Quito. 23.04.95. El alcohol y la muerte van -casi siempre- de la
mano. Hace un año, 53 personas de la parroquia Llano grande
perdieron la vida en un accidente provocado por la mala maniobra
de un chofer inexperto que debió tomar el volante porque el
conductor esta ebrio.

El bus que cayó a la quebrada se llevó consigo a los músicos de
la banda, a los niños del grupo de danza, a las mujeres, a los
ancianos, a los padres...

Minutos antes del accidente el viejo vehículo era una fiesta. La
gente cantaba, bailaba, gritaba y bebía. Sobre todo bebía. Pero
el alcohol arrasó a todos hasta el fondo del abismo. Cuentan que
el rescate de los cuerpos estuvo marcado por un penetrante olor a
licor...

EL ALCOHOLISMO NO TIENE REMEDIO

Durante mucho tiempo se consideró al alcohólico o al adicto como
un degenerado social o vicioso, por lo que su "tratamiento"
consistía en cárcel, prisión e, incluso ejecuciones públicas que
servían de "ejemplo" a otros bebedores.

Pero el adicto no respondía ni al castigo de la cárcel, ni a las
amenazas de enfermedades más graves, ni a la persecución.

Muchas veces, incluso, se lo encontraba en los hospitales o en
las prisiones buscando licor.

Hoy se sabe que la adicción es un fenómeno resultante de la
predisposición genética, la influencia ambiental y lo aprendido
en el transcurso de la vida de una persona.

No se debe a la falta de voluntad, ni el resultado de otra
condición psiquiátrica. La adicción es una enfermedad primaria,
con su propia causa, síntomas y prognosis. Una enfermedad
obsesiva, en la que el sujeto llega a tener una idea fija en su
mente.

Una patología compulsiva que provoca la pérdida de control sobre
el consumo cuanto toma la primera dosis o copa, debido a las
alteraciones producidas en su organismo. Un mal progresivo y
crónico que avanza paulatinamente y que no tiene cura, pero sí
tratamiento.

Y un problema potencialmente fatal, que de no controlarse conduce
inexorablemente al individuo a la cárcel, al hospital
psiquiátrico o a la muerte...

TRAGUITOS

- El 7% de los ecuatorianos son alcohólicos y más del 40%
bebedores excesivos. Los que no llegan a esta clasificación -pero
tienen hábito de beber- alcanzan, en el país, el 60%.

- La edad promedio de los individuos considerados alcohólicos en
el Ecuador es de entre 15 y 44 años, gente joven y potencialmente
productiva, ubicada especialmente entre la población de escasos
recursos.

- La quinta parte del porcentaje de alcohólicos está conformada
por mujeres. La incidencia del alcoholismo femenino es mayor
entre las mujeres de clase media-alta y en las zonas rurales.

- Fuentes del Ministerio de Salud (MSP) aseguran que uno de cada
13 adultos en el Ecuador padece de adicción alcohólica.

- La capital del alcoholismo, según datos del MSP, es Santa
Isabel, donde el 8 por ciento de ecuatorianos mayores de 15 años
eran alcohólicos en 1985. Y el 7,65 tenían problemas con el
alcohol.

- En Azuay el porcentaje de alcohólicos para 1985 era del 12,5.
Pero esta cifra crece año tras año, como lo demuestra una
investigación efectuada en 1980, cuando el 9 por ciento de
mayores de 15 años sufrían alcoholismo.

- La disminución de la producción de los alcohólicos equivale al
7,3 por ciento del producto interno bruto (PIB), sea por el
ausentismo, bajo rendimiento o pérdida del trabajo.

¿UN HABITO DENIGRANTE?

El alcoholismo puede ser detenido a través de un programa de
soporte permanente,pero en nuestro medio está considerado como un
hábito denigrante. El paciente, entonces, tiene mucha resistencia
para aceptar su enfermedad, y esto es un obstáculo para
detectarla tempranamente y tratarla.

Muchos alcohólicos se sienten desvalorizados, despreciados, y
llegan a la depresión o al suicidio. Siquiera el 90 por ciento de
ellos lo han intentado no una vez, sino varias. Muchos atentan no
solo contra su vida sino también contra la de sus familiares.

Sin embargo, dejar el hábito de beber no es fácil. La
recuperación no tiene límites. Lo primero y, sin duda lo más
complejo, es aceptar la condición de alcohólico. Para ello, el
enfermo deberá haber tocado fondo, pues solo entonces aceptará
que necesita ayuda.

La desintoxicación (a través de la recuperación del estado
nutricional especialmente) es el segundo paso. El tercero y
definitivo es la incorporación a alcohólicos anónimos, en los que
la dependencia del enfermo se transfiere de la bebida al grupo de
recuperación.

