Quito. 01 ago 2000. El rendimiento de las actividades agrícolas es
de apenas 8 por ciento. Los trabajadores en plantaciones modernas
tienen mejor remuneración.

A pesar de que el Ministerio de Agricultura dictó un decreto
liberando el comercio de los insumos agropecuarios, estos siguen
fuera del alcance de muchos productores. Los fertilizantes cambian
de precio cada 20 días, dice Víctor Ahón, productor de arroz de
Quevedo y presidente de la Asociación de Productores de Ciclo
Corto. "Los costos de estos cultivos pasaron de USD 605, en 1999,
a 1 200 ahora".

Dentro de los costos agrícolas, el trabajo en el campo es uno de
los más complicados de manejar, por lo que debiera tener un
tratamiento especial, dicen los empresarios. No tanto por el
esfuerzo del trabajador sino por las dificultades para controlar
que las actividades sean eficientes y, por tanto, que la
remuneración sea justa, señalan.

La variedad de trabajos en una finca hace difícil evaluar una
actividad. De ahí que la mayoría de hacendados prefiere pagar por
obra. Un millón de sucres por "rozar una hectárea de monte", por
ejemplo.

Un informe de la Cámara de Agricultura de la I Zona señala que "en
la agricultura es muy complicado medir la eficiencia del
trabajador, debido a la variedad de actividades. Hay otros
condicionantes, como la calidad del suelo y los tipos de
cultivos".

Lo anterior apunta a que, en términos generales, la utilidad del
agricultor sea mínima, de un 8 por ciento según la Cámara. La
falta de mano de obra calificada en el campo hace que la actividad
parezca mal pagada.

En marzo, las cifras oficiales señalan que se pagaron entre 30 mil
y 35 mil sucres diarios por jornal a cada trabajador.

A partir de abril, este valor se incrementó a 50 mil sucres como
resultado de la unificación salarial. Actualmente está en unos 82
mil sucres diarios, aunque existen trabajadores que piden sobre
los 100 mil sucres.

Sin embargo, la mayoría gana mucho menos. En Quevedo, por ejemplo,
un jornalero recibe 60 mil sucres al día. En la Sierra es más bajo
debido a la mayor oferta de mano de obra.

En las afueras de Ambato, los jornaleros reciben unos 50 mil
sucres diarios, pero se trabajan siete días a la semana y la paga
se hace a medio día del sábado.

Al otro lado de la moneda están las actividades más productivas.
En las plantaciones de flores, por ejemplo, un trabajador gana
hasta 2,5 millones de sucres, incluidas horas extras. Las jornadas
se prolongan por unas nueve horas, incluidos sábados.

Este ritmo de trabajo contrasta con el de jornaleros en fincas o
haciendas, donde las labores suman máximo seis horas diarias,
siempre que las condiciones climáticas lo permitan.

La Cámara de Agricultura de la I Zona estima que la real
productividad de la mano de obra o "productividad marginal" en el
campo es del 58 por ciento, pero se paga por un 100 por ciento. De
ahí que el trabajador gana hasta el doble (de los 82 mil sucres
oficiales) por hora de trabajo real realizado, dice.

Esa remuneración apenas le permite tener una vida de subsistencia
al trabajador, donde su productividad es clave.

Un informe del Servicio de Información y Censo Agrícola (SICA)
afirma que si se aumentara la productividad de la mano de obra en
en un 25 ó 50 por ciento, por cinco años consecutivos, se
generarán entre 5 441 y 7 955 millones de dólares, casi la mitad
de la deuda externa.

La falta de productividad de la mano de obra se aprecia en el alto
porcentaje que tiene en los costos de producción. Según datos de
la Cámara de Agricultura de la I Zona, en la papa, por ejemplo, la
mano de obra se lleva el 25,44 por ciento del costo final, en la
arveja el 53,94, en el haba 55,48 y en el fréjol llega hasta el
67,61 por ciento.

Construcción * En el Austro los albañiles ganan USD 48 por semana

Cuenca demanda trabajadores

Los emigrantes pertenecían al sector de la construcción y su
salida redujo la mano de obra disponible. Ellos financian la
inversión en el sector.

Redacción Cuenca

El sector de la construcción del Austro, que invirtió USD 60
millones en lo que va del año, ha encontrado la fórmula para
suplir a la mano de obra calificada que se embarcó al extranjero.
En los EE.UU. un albañil gana 17 dólares la hora. Ante la falta de
obreros, los constructores azuayos han contratado de manera
directa a albañiles procedentes de Cañar, Chimborazo y Cotopaxi.

