Quito31 dic 99. La lección de un siglo torturado es que el camino
del progreso y la prosperidad yace en la protección de las libertades
individuales.

Fue el mejor de los siglos, fue la peor centuria, fue la época
del progreso, fue la edad de la locura.

Nunca antes la humanidad había dado saltos tan grandes en el
conocimiento y la riqueza. Nunca antes había sufrido tantas
crueldades y desatinos. Resulta difícil evaluar esa clase de
siglos. Sin embargo, lo que ocurra en el próximo dependerá mucho
de cuán bien lo hagamos.

A lo largo de este siglo, la población se ha cuadruplicado,
mientras el ingreso real per cápita en el mundo ha crecido por
cuatro. Detrás de este crecimiento incomparable en el ingreso y
las cifras, se encuentra un crecimiento extraordinario en el
conocimiento.

Tal como señala un magnífico estudio del Instituto Cato, en
Estados Unidos, la expectativa de vida ha aumentado en 30 años;
el número de casos de infecciones mortales por enfermedades como
tuberculosis, polio, tifoidea, tos ferina y neumonía ha caído
hasta casi 50 por 100 000 habitantes; y el ingreso real per
cápita ha aumentado más de siete veces*.

LAS GANANCIAS NO HAN SIDO EQUITATIVAS

En el mundo desarrollado, un hombre de hoy es, en muchos
aspectos, más rico que Cornelius Vanderbilt, y una mujer no
necesita preocuparse del destino de Anne, reina de Inglaterra
desde 1702 hasta 1714, que tuvo 18 embarazos y parió cinco niños,
pero ninguno de sus hijos llegó a ser adulto.

Las ganancias no han sido compartidas equitativamente, dentro de
las naciones o en todo el mundo: algunas sociedades han resultado
mucho mejor que otras en la creación y la utilización del
conocimiento nuevo. Pero han sido compartidas virtualmente, hasta
cierto punto, por todo el mundo sobre el planeta.

Incluso en las naciones más pobres, la expectativa de vida de los
hombres al nacer, actualmente en 62 años, es mayor de lo que era
en 1900 en las naciones de elevados ingresos actuales. En la
India, una nación empobrecida, el ingreso real por cabeza ha
aumentado en más de 150% desde la independencia.

Entonces, este fue el mejor de los siglos. Pero también el peor:
un siglo de atrocidades terribles: solo el nazismo ocasionó la
muerte de más de 50 millones de personas.

Algunos estimados recientes sugieren que el comunismo ocasionó
la muerte de más de 100 millones. Antes de eso, las ideas
imperialistas ayudaron a desencadenar la Primera Guerra Mundial,
que trajo la ruina de la civilización europea, que en este siglo
ha vivido una de sus peores contradicciones.

ENTRE LOS AVANCES Y LAS ATROCIDADES

Si uno busca una vinculación entre los avances y los horrores del
siglo, esta se encontraría en el título de un libro escrito entre
1938 y 1943: La sociedad abierta y sus enemigos de Karl Popper,
el filosofo de la ciencia.

Popper analiza la libertad y el miedo a ella, un temor que ha
atrapado a los intelectuales desde que la idea misma emergió hace
2 500 años en la antigua Grecia. Entonces, argumenta Popper, la
sociedad cerrada, "y con ella su doctrina de que la tribu lo es
todo y el individuo nada, se ha destruido. La iniciativa
individual y la afirmación de uno mismo se han convertido en un
hecho".

En esta época, sugirió Popper, algo nuevo llegó al mundo: la
ciencia en lucha con la magia, la razón socavó la autoridad, el
debate remplazó la conformidad y la ley asumió el lugar de la
costumbre. Pero también surgió, simultáneamente, "la rebelión
perenne en contra de la libertad", entre cuyos abanderados Popper
ubica a Platón, con su visión utópica.

El filósofo sostiene correctamente, que el lema político y
económico del siglo ha sido el conflicto entre la sociedad
abierta y estos enemigos, entre una sociedad en la que "los
individuos están confrontados con las decisiones personales" y
"la sociedad mágica o tribal o colectiva".

Las cosas buenas del siglo XX, el avance de la ciencia, el flujo
de innovación, el incremento en los patrones de vida, la
diseminación de la democracia son todos aspectos de la sociedad
abierta. Lo peor proviene de la reacción en contra de ella, la
voluntad de asesinar millones de personas debido a que no logran
encajar dentro de una sociedad ideal.

LA UTOPIA DEL COMUNISMO

Lo que sucedió entre 1989 y 1991 con el fracaso del comunismo fue
la implosión del intento más decidido de este siglo por crear una
sociedad cerrada. Lo utópico del comunismo se reveló entonces
como un gran fracaso: hicieron un desierto y lo denominaron
socialismo.

Rusia, una gran potencia económicamente avanzada a principios de
siglo, termina con un nivel de vida de no más de un tercio del
de Corea del Sur.

Qué pena, la historia se repite, la primera vez como tragedia,
la segunda, como farsa. No hace mucho tiempo, los intelectuales
se degradaron ellos mismos ante el Moloch del totalitarismo. Hoy,
encuentran nuevas formas de echar desprecio sobre los ideales de
la razón objetiva y la libertad individual.

Sin embargo, esta reacción es inevitable. La libertad es
aterradora. La cuestión es cómo responder mejor. Popper mismo
argumentaba por "una ingeniería social fragmentada". Con esto
quería decir la introducción de reformas específicas para
aligerar los males concretos.

LA SOCIEDAD ABIERTA AHORA, SE HACE GLOBAL

El espíritu poco sistemático de reformas no utópicas ha sido
protagonista en la mejor realización de políticas del siglo,
tanto doméstica como internacionalmente. Ese mismo espíritu
necesita participar en el diseño de políticas el próximo siglo,
sobre todo a escala global.

La sociedad abierta, inevitablemente, se hace global. Lo que se
necesita es instituciones que conecten las tareas globales a la
política local. El reto de crear tales instituciones será vital,
el próximo siglo.

Sin embargo, al finalizar esta centuria debemos comprender
nuestras opciones. "No hay", escribió Popper, "un regreso a un
estado armonioso de la naturaleza. Si nos devolviéramos, entonces
tendríamos que hacerlo en general, volveríamos a ser bestias".
La utopía, incluyendo la utopía verde que busca la armonía
perfecta entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza,
es una falsa ilusión. La humanidad ha perdido la inocencia del
salvaje noble.

Todo lo que podemos hacer es asumir las reformas fragmentadas y
fundar las instituciones que permitan que la sociedad globalmente
abierta funcione tan bien como sea posible. Si recordamos esta
lección del siglo XX, entonces habremos aprendido lo de mayor
importancia. (DIARIO HOY) (P. 10,11-A)
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