Rafael Correa asume como un apostolado social el cargo de ministro de Economía, aunque cree que hay enormes intereses que buscarán su fracaso.

Desde el reinicio de la democracia en el Ecuador (1979), es el único ministro de Economía que cuenta con el respaldo de los movimientos sociales. Los forajidos quiteños, que derrocaron al presidente Lucio Gutiérrez, también lo miran con simpatía. Analistas ortodoxos de la economía, en cambio, parecen desconfiar de este ministro nacido en Guayaquil hace 42 años bajo el signo de Aries.
Quienes lo conocen dicen que trabaja mucho, unas 16 horas diarias.

Obsesivo y perfeccionista, lleva a todas partes una minigrabadora donde registra cualquier inquietud o iniciativa que se le viene a la cabeza. Cuando llega a su despacho entrega la cinta a su secretaria para que ponga en limpio las ideas. Hasta hace poco era un prestigioso profesor de la Universidad San Francisco de Quito. Preparar clases y escribir libros eran parte de su rutina de 16 a 18 horas diarias, por eso afi rma que no le asusta la cantidad de trabajo que cada día le espera en el Ministerio de Economía. Ahora su problema es el estrés: "Es que en el ministerio todo es urgente. Uno espera aplicar técnicas macroeconómicas pero se pasa apagando incendios. Que el paro en tal lado, que se tomaron las instalaciones en otro lado. Probablemente tienen razón, pero no me parece justo que a un gobierno nuevo se lo presione", advierte al tiempo que pide a los ecuatorianos tener paciencia y no perder la esperanza.

Mucha gente parece confiar en usted. Gente que en otras épocas estuvo protestando airadamente frente al Ministerio de Economía, ahora lo respalda a usted. ¿Cómo entiende esta situación?

La gente sabe que nos vamos a esforzar por hacer todo lo que podamos en los 18 meses que tenemos como gobierno. La gente percibe un gobierno diferente que sí está pensando en el bienestar de la mayoría. Es una sociedad esperanzada, con la moral alta.

¿Se le fueron las palabras cuando asumió el cargo? ¿Cayó en la euforia y el triunfalismo?

De ninguna manera. Me las hicieron ir. Todavía hay periodistas que me preguntan qué pasó con mis primeras declaraciones de no pagar la deuda, pero yo nunca dije eso. Se publicaron versiones falsas. Usted como periodista debe reconocer que lo que algunas veces se publica no es exacto.

Muchos creyeron oír conceptos inusuales en un ministro de Economía…

Mis declaraciones fueron muy medidas. Pero, obviamente, mis conceptos son un cambio radical en los últimos 20 años y suscitan mucha discusión y polémica. Por ejemplo, el país se pasó recientemente discutiendo sobre mi presunta propuesta de unir Petroecuador con el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, pero nunca dije esa barbaridad. Y la prensa, en lugar de aceptar que se equivocó, saca en
grandes titulares "Correa da marcha atrás por la presión popular". Como académico esto me divierte, pero como ciudadano me preocupa que se publiquen cosas que jamás he dicho.

Dentro del Gobierno, ¿cómo cayeron sus declaraciones tan distintas a lo que el país estaba acostumbrado a escuchar? ¿No le dicen "Rafael, estás yendo para allá cuando nosotros queremos ir para acá"? Hay ministros conservadores que no estarán de acuerdo con sus tesis.

¿Cómo cuáles, por ejemplo?

El ministro de Energía, Fausto Cordovez; el de Gobierno, Mauricio Gándara…

(Sonríe). Fausto Cordovez es el ministro con quien más cerca trabajo y está de acuerdo conmigo ciento por ciento. Más bien yo lo tengo que estar calmando a don Fausto.