Una serie de síntomas y signos acompaña a la retirada del
alcohol, comenzando generalmente 12 a 48 horas tras el cese de la
ingesta.

El síndrome de abstinencia leve incluye temblor, debilidad y
sudoración. Algunos pacientes pueden sufrir convulsiones
generalizadas (epilepsia alcohólica o convulsiones de alcohol).

El alcoholismo puede ser detenido a través de un programa de
soporte permanente, pero en nuestro medio está considerado como
un hábito denigrante. El paciente, entonces, tiene mucha
resistencia para aceptar su enfermedad, para admitir esa derrota
frente al alcohol y esto es un obstáculo para detectarla
tempranamente y tratarla.

Si la enfermedad ha sido descubierta en una etapa avanzada quizá
el individuo se haya deteriorado mentalmente, perdido el apoyo de
su familia, el trabajo y tal vez esté marginado por la sociedad.
Entonces va a tener pocas probabilidades para encontrar una
motivación para su recuperación.

ENFERMEDAD DE ORIGEN DESCONOCIDO

Las personas que abusan del alcohol constituyen un grupo humano
heterogéneo, de manera que una estrategia de simple tratamiento
no es adecuada para trabajar con todos ellos.

Sin embargo, todo alcohólico se identifica por la dependencia o
adicción grave y presenta un patrón acumulativo de
comportamientos asociados a la bebida, en el que predomina la
ingobernabilidad de sus propios actos.

La etiología es desconocida. Pero las hipótesis psicológicas -no
compartidas por los alcohólicos anónimos- señalan la frecuente
incidencia de ciertos rasgos de personalidad, que incluyen
cualidades esquizoides (aislamiento, soledad, timidez),
depresión, dependencia, impulsividad hostil y autodestructiva e
inmadurez sexual.

Se sospecha de la existencia de defectos genéticos o bioquímicos
que conducen al alcoholismo, pero ello no ha podido ser
demostrado claramente.

Se considera que las familias de alcohólicos son más propensas a
adquirir este mal que trae consigo una cadena interminable de
efectos destructivos, pero esto muchas veces no es más que un
prejuicio colectivo y aun de ciertos profesionales de la
Medicina.

Lo cierto es que intoxicación alcohólica frecuente interfiere en
la capacidad social y laboral del individuo. El alcoholismo puede
conducir al fracaso matrimonial y, eventualmente, cuando el
ausentismo laboral es intolerable, al despido.

Las opciones son varias. Los alcohólicos pueden buscar
tratamiento médico para su hábito, sufrir lesiones físicas, ser
detenidos por conducir bajo los efectos del alcohol y hasta ser
hospitalizados por delirium tremens -que es una forma extrema de
intoxicación alcohólica- o cirrosis hepática.

LA INFLUENCIA DEL ALCOHOL

La influencia del alcohol es más compleja que la de cualquier
otra sustancia de la cual el ser humano quiera abusar. Tiene la
capacidad de desarmar las moléculas de agua que cubren las
proteínas que forman los receptores de las células. Este efecto
lo consigue en algunas personas después del consumo de dos
inocentes cervezas, y en otras ocasiones sólo cuando el bebedor
se está emborrachando.

El alcohol hace que algunos de los receptores celulares sean más
sensibles y los despierta. En otras ocasiones los desconecta.
Cada acción desencadena -dentro de los circuitos del cerebro-
complicados cambios.

Su efecto nocivo ocurre en el salto anatómico que comienza en el
tronco cerebral, una estructura que está entre la médula espinal
y el cerebro y que es asiento de muchas funciones esenciales,
aunque inconscientes.

Según los expertos, la recuperación para los alcohólicos podría
ser más fácil si el alcohol fuera parecido a la heroína, pues
esta substancia encuentra un lugar apropiado en lugares
específicos del cerebro y se deposita en los receptores de las
células, como una llave en una cerradura. Pero el alcohol no
tiene receptor. No encuentra su propio hueco en la cerradura de
las muchas puertas de percepción de las células. En su lugar, se
insinúa en innumerables partes de ella causando efectos diversos
y peligrosos en el organismo.

Pero eso no es todo. El alcohol se absorbe principalmente en el
intestino delgado y pasa a la sangre, donde se acumula porque la
absorción es más rápida que la oxidación y la eliminación.

Las formas más frecuentes de lesión orgánica específica son la
cirrosis hepática, la neuropatía periférica y la miocardiopatía,
a menudo acompañadas de arritmias. La gastritis es frecuente.
También la pancreatitis. En algunos alcohólicos, la alteración de
la función hepática es simplemente irreversible.

CHUPAR EN LOS MIRADORES

"¿Claro que chupamos. Si no para que vamos a ir?", responde
extrañado uno de los 5 jóvenes (3 hombres y 2 mujeres)
-visitantes frecuentes de los miradores de la ciudad- con los que
dialogó Blanco y Negro.

