Quito. 12 sep 98. Hoy, en la hacienda El Refugio (Píntag)
comienza la exhibición de 173 ejemplares. El público podrá ver
el esfuerzo de las 31 haciendas dedicadas a la cría y
desarrollo del caballos de paso peruano. Es el mayor evento de
su género en el país.

¿Dónde está el origen de este equino caracterizado por su
fortaleza y nobleza? La historia se remonta a Cristóbal Colón,
cuando, en su segundo viaje a América, trajo de España
alrededor de 20 caballos. Luego llegaron yeguas y sementales
de Andalucía al Caribe y se regaron por América.

Este caballo fue producto de una mezcla de tres razas de
caballos: andaluza, frisona y berberisca. Cada una aportó su
cualidad a la singular especie que constituye el caballo de
paso: del andaluz heredó el garbo y el cuello, de la frisona
la elevación en sus aires, y de la berberisca la tendencia a
la ambladura (marcha en que el caballo avanza con el pie y la
mano de un mismo lado, lo que produce un balanceo armonioso y
cómodo para el jinete). Esta característica es fundamental de
la raza, pues ese desplazamiento define a los caballos de
paso.

El caballo de paso, aparte de su cómodo amblar, se distingue
por la posición arrogante y orgullosa de su cuello al
desplazarse. También por la fortaleza y elegancia del braceo
-elevación lateral y hacia adelante de los miembros
anteriores- denominado "término".

Complementa las características del caballo de paso el
"avance" en el desplazamiento, que es determinado por el
impulso de los miembros posteriores, que no se elevan en
elegante "martilleo" como los anteriores, sino que parecen
resbalar sobre el piso con armonía y fortaleza.

Por tratarse de animales ancestralmente usados en el trabajo
de campo, no requieren de atenciones excepcionales y se
adaptan a cualquier clima y altura. La cantidad de alimento,
por ejemplo, depende de las características de cada animal,
así como del trabajo al que es sometido. Igual ocurre con la
dieta del sobrealimento, las vitaminas, sales y minerales
necesarias para su mantenimiento. El caballo de paso, por
nobleza, inteligencia y sensibilidad, requiere de afecto y no
le caben maltratos.

A fines del siglo pasado, en Loja y Cuenca existía un gran
comercio de este tipo de animales. Hace 60 años ya se
realizaban concursos de caballos de paso en esas ciudades,
según evidencias fotografías de la época. Luego resurgió la
afición por su crianza, impulsada por Carlos Feijoó.

Actualmente, otra vertiente de criadores de caballos de paso
está saliendo a escena. Son aquellos que consideran que el
caballo criollo tiene suficientes características genéticas y
morfológicas para diferenciarlas de otros equinos. Estos
criadores -Fabián Corral entre ellos- critican cierto
esnobismo de quienes prefieren comprar razas de afuera. En
contraparte, se ha abandonado el trabajo de desarrollar una
raza propia a partir de la riqueza genética que está en la
Sierra y en la Costa.

El programa de hoy

Desde las 09h00 * Se inicia el juzgamiento de las cuatro
categorías de potrancas de tiro. Se conocerán la campeona
joven de tiro y la denominada categoría bozal de 3 a 4 años.

A las 12h30 * Inauguración oficial del concurso.

Desde las 13h30 * Se presentarán las categorías de yeguas de
freno y espuela, de cuatro años en adelante.

El plan para mañana

A las 09h00 * Inicia el juzgamiento de 3 categorías de
capones, 4 categorías de potros de tiro y del campeón joven de
tiro, y los ejemplares de la categoría bozal, de 3 a 4 años de
edad.

Desde las 13h30 * Se presentan las categorías de potros de
freno y espuela, de 4 años en adelante.

Desde las 18h00 * Clausura oficial del concurso.

Razas * Fuerza y nobleza son parte de sus cualidades
El braceador criollo vive y galopa...

Fabián Corral

ESPECIAL PARA EL COMERCIO

En las haciendas de la Sierra se criaron desde hace siglos los
caballos de paso. Las aventuras y andanzas de nuestros
próceres están ligadas a ellos. Su gallardía era admirada en
las calles provincianas qu se llenaron con el braceo
espectacular de esos animales, que llegaban del campo
sudorosos, reviviendo esa especie de magia que concita el
hecho de venir de lejos, empolvados jinete y caballo,
recorriendo distancias que entonces eran enormes, por caminos
precarios, hechos a fuerza del tránsito moroso de las recuas.

Los "caballos de brazos" fueron lujo de señores y sueño
inalcanzable de mayorales. Eran los caballos de "entrar al
pueblo", los que ponían la nota de gallardía en las fiestas y
los que fijaban en el recuerdo de las gentes el prestigio de
haciendas y chalanes.