Pero él no es de izquierda ni progresista, como parece ser usted…

No hablemos de derecha ni izquierda, sino de sentido común, de nacionalismo sano. Lo que pasa es que la política ha sido totalmente entregada a intereses foráneos en lugar de buscar el bien común. Hay decisiones económicas y petroleras que han rayado en traición a la patria. Fíjese lo que se ha hecho en los dos últimos años: un esquema para pagar lo más posible la deuda externa y maximizar el retorno a los tenedores de deuda de este país, olvidando el sector social y productivo. Entonces, cualquier patriota que tenga sentido común, sea de izquierda o derecha, marciano o chino, va a coincidir con eso.

¿Quiénes son los tenedores de deuda? ¿Quiénes son los ministros que han hecho el juego a esos tenedores?

Prefiero no dar nombres, pero es evidente quiénes han sido esos ministros.

¿Por qué no dar nombres?
Para evitar polémicas.

Pero usted dice que es frontal…

Bueno, por ejemplo los dos Mauricios (Pozo y Yépez, ministros de Economía del gobierno de Gutiérrez).

¿Por qué ellos?

Mauricio Pozo fue empleado de Produbanco. Este banco tiene bonos global. Y su viceministro, Gilberto Pazmiño, era vicepresidente de inversiones de Produbanco.
Eso no escandaliza, pero sí escandaliza que venga un académico con el más alto grado de estudios, un PHD en Economía, a dirigir la economía del país. Eso les preocupa.

Identifique otros tenedores de deuda…

No es fácil porque muchas de esas operaciones son anónimas, pero sabemos perfectamente cuáles son los bancos que tienen bonos, aunque lo nieguen públicamente los dueños de esos bancos.

¿Es un pecado ser tenedor de deuda?

No es un pecado, pero yo no lo haría porque sé lo que la deuda le cuesta al país. Delito no es ser tenedor, pero sí lo es que siendo tenedor o representante de los
tenedores se acepte el cargo de ministro de Economía y se tomen decisiones. Es un gravísimo conflicto de intereses.

A usted lo han criticado no solo "los Mauricios", como los llama, sino también algunos gurús de la economía ecuatoriana…

Al 80 por ciento de esos gurús yo no los pasaría del primer nivel de Economía. En este país el debate económico es pobrísimo. Yo, como académico, acepto cualquier sugerencia y crítica, siempre y cuando sean calificadas y de buena fe. Pero cuando veo "análisis" (entre comillas) que demuestran incompetencia extrema o mala fe, ya no puedo responder académicamente sino políticamente.

Si usted no es de izquierda ni es "anti" nada, ¿por qué lo cuestionan esos analistas?

Soy uno de los pocos ministros de Economía no vinculados a la banca privada.

Eso les preocupa y provoca ira a los dueños del país.

¿En los últimos 25 años ha existido otro ministro en esa línea que usted dice mantener o todos han sido "vinculados"?
No todos han sido vinculados. Algunos han mantenido una política soberana.

¿Por ejemplo?
Jorge Gallardo, cuando fue ministro del presidente Rodrigo Borja. Tenía una línea auténtica y nacionalista. Lamentablemente después involucionó. Pero lo más grave viene desde la presidencia de Sixto Durán Ballén. Hemos tenido el secuestro, por parte de una secta ideológica fundamentalista, del Ministerio de Economía y del Banco Central. Han actuado en función de esa religión para convertirla en ciencia y lo han hecho, además, para aspirar a cargos que les permitan jubilarse en organismos financieros internacionales. Han actuado en función de pasar su vejez en Washington.

¿Quiere decir que en realidad no trabajan por el país?

Vea cuántos ex directores del Banco Central y ex ministros de Economía están en esos organismos. Ganan salarios de 15.000 dólares mensuales, se jubilan a los 50 años con una pensión de 5.000 dólares y luego regresan al país a dar clases de ética.

¿Por qué hay bancos que según usted tienen temor o ira por su presencia en el Ministerio?

Porque no soy empleado de ellos.

¿Qué beneficios tienen esos bancos cuando alguien que los representa se convierte en ministro de Economía?

