La clasificación de Ecuador al Mundial de Fútbol mostró la faceta alegre de una comunidad negra olvidada por el poder
blanco-mestizo. Pero esa misma coyuntura sacó a flote el nivel de pobreza de las poblaciones en las que nacieron los héroes desportivos nacionales, ubicadas entre Imbabura y Carchi. El desempleo y la migración son el drama de cada día.


Es el 30 de septiembre de 2003, el reloj marca las 15:00. La tarde soleada empuja a las mujeres de Chaguaryacu y a su prole a trasladarse al "puente", un tramo muy frecuentado del estrecho canal de agua fría ubicado a un costado de la vía El Juncal-Pimampiro (Imbabura). En un abrir y cerrar de ojos, los polvorientos callejones se alborotan. Decenas de personas trasladan acrobáticamente sobre sus cabezas y, en vetustas carretillas, arsenales de ropa y utensilios de cocina.
No hay prisa ni empellones a la hora de ubicarse en un sitio para lavar. Más bien, el tumulto anima la tertulia entre las mayores. La demora de dos años en la construcción de la planta de agua enciende el ambiente que registra 32 grados centígrados y una nube de agresivos mosquitos.
La queja no prospera y no pasa de ser una escaramuza. Alguien prefiere hablar del gol que hizo "La Sombra" Espinoza a Venezuela y del buen momento del futbolista de Chaguaryacu, de su auto nuevo y de las mejoras en la casa de su madre.
Avanzada la conversación, los lamentos son una constante. La sequía y el desgaste del suelo afectan a la agricultura y alientan a la migración, asegura Alicia Congo, ama de casa de 43 años y madre de cinco jóvenes. La mujer confiesa que vive en carne propia ese drama, pues un hijo salió a Quito a probarse en un equipo. "Creo que está en el Aucas", dice ante la mirada incrédula de sus vecinas.
"Para mucha gente del Chota, solo la pelota nos sacará de la pobreza", señala Estuardo García, de 53 años, un agricultor que se suma a la charla. "El olvido de las autoridades nos está matando", sentencia el jornalero.
El hombre saca sus propias cuentas. El, como la mayoría de choteños, comparte una hectárea de tierra de propiedad de su madre. Allí, junto a uno de sus tres hermanos, siembra fréjol dos veces al año, obtiene 18 quintales y con suerte los negocia a $360, sin restar los gastos.
García tiene cinco hijos: dos mujeres y tres varones. Uno de ellos se lesionó al probar suerte en el fútbol. Otro de sus hijos acompaña a la "Sombra" Espinoza y al tercero le ha perdido el rastro. Sus dos hijas, señoritas, se dedican a las tareas de la casa. "Pronto se irán", dice resignado.
Otra mujer menciona los malabares que debe hacer en el mercado de Ibarra, hasta donde acude dos o tres veces por semana: compra verduras y las revende, gana $5 al día si hay venta.
1 de octubre de 2003. Humberto Padilla y su esposa Livia salen de la oscuridad del cuarto para refrescarse en el portal de su casa. El viento agita la árida montaña. Las paredes del encañonado reproducen el griterío de unos niños que someten a lo lejos a dos cerdos "devoradores" de gallos. Luego, solo el silbido del viento se escucha en la vieja estación ferroviaria Carchi, en la parroquia La Concepción (provincia del Carchi).
Antonio Santacruz, jefe de la estación, es la única presencia humana que cruza por donde está la pareja de ancianos. Saludan y comentan si alguien más se ha marchado del poblado durante la semana. Ahora solo quedan 30 familias que han sido parcialmente desmembradas. Otras 70 familias se marcharon íntegras desde el 2000, cuando la creciente del río Mira sepultó la vía férrea y, con ella, el turismo, la mayor fuente de ingresos de la zona.
Hoy solo quedan los fantasmas que se reproducen en las historias de don Humberto: la época gloriosa de los "motores", el floreciente negocio de alimentos de las mujeres, los pasajeros foráneos... A sus 65 años, el ex jefe de estación en Tercer Paso cuenta los días para que el MOP entregue el puente sobre el Mira, que espera la parroquia por más de 50 años. Para Padilla, solo esa obra le devolverá la vida a la zona y posiblemente la música rockolera que se fue con su hijo Plutarco.
Pero no solo el turismo ha sido golpeado en la cuenca del río Mira, también la agricultura sufre los estragos por la sequía. Muchos lo han dejado todo y han migrado. Así, las historias se repiten a lo largo de las comunidades del Valle del Chota y en sus aproximadamente 30 mil habitantes.
Los que se han quedado deben luchar contra la naturaleza, la desatención de las autoridades y aún con ciertas prácticas discriminatorias que aún se observan en la zona. Además con un fenónemo que afecta a todos: el ingreso de productos de Colombia más baratos. El principal es el azúcar que pone en riesgo la mayor actividad agrícola, que es la producción de 5 000 hectáreas de caña de azúcar.
El quintal que viene de Colombia se oferta en $14 mientras el costo de producción en el ingenio de la zona llega a $17. El panorama es más sombrío por la presencia de jornaleros de ese país que ofertan la jornada de trabajo a $3, cuando los trabajadores locales, casi todos afrochoteños, cobran $5, según las denuncias presentadas en las organizaciones locales de las comunidades negras. (LB)