Segundo N. (no quiso ser citado), de 30 años y oriundo de
Chimborazo, es uno de los trabajadores de la construcción
emigrantes. Él dice que tomó esa decisión porque en Riobamba
ganaba 600 mil sucres por semana, mientras que en Cuenca recibe el
doble. En cambio, un amigo de Manuel L., del cantón Cañar y de 35
años, le contó que es más fácil encontrar trabajo en Azuay.

La necesidad de más obreros se origina en el repunte del sector en
la región. Dos factores inciden: la reactivación económica y las
divisas que envían los emigrantes para, precisamente, levantar
casas o edificios.

Humberto Cordero, gerente de la Cámara de la Construcción de
Cuenca, afirmó que entre enero y junio del 2000 se construyeron
300 mil metros cuadrados, con una inversión de USD 60 millones. De
estos el 95 por ciento se destinó a vivienda, el 3 por ciento al
comercio, y el 2 por ciento son edificios, hospitales y escuelas.

Cordero, sin embargo, agregó que a pesar que en la región se paga
más que en el resto del país persiste la escasez de mano de obra.
Esto ha provocado la migración de gente de centro y del norte del
Ecuador.

"Principalmente de Riobamba donde les pagan la mitad, y por eso a
los obreros les incentiva a venir a Cuenca". La mayoría de las
personas del Austro que se dedicaba a este oficio emigró a EE.UU.,
España e Italia.

Un cálculo conservador indica que al menos 450 obreros de la
construcción flotantes se han trasladado al Austro.

Un recorrido realizado por este Diario permitió constatar el lunes
que cerca de 300 albañiles se reunieron en la plaza de San
Francisco de Cuenca, en busca de trabajo. Uno de ellos es José
Pérez, quien señaló que se puede hallar empleo con mayor facilidad
que en meses anteriores, "Casi todos encontramos trabajo, en dos
días máximo". Eso no ocurría en 1999 y a inicios del 2000.

En la actualidad, los albañiles cobran por cada semana de trabajo
1 200 000 sucres (USD 48) y los oficiales 900 000 (USD 36).

Pablo León, arquitecto de una constructora azuaya, explicó que le
resulta difícil contratar mano de obra calificada. Por cada semana
de trabajo un maestro albañil cobra 1 000 000 de sucres (USD 40),
los albañiles 800 000 (32 dólares), y a los oficiales se les paga
400 000 (USD 16). "Nos resulta complejo hallar trabajadores
idóneos, a pesar que por la constructora rotan 20 de ellos".

León dice que en 1999, a causa de la crisis, se evidenció una
disminución de las personas interesadas en construir. Su empresa
apenas recibió tres contratos para obras de ingeniería y tres de
vivienda. En el 2000, la situación es diferente y en apenas seis
meses ya construyó siete viviendas y se firmaron contratos para
seis obras de ingeniería.

León agregó que otra expectativa favorable para el sector es la
disminución en el precio de algunos materiales de construcción.
Así, la duela de madera pasó de 120 000 sucres (USD 4,8) a 90 000
(USD 3,6). También por situaciones de orden climático se ha
reducido el valor del ladrillo de USD 0,28 a 0,22 dólares.

La vivienda social crece pero todavía es insuficiente

Datos del Miduvi afirman que el déficit de vivienda en el país es
de 1 200 000 unidades. El proyecto de vivienda social del Gobierno
tiene un problema: el financiamiento. La banca privada aún no
genera las suficientes líneas de crédito para los cuentahorristas
de los programas de vivienda. En ese sentido la incursión de
capital extranjero parece una alternativa. "Es buena para el
sector, porque genera competitividad" sostiene Roddy Cabezas,
presidente de la Cámara de la Construcción de Quito (CCQ). Pero
quiere que las reglas sean claras."Que inviertan bajo las mismas
reglas de juego, que no se vean beneficiadas por reglamentaciones
de índole legal".

A la vivienda social parece irle bien. "Hemos tenido una magnífica
respuesta", así resume la acogida que ha tenido este año el
Sistema de Incentivos a la Vivienda (SIV), su coordinar general,
Alberto Guzmán. "1998 fue un año muy malo para el sector, y
especialmente para el SIV, con las constantes devaluaciones en las
ofertas y demandas. Esto se sumó a cierta reticencia de la banca
privada en otorgar créditos a largo plazo a personas de poca
solidez económica".

En los seis programas de vivienda que lleva adelante el Ministerio
de Desarrollo Urbano y Vivienda, desde planes de vivienda rural,
mejoramiento, hasta rehabilitación de edificaciones patrimoniales
para vivienda, se espera invertir en este año unos 45 millones de
dólares. Guzmán calcula que hasta enero del 2003 se habrá
construido 237 000 viviendas. Señala que es muy difícil poder
cubrir el déficit actual "Chile lo consiguió en 25 años y con un
programa intensivo". (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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