Para ellos, la cosa es simple: lunes "porque es kábala",
miércoles porque hay fútbol; viernes, sábado y domingo "para
salir de la rutina"; cualquier día y cualquier lugar resultan
buenos para "un chupe".

Pero, sin duda, los miradores de la ciudad son uno de los
preferidos. El de la nueva vía a Tumbaco, el de Guápulo, el de
Nayón, el de la vía Intervalles y el de "el mosquito" (como
llaman los jóvenes al que está ubicado detrás del Hotel Quito)
son los más frecuentados por ellos, especialmente los fines de
semana. Explanadas de cemento en los que la oscuridad es
cómplice, el frío pretexto y el paisaje estímulo para ingerir
"cualquier cosa que sea tomable".

Según los jóvenes: el escenario perfecto para abrigar -con
trópico seco, vino, cerveza, tequila y, "en ocasiones especiales
hasta whisky"- la más helada de las noches.

"¿Por qué? Pues porque no hay nada más que hacer", dice uno de
ellos. "Para divertirse", "para socializar", "para salir de la
rutina"... los demás exponen las razones.

La verdad es que no se necesitan muchas para beber hasta las
últimas consecuencias. Ellos los confirman:

"Lo que pasa es que cuando uno se encuentra con los amigos y se
pregunta qué hacer, lo primero que se le ocurre es: chupemos
pues.. después nadie se va a la casa hasta quedar hecho tatuin"
(pegado al piso, como explican entre risas).

¿Y LAS MUJERES?

Para las mujeres los límites no llegan tan lejos. "Depende del
ánimo -aseguran- si estás alegre y te sientes bien, los traguitos
que te pegas son para amenizar... solo hasta estar un poco
picada. Pero si estás deprimida te puedes hacer pedazos".

La frecuencia con que beben les ocasionan a los jóvenes, gastos
significativos. La famosa "vaca" da vueltas varias veces y una
noche de "chupe" cuesta (con variantes) entre 25 y 30 mil para
los hombres y entre 5 y 10 mil -"un precio simbólico- para las
mujeres.

El promedio de edad de la gente que "chupa" en los miradores es
de entre 14 y 25 años, según las fuentes.

La compañía es casi siempre "el grupo de panas", la "pelada" o
"alguna chulla"... como afirman estos jóvenes de clase media, con
auto propio y sin ganas de buscarle a las cosas demasiadas
explicaciones.

"Puede ser que esto sea un camino al alcoholismo o talvez es un
alcoholismo pasivo en el que hemos caído y no nos damos cuenta",
dicen.

Lo cierto es que, cada fin de semana, la cita en los miradores o
en los estacionamientos de los parques (el de La Carolina y el
Inglés son los más frecuentados) es infaltable. Quizás porque
-como dice uno de ellos- "no hay dónde más chupar" o porque son
los únicos sitios en los que es posible levantar la música a todo
volumen, lanzar las botellas al vacío hasta alfombrar el piso con
vidrios rotos, tomar hasta quedar "hecho araña" o dormirse en una
vereda sin que nadie -ni siquiera ellos- necesite una
explicación.

UN LUGAR FRIO

En el Ecuador son innumerables los casos de niños con padres
alcoholizados. Niños que no tienen qué comer, que roban para
hacerlo o que sufren agresiones físicas de sus propios padres.

Niños muchas veces desadaptados, que tienen un irregular avance
escolar, no juegan, y alcanzan una madurez precoz. Y que, en
consecuencia sufren el rechazo de sus amigos, de sus compañeros
de escuela y de sus profesores.

La familia de un alcohólico generalmente pierde su nivel de vida:
los padres se denigran, quedan en el desempleo o solo consiguen
trabajos temporales.

Las mujeres de alcohólicos se vuelven jefas del hogar y aceptan
el problema con resignación... pero se convierten en mujeres
frustradas y agotadas. Cuando el alcohólico es el padre la madre
se esfuerza por atender el hogar, suplir su falta en lo afectivo
y económico, pero cuando ella es la enferma el padre se
desentiende y encarga a parientes la atención de sus hijos.

Por eso, el hogar de un alcohólico es generalmente un lugar
desorganizado. Un lugar frío en el que la familia trata al
alcohólico que tiene en casa como a un enemigo, un ser cada vez
más lejano, que solo ocasiona dolor...

HABLA ALGUIEN DE LA DOBLE A

En Quito hay 12 grupos de 10, 15 y hasta 30 personas en
alcohólicos anónimos (AA), dice a BLANCO y NEGRO Julio Henández.

"Es un ínfimo número, en relación a la cantidad real de
alcohólicos que existe en esta ciudad", señala este profesional
de 40 años, para quien la ayuda que encontró en AA contribuyó
definitivamente a detener su enfermedad.