"En el Valle del Chota hay prácticas de discrimen abiertas y solapadas"

Por falta de formación, los afrochoteños se disputan puestos de guardias, conserjes y mucamas de la zona

La discriminación se manifiesta de forma directa y aún solapada, según José Chalá, del Centro de Investigaciones Familia Negra (Cifane).
Es directa, al refirse a la desatención secular de los poderes locales y nacionales. "El caso del puente sobre el río Mira es elocuente". Por más de 50 años, la parroquia La Concepción y una hilera de pueblos que antes se servían del tren esperan esa obra.
El colapso en 2000 de la vía férrea los dejó aislados, pese a estar en el margen opuesto a la vía Ibarra-Esmeraldas, "lo que muestra que nunca se pensó en atender a esas comunidades sino a otros intereses, en el caso de esa vía, el de los que medran de los bosques de Esmeraldas". También la oferta laboral (conserjes, guardias o mucamas) expresa el abierto discrimen. "Eso se observa en la zona hotelera de Ambuquí".
En tanto, la menor presencia laboral en el ingenio de la zona, que fue creada en 1964 para incorporar mano de obra local, así como la participación minoritaria del negro en las asociaciones de cañicultores, expresa una forma disimulada de discriminación, dice el antropólogo Chalá. (LB)

Los éxitos deportivos animan a los profesionales a volver a su terruño

Una nueva corriente promueve el fortalecimiento de la cultura para superar las penurias locales

El boom futbolero también volvió la mirada de aquellos afrochoteños que salieron antes y quieren volver, motivados igualmente por el éxito deportivo de algunos coterráneos.
La mayoría son profesionales involucrados al arte y la investigación. El reto es que las comunidades acepten sus propuestas. Ese es el caso de los jóvenes agrupados en la fundación Piel Negra, que promueve el fortalecimiento de la autoestima y la cultura. La nueva corriente debe romper con los esquemas paternalistas, expresados en los planes manejados por las ONG, asociaciones locales y la iglesia.
Manuel Figueroa, vicario de Ibarra, señala que la Iglesia también está procesando los cambios. Insiste en que el trabajo va en función del hombre y su cultura, sin sesgo racial. Y enfatiza que es de doble vía, pues durante mucho tiempo a los afrochoteños se les ha dado apoyo sin exigir nada a cambio.
Para José Chalá, del Cifane, la única forma de vencer los vicios del pasado es abrir los espacios de decisión a los afrochoteños, en donde deben procesar sus contradicciones, como la división y la falta de organización. (LB)

OBRA PARADA

-Los servicios básicos en las comunidades del Chota son deficientes, pese a estar a lo largo de los ejes viales que conectan Imbabura, Carchi y Esmeraldas

-Todas las poblaciones carecen de agua potable. Las comunidades se abastecen de canales de riego, a los que se da un tratamiento mínimo.

