues
asegura que éstos han demostrado su capacidad en las dos o
tres producciones extranjeras que se han filmado en el país
con equipo nacional.

"Desgraciadamente -dice Hernán- el cine ecuatoriano, y el

latinoamericano en general, todavía están supeditados a la
competencia de la producción norteamericana. Además, en
Ecuador es más barato importar una película extranjara que
producir una película nacional. Pagar los derechos de
exhibición y las copias de una película importada debe costar
alrededor de 15.000 dólares; en cambio, la producción de una
película nacional está alrededor de los 300 a 500 mil
dólares".

Frente a este panorama, Hernán Cuéllar dice que la Asociación
de Cineastas del Ecuador está promoviendo los concursos de
video ficción (el tercero, por cierto, parece que va a ser
nacional), como un estímulo para que los cineastas produzcan y
el público aumente. "Aunque, a nosotros nos ha faltado
creatividad para promover la ley más allá del Congreso,
creatividad para invlucrar a la empresa privada y para
demostrar que el cine es rentable", asegura.

"Creo que el cine ecuatoriano no está en crisis total. Todavía
hay gente que está produciendo documentales, argumentales en
video o para la televisión, o simplemente sigue trabajando
desde su propia trinchera", dice Hernán Cuéllar, quien sin
embargo, acepta que en relación al resto de países
latinoamericanos, el cine ecuatoriano está entre los últimos
de la cola.

"Nos falta confiar en nosotros mismos"

Por su parte, Viviana Cordero, una de las realizadores de la
última película nacional, "Sensaciones", dice que la industria
del cine en el Ecuador no existe propiamente pues las
producciones son muy esporádicas.

Para esta joven creadora, algunos problemas se podrían
solucionar si los cineastas se unieran más y si se consiguiera
apoyo del Estado. "Creo que en el país existe muy poca
credibilidad hacia la gente que hace cine, a veces incluso la
misma gente del medio no cree en ciertos proyectos. Falta fe y
unión para hacer las cosas", asegura Viviana Cordero, quien
nos cuenta que al momento tiene dos guiones para cine, uno de
los cuales lleva esperando cerca de cuatro años porque no ha
conseguido financiameinto.

"Busqué ayuda en el exterior en algunas instituciones que
apoyan a cineastas de países pobres, pero me han negado la
ayuda porque dicen que el Ecuador no tiene una trayectoria
cinematográfica en la que se pueda confiar. Ellos confían en
México, en Brasil, están empezando a confiar en Perú y en
Colombia, pero en Ecuador no porque hay muy pocas producciones
conocidas fuera del país".

Cuestión de decisión política

Para Gustavo Guayasamín, cineasta de quien conocemos "Los
hieleros del Chimborazo", los actuales problemas del cine
ecuatoriano definitivamente tienen que ver con un asunto
político. "Mientras en los años 80 fue la decisión política
del gobierno de Oswaldo Hurtado la que creó la exoneración de
impuestos que permitió crecer al naciente cine nacional, en el
gobierno de Febres Cordero y Rodrigo Borja la decisión
obscureció este panorama".

"En la época de Rodríguez Lara aquí debió darse una
transformación -explica Guayasamín- porque en ese entonces en
el Perú gobernaba Velasco Alvarado que de alguna manera tenía
las mismas tendencias de Rodríguez Lara. Sin embargo, Velasco
de una manera más decidida les dijo a los exhibidores que
deben proyectar cine peruano o las salas serían
nacionalizadas. Aquí nunca hubo ese giro". Es más, Guayasamín
recuerda que en 1987 los exhibidores de cine se negaron a
proyectar la película ecuatoriana "Tiag" junto con "Indiana
Jones" como estaba previsto, aduciendo que el productor de la
película norteamericana no quería que se la exhiba con cine
ecuatoriano.

"Mientras no exista la decisión de acabar con una mafia que
controla las salas de cine y cree que solo se puede pasar
películas extranjeras en el país, el cine en el Ecuador no va
a surgir totalmente", dice Guayasamín.

-Con el panorama en que vive ahora el cine nacional, cuál
cree que sea el futuro de la industria cinematográfica
ecuatoriana?

El futuro de nuestro cine va a ser negro si sigue en manos de
una decisión política esteril como la del Congreso Nacional,
que una y otra vez ha boicoteado la ley de cine. Sin embargo,
con cambios políticos definidos el cine va a resurgir porque
hay gente profesional, la cultura y las fuerzas necesarias
para crear producción nacional.

-Tienen las últimas producciones nacionales un lenguaje
propio, o su tratamiento es mas bien una copia de cualquier
producción extranjera?

Aquí, por la falta de financiameinto no se pueden resolver el
lenguaje cinematográfico con los recursos gigantescos de los
países ricos, sino que mas bien nos vemos obligados a
desarrollar otro tipo de lenguaje, otro tipo de movimientos de
cámara, de luminación, etc. Desde la década de los 80 -a
diferencia de los primeros años del cine ecuatoriano en que
había una producción institucional y un lenguaje quizás
turístico- hay un cine de autor que refleja lo que somos y
tiene identidad, salvo ciertos casos como "Entre Marx y una
mujer desnuda" basada en la novela de Jorge Enrique Adoum, que
de la literatura ecuatoriana no es lo más representativo de
nuestra cultura.

-De las últimas producciones nacionales, se puede notar
ciertas tendencias en el tratamiento de las realizaciones y la
elección de las temáticas?

En cuanto al concurso de video ficción hay una tendencia hacia
el lenguaje de la televisión, hacia las telenovelas con temas
sin identidad y sin seriedad.

En el resto de producciones hay una línea hacia la aparición
de nuestro paisaje, nuestra música que busca identificarse
como un lenguaje propio y trabajado, en definitiva, hacia el
sustento en nuestras raíces. Creo que también la adaptación de
la literatura ecuatoriana es una línea con identidad. (8B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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