Indica, también, que los alcohólicos que han conseguido más de un
año de sobriedad son realmente una minoría que, así, tiene buenas
probabilidades de superar el mal. "Un 50% de los alcohólicos
abandona la sobriedad en los primeros meses de abstinencia en los
primeros meses de abstinencia", dice con un dejo de fanatismo.

Aficionado a las comparaciones, Julio añade que si se lo pone
junto con el cáncer, el tratamiento es exitoso aun cuando una
minoría es la que logra poner a la enfermedad bajo control. Pero
que, asimismo, es muy pobre si se compara con una enfermedad
bacteria.

Fue durante la gran depresión en los EEUU que se organizó AA,
informa. Ello significó que se había alcanzado definitivamente la
comprensión de que el alcohólico es un enfermo, no un viciosos o
degenerado.

"El de AA es el tratamiento más exitoso contra el alcoholismo",
afirma. "En él no se culpa a la persona enferma, pero si le hace
responsable de todos sus actos".

ADMITIR LA DERROTA

Dice que lo más difícil para un alcohólico "es admitir la
derrota, aceptar que el alcohol es más suspicaz que uno, saber
que es imposible aquello de que se puede dejar de beber cuando se
quiere, que el alcohol produce un ceguera al alcohólico en cuanto
a su condición".

Comenta, además, que el alcohólico es un borracho agresivo,
beligerante, patético "y hasta llorón". Es el que siempre busca
alguien con quien beber, bajo cualquier pretexto "este es un
síntoma típico, dice". En sus primeros años, probablemente era el
último en "caer" durante una jornada de tragos, pero debido a que
el consumo inmoderado de alcohol produce estragos en el
organismo, especialmente en el hígado, luego será el que "cae"
después de beber apenas un vino o una cerveza.

"¿Cuál es la principal causa de muerte entre los alcohólicos?",
se pregunta. Y responde con reveladora dureza: "Aunque no lo
parezca, no son los accidentes, sino el atragantamiento en propio
vómito mientras duerme la borrachera".

"¿Que cómo contraje la enfermedad...? No me interesa saber si
nací o me hice alcohólico. En AA decimos que lo que importa es no
morir borracho responde.

AA es una estructura aparentemen anárquica, añade. No impone
reglas, pero si da sugerencias. No existen autoridades. Tiene un
"libro grande", donde está todo lo que hay que saber para
emprender en una vida de sobriedad, los 12 pasos para dejar la
enfermedad y las 12 tradiciones para mantener el grupo. Se
financia con las contribuciones de los propios miembros.

"Nada es secreto, salvo las identidades", dice Julio.

"Tampoco es un grupo de alta terapia ni un ejército de salvación
que anda buscando alcohólicos para auxiliarlo explica. "Es una
comunidad solidaria de hombres y mujeres que comparten sus
experiencias y fortalezas, donde algunos de los miembros han
olvidado sus fechas de nacimiento, pues comenzaron a vivir cuando
dejaron de beber".

NUEVE MITOS

1.- "El alcohol es sedante o depresivo". Falso. Cambia su
acción -estimulante o sedante dependiendo de la cantidad en que
se lo ingiere.

2.- "El alcohol tiene el mismo efecto químico y fisiológico en
todas las personas". Falso. Afecta de diferentes maneras a las
distintas personas que lo toman.

3.- "El alcohol es una droga adictiva". Falso. La adicción no
depende del tiempo en que se desarrolla el habito de consumirlo,
sino de quien lo hace: es una droga adictiva pero selectiva.

Uno de cada nueve personas que toman es alcohólico, esa es la
proporción.

4.- "La adicción al alcohol es sicológica. La adicción al alcohol
es fisiológica". Falso. Los alcohólicos se convierten en adictos
cuando sus organismos no procesan el alcohol normalmente.

5.- "Los alcohólicos tienen problemas sicológicos o emocionales".
Falso. Los alcohólicos tienen problemas sicológicos o emocionales
igual que el resto de las personas,pero que se ven agravados por
la adicción que debilita la capacidad del alcohólico para
enfrentar con éxito problemas comunes.

6.- "Los alcohólicos tiene más problemas sociales y económicos".
Falso. Son similares a los de los demás, pero su capacidad para
manejarlos está limitada por la enfermedad.

7.- "Cuando un alcohólico está bebiendo se revela su personalidad
verdadera". Falso. El efecto del alcohol sobre el cerebro la
distorsiona: la sobriedad -el "sano juicio"- revela su verdadera
personalidad.

8.- "Los alcohólicos pueden beber sin efectos nocivos limitando
la cantidad de alcohol que toman". Falso. Los alcohólicos nunca
pueden beber licor con seguridad. (Fuente AA) (REVISTA BLANCO Y
NEGRO. PP.5-8)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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