Se los montaba con montura de paseo, lujoso pellón, doble
rienda trenzada y espuelas roncadoras. Poncho y las botas de
cordón eran el atuendo de rigor del jinete; a veces el jinete
ostentaba pinganillo de gamuza. Y el sombrero de paño lo
usaban todos.

El jesuita Mario Cicala, en su memoria de la Provincia de
Quito, escrita en 1770, dice que en Ambato la gente paseaba
"muy por la mañana, al despuntar la aurora, en hermosos
caballos y mulas de caminar muy veloz y paso muy suave". El
presidente Rocafuerte montaba en Guayaquil a "Rodamonte", su
braceador criollo. García Moreno viajaba en las yeguas de
Guachalá, de pisos admirables.

Las mulas lojanas de paso hicieron época entre contrabandistas
y bandoleros. Curas y médicos, hasta avanzado el siglo,
recorrían el campo en caballos de paso llano.

El criollo de paso es una vieja tradición campera que se
prolonga, felizmente, en sus descendientes. Es una reliquia
que se conserva pura, como testimonio del berberisco que
trajeran a estas tierras Pizarro y Benalcázar. El criollo es
animal fuerte, de andares largos y rutas difíciles. Mantiene
la cadencia de la ambladura sin desmayo en chaquiñanes y
montañas.

Este noble animal conserva la rusticidad y la vocación por el
camino; guarda muy bien la belleza antigua: las crines largas
y los pechos amplios.

El caballo criollo creció con nuestra cultura rural. Es parte
de una identidad que busca afirmarse; es episodio de los
recuerdos provincianos que registran la memoria de haciendas y
hacendados que los criaron, de chalanes que los hicieron
animales de silla.

El caballo de paso criollo está allí, en el campo, en los
valles, en la Costa, esperando el rescate que tarda y el
esfuerzo de ponerle en el lugar que merece. Allí están los
alazanes, moros, tordillos, con sus colas densas, sus ojos
vivos y sus caras esculpidas.

Suscribo la vigencia del caballo criollo de paso, sin más
pretensión que la de darle un espacio y permitir que la gente
lo descubra de nuevo. Suscribo su valentía, su fuerza
demostrada en caminos y riscos donde otros caballos de razas
renombradas y brillantes se quedaron -aturdidos por la altura,
cansados por la inclemencia de los páramos-, doloridos los
cascos habituados a pisar el césped de las canchas, y casi
nunca las piedras y la cangahua de nuestros suelos.

País * Tres siglos de vida
El galopero está lleno de virtudes
Leonardo Serrano

ESPECIAL PARA EL COMERCIO

El caballo americano tiene su origen en los que desembarcaron
en 1493 en Isla Española, (Rep. Dominicana). Los antepasados
directos de todos los criollos fueron los caballos andaluces
tipo berberisco. De Panamá, Centroamérica y Colombia -primeras
regiones en producción de yeguarizos- pasaron al Perú. En 1532
empezó el verdadero intercambio caballar en el continente.

Con el tiempo, el número de las caballadas aumentó y se
formaron manadas silvestres. En EE.UU. y México asomaron
mustangos y mesteños; los cimarrones o cerreros vagaban por
las regiones andinas; los alzados poblaban los llanos
venezolanos y los baguales las pampas argentinas.

El caballo criollo -exento en lo posible de mestizaje-
conserva el fenotipo del primitivo andaluz: talla mediana,
cabeza corta y triangular de perfil recto o subconvexo, orejas
pequeñas, ojos grandes, hocico fino, cuello erguido y adornado
con abundantes cerdas de la crinera, grupa semioblicua,
cuartos traseros redondeados, algo caídos en algunos,
musculados con extremidades fuertes y caja toráxica profunda
que favorece la capacidad pulmonar.

Este animal modelado en fuerza, rápido y ágil, es auténtico
caballo de silla; es el de vaquería, vivaz, voluntarioso,
hermoso y paciente. El criollo, aquel que en nuestro campo se
llama galopero o "galuchero" es pequeño y manejable, adaptado
por selección natural al clima desapacible. Es rápido y
funcional para el trabajo; valiente para enfrentar a un toro
en campo abierto o en el ruedo. Su viveza y mediana alzada
están vinculadas a 300 años de rigurosa selección natural.

Los criollos empleados por charros, llaneros, chagras y
gauchos provienen de un solo tronco genético. Hay variedades
que difieren en proporciones y andares. Las variaciones se
deben al clima, calidad de pastos, al hecho de ser criados en
valles o en montaña...

El caballo de vaquería es apropiado para lacear; es
indispensable en el diario trabajo de la hacienda; es amigo
del mayordomo y del patrón. El futuro de nuestro caballo
criollo dependerá de que se mantenga su tipo racial y sus
características. La intervención del criador debe orientarse a
conseguir una raza natural mejorada, cuyo objetivo sea
mantener y mejorar, sin tergiversar, sus cualidades naturales
y producir auténticos animales de trabajo. (Texto tomado de El
Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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