Quito. 2 ene 97. (Editorial) Entre los recursos que la
naturaleza ofrece a todos los seres vivos y desde luego al
hombre, el bosque figura en primera línea, junto al aire y al
agua. Estos dos últimos elementos dependen en gran medida del
bosque, para su presencia en el medio.

Hace bien el sistema educativo de los modernos países, el haber
introducido en los programas de enseñanza, materias como la
ecología y otras, que tienden a inculcar en las nuevas
generaciones, el amor a la naturaleza y el conocimiento de cómo
preservarla.

El continuado milagro de la naturaleza hizo que el bosque fuese
un recurso renovable. Este carácter le confiere una significación
y una importancia singulares, si se lo compara con otros recursos
como el minero o el hidrocarburífero, llamados a agotarse
mediante la explotación.

El bosque debe protegerse y debe producir, pues de la combinación
técnica de estas notas propias de su comportamiento en el medio
ambiente, surgen los condicionamientos impuestos por la
silvicultura, para su defensa y para su utilización inteligente
y provechosa, que es el objetivo del manejo sustentable.

Fuera de toda duda está la importancia del recurso del cual
tratamos. Mas no podemos perder de vista que su empleo por parte
de los pueblos, tiene que ser confrontado con su condición de
aprovechamiento planificado y a largo plazo.

Es deber de la sociedad y es deber del Estado proporcionar al
bosque, a partir del conocimiento de su valor dentro del
equilibrio ecológico, las condiciones legislativas, políticas,
económicas y sociales, para que el recurso forestal alcance el
sitial que le corresponde por su papel en la protección del
medio, y la prioridad que no cede en trascendencia a ningún otro
aspecto material, que deben tener los programas relativos a
preservación, forestación y reforestación en la economía
nacional.

Si se toma conciencia de que el bosque desempeña el doble papel
de catalizador y regulador del medio ambiente, gracias a la
legislación que se llegue a expedir, con el consenso de quienes
dependen directa o indirectamente de él, tanto del sector público
como privado, tendríamos un instrumento de suma importancia para
el futuro del medio ambiente y de la economía nacional.

Con educación inculcada en forma sistemática y técnica en la
población, nuevamente con el esfuerzo del sector público y
privado, que apliquen con propiedad, seriedad y fe la legislación
protectora y promotora del bosque y del medio natural, será
posible potenciar la aptitud o habilidad natural del Ecuador,
como país con enorme potencial forestal, en donde los árboles
crecen de forma casi espontánea, a gran velocidad, en gran
variedad, gracias a su inmejorable posición geográfica con gran
variedad de suelos, temperaturas, alturas y pluviosidad, que son
indudablemente ventajas comparativas, que no se deben descuidar.

A partir de la educación que ilustrará a las actuales y futuras
generaciones en la trascendencia del cuidado del bosque, a las
que se inculcará con el conocimiento, la admiración por sus
bellezas y encantos, habría que esperar que a futuro se elimine
la deplorable quema de los bosques, de los montes y chaparros.

Conductas como la descrita, provocan irreparables pérdidas y casi
siempre larga espera para que se produzca la regeneración de los
elementos vivos de la tierra, como bacterias nitrificantes y
otras, que desaparecen debido a la quema del manto vegetal y que
comprende con exagerada frecuencia también la del vuelo forestal.

Si entendemos el fenómeno natural como un todo complejo que se
articula en función de leyes de equilibrio biológico, cuyo
cumplimiento y efectos no pueden ser modificados, entenderemos
que salvar el bosque no depende de medidas de policía.
Entenderemos entonces, que la preservación del medio es una
cultura integral, de la cual nadie puede sustraerse, sin romper
la cadena en la cual consiste esa misma protección, protección
que engloba al menos problemas socioeconómicos, culturales,
ambientales y políticos.

Entenderemos por fin, que el bosque, milagro de la naturaleza,
puede ser mantenido, sustentado, protegido y salvado, con el
respeto de todos, con su empleo racional e inteligente. Veremos
cómo las condiciones óptimas y excepcionales de la naturaleza
ecuatoriana, responden a esa potenciación de la que hablábamos
líneas atrás.

Este gran desafío de hoy es acaso el más importante que tienen
nuestra sociedad en conjunto y el gobierno nacional. (DIARIO
HOY) (P. 5-A)
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