Quito. 16 jun 97 .- Diez y nueve de marzo de 1997. La casa donde
vivió el Che Guevara, en el barrio habanero de Nuevo Vedado,
pronto será un museo. Su segunda esposa, Aleida March, cuida de
los detalles -históricos y personales- de la morada familiar de
quien fuera el brazo derecho de Fidel Castro en los duros inicios
de la Revolución Cubana. Vistos desde la acera de enfrente, los
tres obreros negros que mezclan arena y cemento se muestran
alegres. A su manera, están ayudando a levantar la imagen de
quien, desde hace 30 años, es un símbolo en América Latina y en
el mundo.

30 de abril de 1997. En el metro de Nueva York, un intelectual
estadounidense -pelo crespo, lentes taco de botella, jean y
zapatillas deportivas- lee, apresurado, la portada de la sección
cultural (The Art) de The New York Times (NYT). Se nota que el
tema le interesa: subraya con insistencia varios pasajes del
artículo, y cuando hace la pausa ya es tarde, su parada queda
atrás... El resto de la extensa nota sobre el Che Guevara ("Del
Rebelde al cono pop"), seguramente lo terminará de leer en la
universidad.

En Cuba, el Che sigue manteniendo su nombre al filo de la
leyenda. Su vigencia en la isla está atada a una forma de
entender el mundo, a una ideología y a una política de Estado.
En Estados Unidos, en cambio, su nombre ha resurgido con fuerza,
a la sombra del símbolo rebelde, del cono mercantil e inofensivo
que, tres décadas después, se vende como reloj de cuarzo, disco
compacto, largometraje, esferográfico, camiseta o afiche.

Y aunque muchos se atribuyen el beneficio de su imagen, no le
cabe a él ninguna responsabilidad y menos culpa. Es más, algunas
personas que lo conocieron de cerca sostienen la tesis de que,
dada la recia personalidad del famoso médico argentino, eso es
lo último que le habría gustado que hagan con su nombre.

"El Che aborrecía el culto a la personalidad y siempre se burlaba
con sarcasmo de los conos", recuerda un viejo soldado de la
Sierra Maestra. Su novia de juventud, Mara del Carmen Pereyra,
le confesó hace poco a una prestigiosa revista norteamericana que
circula entre los intelectuales, que muchos de los que gritan su
nombre o usan una camiseta que lleva su rostro, en realidad no
saben como era el Che y menos cuál es el contenido real de sus
ideas.

Las imágenes oficiales que se exhiben en La Habana todavía le
siguen pintando como el Guerrillero Heroico, con lo cual Ernesto
Guevara quedó encajonado en una faceta de su vida.

El interés de la gran prensa de EE.UU. por la figura del Che
tampoco llamará mucho la atención, a no ser por el evidente giro
en su enfoque para analizar a un personaje que murió hace 30
años. Para comprender el cambio, cabe recordar que cuando el Che
estuvo al frente de las misiones diplomáticas cubanas, las
primeras planas se usaban para alertar al continente de las
terribles ideas del mayor comunista de América Latina (incluso
más peligrosas que las del propio Fidel Castro). En ese sentido,
la CIA puede atribuirse el beneficio de haber actuado con
conocimiento de causa y, sobre todo, con absoluta consecuencia:
defendió a pie juntillas los intereses de su país, aplicando los
métodos que ahora el propio NYT le reprocha públicamente, como
el caso del golpe de Estado de 1953, en Guatemala, contra el
presidente Jacobo Arbenz.

Desde la perspectiva de Washington, los tiempos han cambiado y
los riesgos de una contaminación ideológica de origen socialista
se han reducido a la mínima expresión. Bajo estas coordenadas se
explica el cambio de actitud y la tolerancia benévola con la que
se acepta hoy al Che Guevara en Estados Unidos. Tanto, que hasta
el Editor de la más influyente revista de libros de EE.UU.
recomendó a sus millones de lectores la compra de una detallada
biografía del Che, que incluye muchos calificativos que rescatan
el valor moral y ético de sus ideas.

¿Qué ha pasado en estas tres décadas para que la imagen del Che
viva, se reactive, se recupere y sea motivo de alabanzas?

El itinerario del Che Guevara ha seguido una trayectoria
excepcional e intensa. Al comienzo fue un camino labrado por él
mismo, gracias a sus tempranas convicciones ideológicas y a su
reconocida coherencia política. En ese sentido, la intransigencia
que le atribuyen gobiernos ideológicamente tan disímiles -como
el de Cuba y/o el de EE.UU.- tiene mucho fundamento. Esta fue,
seguramente, su etapa más dura porque, como él mismo lo recordó
alguna vez, en el camino hubo pocos amigos y muchos enemigos.
Pero después de su muerte en la sierra boliviana, en octubre de
1967, todos tomaron la posta e hicieron del revolucionario
argentino lo que quisieron. Y el Che se convirtió en el
hombre-guerrillero, el hombre-mártir, el hombre-mito y, con la
ayuda de Cuba y Estados Unidos, finalmente en el hombre-cono...

Los pueblos necesitan símbolos de resistencia para tener la
posibilidad real de hacer cambios políticos, y el Che es esa
figura por excelencia, le dijo al NYT Colin Robinson, director
de Verso, editorial especializada en literatura radical con
oficinas en Nueva York y Londres. Este argumento justifica, según
él, el renovado ímpetu editorial por las ideas y la vida del Che
Guevara en Estados Unidos y Europa.

El analista político mexicano Carlos Castañeda, conocido por sus
posturas críticas frente a la izquierda latinoamericana, sostiene
que el Che es el máximo símbolo de los años 60s, y admite que el
resurgimiento de su nombre implica volver a la nostalgia. ¿Por
qué? Según él, porque desde esos años no han habido otras ideas
y otras causas realmente trascendentes surgidas desde la orilla
izquierda de la región.

En Cuba, la relectura del Che comenzó a inicio de esta década,
cuando se desempolvaron sus escritos económicos que trataban un
punto crucial: el desarrollo de una sociedad socialista en un
país económicamente dependiente, ya no de Estados Unidos, sino
de la ex URSS. Las consecuencias llegaron muy arriba, al punto
que el propio Fidel Castro reconoció que si Cuba hubiese aplicado
bien sus ideas, el país no habría tenido tantos problemas como
ahora. Un reconocimiento explícito de que el embargo económico
de Estados Unidos no es el único lastre que pesa sobre la isla
desde comienzos de los 60s.

En la actualidad se han añadido nuevos elementos que han
relanzado el pensamiento del Che, hasta hacerlo rebotar con
fuerza en EE.UU. y Europa: el valor moral de su palabra, su
coherencia intelectual (fiel a su forma de entender el mundo) y
su aporte ético a la política (se negó a sacar ventaja del
poder). (Texto tomado de El Comercio)
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