Una política que privilegia el capital rentista financiero y no el capital productivo.

Volvamos a los analistas. Ellos lo critican porque las políticas que usted está aplicando no controlan el gasto fiscal.

Es otra falacia. ¿Sabe de dónde viene la presión para el gasto fiscal y el pago de deuda? Del salvataje bancario, que costó más de 6.000 millones de dólares.

¿Quiénes fueron los responsables y los beneficiarios del salvataje bancario?

Los grandes beneficiarios: banqueros y deudores de banqueros. Los responsables: el presidente Jamil Mahuad y sus ministros. Se quebró al país y en diciembre de 1998 el Congreso aprueba la ley de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD) por presiones de… bueno, sabemos de quiénes. Al día siguiente que se aprueba esa ley se entrega al Estado el banco más grande, el Filanbanco. La crisis bancaria privada se la pasó al Estado.

¿Una ley con dedicatoria?

Por supuesto. El mejor negocio fue quebrar los bancos. Yo quiebro el banco, tengo mi patrimonio a salvo y a los acreedores del banco que les pague el Estado.

¿Una estrategia pensada con cuidado?

Obvio. Porque quebraron los bancos pero esos mismos banqueros siguen muy prósperos. Y esa crisis todavía la estamos pagando el resto de ecuatorianos. Eso es lo que no dicen los gurús de la economía y los banqueros, porque estamos así por ellos.

Su línea de pensamiento parece preocupar también a la embajadora de los Estados Unidos…

No, de ninguna manera. Ella vino a visitarme cuando asumí y me pareció una persona tremendamente simpática.

¿Nada de presiones?

En absoluto. No lo hizo y yo no lo hubiera permitido. En realidad hablamos de fútbol, ella que es hincha de Liga y yo de Emelec.

¿Y la misión del Fondo Monetario Internacional que vino la semana pasada tampoco lo presionó?

Hubo fricciones cuando empezaron a sugerir ciertas medidas, pero yo fui muy concreto. Les dije que las cifras están claras, que el sector fiscal está fortalecido (a costa del sector social) y que el presupuesto está fi nanciado. Les dije también que no aceptaremos que nos impongan reformas o leyes en las que el país no crea. El gobierno de Gutiérrez firmó un acuerdo que fue una vergüenza nacional. Nosotros no lo haremos. Pero, eso sí, todos deben saber que yo tengo las puertas abiertas tanto para el poderoso FMI como para el humilde Juanito Yanchapaxi.

Un costeño que habla quichua

Rafael Correa tiene raíces católica profundas. De ahí vienen sus principios. Educado en el colegio San José La Salle, de Guayaquil, al salir del bachillerato se vinculó a la comunidad de los padres salesianos como profesor. Su idea era ser consecuente con su filosofía cristiana y eso lo llevó a caminar el Ecuador para entender la pobreza y la marginación. Así conoció Cuenca, Macas, Sevilla y muchos lugares apartados donde trabajó en voluntariado social. Aunque tiene cuatro títulos académicos universitarios (uno en Ecuador, otro en Bélgica y dos en Estados Unidos) y habla tres idiomas, sostiene que su mejor postgrado fue el año que pasó en Zumbagua (Cotopaxi) conviviendo con la población indígena y aprendiendo quichua, aunque en esta lengua se considera un principiante. Casado con Anne, de nacionalidad belga, tiene tres hijos: Sofía (11 años), Anne Dominique (ocho) y Rafael Miguel (dos). Sus lecturas preferidas son las biografías: Kennedy, Mao, Antonio José de Sucre, Stalin, Bolívar, Manuela Sáenz y Gandhi, entre las que más recuerda. En análisis le gusta Chomsky y Stiglitz. ¿Va al cine? No. Confiesa que la última película que vio fue en blanco y negro.

Por Rubén Darío Buitrón
EXPLORED
en Ciudad Quito

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