Quito. 12 sep 99. (Editorial) La Democracia Popular debe tomarse
en serio. Que la DP se haya trizado en estas semanas no despertaría
una lágrima siquiera si no fuese porque es el partido del Gobierno.

Su unidad, fortaleza interna y honradez son importantes a estas
alturas de la crisis.

Importante porque si los 35 diputados verdes forman un bloque
sólido, pensante y honrado, será más probable que se apruebe el
Presupuesto a tiempo, sin cambios contradictorios ni decisiones
que ayuden a la corrupción como el factoring petrolero. Además,
porque el Presupuesto contiene las herramientas para mover el
país durante el año próximo.

Un bloque sólido puede negociar mejor con los otros partidos.
Podría perderle el miedo al Partido Social Cristiano, cuya unidad
está pegada con saliva. Ese partido depende de una persona
enferma que tuvo ya la oportunidad de gobernar el Ecuador. La
evaluación objetiva sobre ese Gobierno fue negativa según
confesaron los propios participantes.

Recuérdese el análisis económico de Alberto Dahik y el análisis
ético y político de Blasco Peñaherrera padre. Una DP unida bien
podría proponer una tercera vía a partidos como Izquierda
Democrática y Pachakutik, cuyo porvenir político está ligado al
éxito del Gobierno actual. Un fracaso de este Gobierno significa
la derrota del Partido Social Cristiano, de Izquierda Democrática
y de Pachakutik en las próximas elecciones presidenciales. ¿O es
que el doctor Rodrigo Borja -aun en la hipótesis de que fuera
elegido en el 2002- podría gobernar como lo hizo con un país más
descalabrado que el que dejó el ingeniero León Febres-Cordero en
1988?

Pero el actual descalabro de la Democracia Popular es difícil de
curar. Ante todo, por las ideas sobre el poder político
expresadas por el presidente del Congreso, ingeniero Juan José
Pons. Según sus últimas declaraciones, los diputados de la DP "no
son funcionarios del Gobierno, sino diputados de la República;
somos autónomos e independientes". Claro que no son funcionarios.

Y si bien las tres funciones del Poder son independientes entre
sí en cuanto ninguna de ellas está sujeta a las otras dos en la
administración de sus labores, las tres se complementan y están
sujetas a su única razón de ser que consiste en trabajar
coordinadamente por la felicidad del pueblo, del cual dimanan las
facultades ejecutivas, legislativas y judiciales. El equívoco del
presidente del Congreso sobre la naturaleza del gobierno
republicano muestra la debilidad de la estructuración del Estado.

Un presidente de la República sin una mayoría en el Congreso no
puede gobernar. Y no puede hacer nada si hasta la minoría que le
apoya, en este caso, los diputados de su propio partido, se
declaran, al menos algunos, independientes. El país se vuelve
entonces literalmente ingobernable. Es como en la familia: si el
padre y la madre se pelean y hostilizan, resulta más saludable
para los hijos una separación definitiva.

Y hablando de separaciones, la raíz de la quiebra de la
Democracia Popular se halla en la corrupción. El dirigente más
respetado y fundador de ese partido escribió una preciosa
cartilla sobre los valores éticos con la intención de que fuese
una ayuda en la formación de la niñez y juventud ecuatorianas.

De aplicarse esa cartilla al propio partido, algunos miembros
deberían ser separados de la DP. Pero no ha sucedido así. Se
reunirán el jueves próximo, pegarán asimismo con saliva las
fracturas para dar a la opinión pública la imagen de unidad. Los
ecuatorianos verán en poco tiempo cómo las fracturas vuelven a
separarse cuando se discuta el Presupuesto.

El Presupuesto fue comparado por un periódico local con "un
castillo de naipes" en cuanto quitadas las barajas de la base,
toda la construcción se viene sobre la mesa. Se podría también
compararlo con una serpiente que se muerde la cola, símbolo
tradicional de las suposiciones lógicas que se alimentan
mutuamente sin un alimentador que provenga de la realidad. El
déficit fiscal se vuelve manejable si el Fondo Monetario presta
el dinero. El dinero no se presta si no suben los impuestos. Sin
subida de impuestos se viene una inflación de tres dígitos. Con
la inflación de tres dígitos se van al cielo los intereses de los
préstamos dentro del país. Con la subida de los intereses se para
la producción. Con el paro de la producción no hay cómo pagar
impuestos ni pagar a los bancos. Sin impuestos ni pagos a los
bancos, crece el déficit fiscal y crece la crisis bancaria y
crece la pobreza a extremos que el simple mercado no puede
remediar. Si el mercado no puede remediar esos extremos, se hace
necesario un Estado pequeño pero fuerte, y si no hay un Estado
fuerte nunca se arreglará el déficit fiscal.

El Estado pequeño y fuerte es el único alimentador que proviene
de la realidad. Pero la crisis de los partidos políticos y la
irracionalidad de la estructuración del poder político convierten
la posibilidad de estructurar un Estado fuerte en un sueño
irreal. Por eso los analistas coinciden en que la crisis
económica del Ecuador es esencialmente una crisis política.

Esta crisis política se agudizará hasta que el presupuesto llegue
a aprobarse como un engendro de los numerosos padres políticos
que cederán en tanto en cuanto sus intereses queden asegurados.

El escenario de esta componenda no serán solo el Congreso y el
Palacio Presidencial, afectará también a los asuntos que han
hecho noticia en la semana pasada: el diálogo laboral, la suerte
del banquero Aspiazu, las deudas de algunas empresas de aviación
al Estado, las trabas que experimentará el contralor del Estado
en el caso de la empresa extranjera Andrade Gutiérrez, protegida
por algunos miembros del poder político.

Los usufructuadores del poder político seguirán en sus trece si
es que no son amenazados a fondo. Esta amenaza debe provenir del
presidente de la República, obligado como está a hacer cumplir
la Constitución. Pero la actual Constitución recortó los poderes
presidenciales, como lo anotó en una carta a HOY el doctor José
Gabriel Terán, político sagaz. Tanta es esta limitación que el
instrumento que da una salida al Ejecutivo, la consulta popular,
depende de la voluntad del Congreso. De nuevo, la serpiente
mordiéndose la cola. La Constitución debe asegurar de manera
infalible que el presidente de la República gobierne siempre con
una mayoría.

Si la mayoría de los ecuatorianos hiciera una huelga nacional
para pedir al Congreso que se vuelva responsable, sería
maravilloso. Pero, ¿qué pueblo de la Tierra haría huelga hasta
que el Congreso le imponga unos años de ayuno? De nuevo, la
serpiente mordiéndose la cola. La esperanza descansa en la
certeza de que el sistema político ha colapsado. Algo nuevo
tendrá que venir o por la fuerza de la razón o por la razón de
la fuerza. Mientras tanto, Quito sigue en alerta amarilla, la
provincia de Tungurahua en alerta blanca y el país entero en
alerta verde. (DIARIO HOY) (P. 10-A)
EXPLORED
en Autor: Simón Espinosa - [email protected] Ciudad Quito

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