-El acantarillado en las centros poblados más grandes tiene un promedio de cobertura del 50%. Los desechos van sin tratamiento a los ríos, junto con la basura.

-Los subcentros y centros de salud del Ministerio y el Seguro Social Campesino solo atienden dos o tres días a la semana y están desabastecidos.

-No hay farmacias privadas y las emergencias deben atenderse en Ibarra, Mira o Pimampiro. Hay organizaciones privadas que dan atención y medicamentos.

-Cada comunidad tiene su escuela. Hay tres colegios en la zona. La crisis agrícola amplió la oferta educativa. Al tema agrícola se agregaron las ciencias sociales.

-Entre los grandes proyectos pendientes en la zona están los sistemas de agua tratada, el complejo deportivo de El Juncal, el puente de La Concepción.

-La vivienda es otro factor de la pobreza. En 1998, la Curia inició un plan de vivienda para madres solteras, pero algunas no han cumplido con el pago.

Los adolescentes emigran

La emigración es la aternativa a la falta de trabajo para los jóvenes del Chota. El efecto: familias desmembradas y el campo abandonado, dice Benedito Méndez, vicepresidente de la Junta Parroquial de Ambuquí.
Con o sin formación secundaria, los jóvenes salen a Ibarra y Quito, a formar parte -en la mayoría de casos- de los cinturones de miseria.
En la última década, los éxitos de futbolistas coterráneos han alentado ese proceso entre los varones. La desilusión ha marcado a la mayoría, con el agravante de que muchos interrumpieron sus estudios para probar suerte, dice Patricio Delgado, de la fundación Agustín Delgado.
La suerte de las jóvenes no es mejor. Pero hay iniciativas con gran aceptación, como la manufactura de las artesanías en arcilla de las mujeres de Mascarilla. (LB)

¿El paternalismo termina?

En los últimos años surgió una corriente en el Valle del Chota que promueve la organización y el desarrollo integrales de los afrochoteños, como respuesta a las prácticas asistencialistas y paternalistas tradicionales.
La Federación de Comunidades y Organizaciones Negras de Imbabura y Carchi (Foconic) plantea reivindicaciones globales (derechos sociales, ley de circunscripciones territoriales y etnoeducación). Desde esa instancia, se inició el proyecto del Centro de Investigaciones Familia Negra de la tuna-cochinilla como un soporte comunitario a gran escala.
Hasta ahora se han dado iniciativas locales para proteger el recurso humano, como la escuela deportiva Agustín Delgado, el Centro de Alto Rendimiento de Salinas, de la Curia, o las brigadas médicas de Piquiucho, de Ulises de la Cruz. (LB)

PUNTO DE VISTA

Negros y pobres, doblemente marginados

Dos años atrás el Valle del Chota se constituyó para los ecuatorianos en una suerte de pueblo mágico: de ese suelo habían salido los deportistas que hicieron posible alcanzar el sueño de llegar, por primera vez, a un Campeonato Mundial de fútbol.
Entonces, el Chota fue el epicentro de la alegría y el optimismo. El pueblo fue visitado por autoridades, dirigentes, curiosos y periodistas. Los canales de TV transmitían en vivo y en directo, no solo porque allí estaba la noticia, sino porque se juraba que su gente tenía que ser reivindicada por la sociedad, por años de marginación.
Pero los pocos beneficios que recibió la comunidad los dieron futbolistas como el "Tin" Delgado y Cléber Chalá, quienes entregaron recursos económicos y dieron su tiempo para compartir con su gente, levantando la autoestima de ese colectivo, al que ayudan por medio de fundaciones. Pero, para el resto del país, el Chota volvió a su "estado natural" de abandono, y ya nadie se acuerda de su gente.
La marginalidad está a la vista; la gente del Valle no tiene futuro, los servicios básicos son inexistentes, la educación deficiente y ni siquiera se ha podido terminar un puente, por el que la población espera 50 años. El Chota es el reflejo de una realidad que unos se esfuerzan por cambiar y que otros prefieren no admitir, pero que es una verdad lacerante: negros y pobres, doblemente marginados. (TFF) (BLANCO Y NEGRO)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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