Quito. 20 jun 2000. Como el guión de una novela de intriga y poder
que refleja la triste realidad de una pequeña banana republic, así
han sido calificados los hechos que han rodeado a la crisis del
Filanbanco que arrancó hace más de año y medio

Treinta y cuatro días después de inaugurado el gobierno de Jamil
Mahuad, el 14 de septiembre de 1998, el Filanbanco se convierte en
el primer Banco del sistema financiero ecuatoriano en pedir
auxilio económico al Banco Central. Aunque en dos partes, pide una
cantidad de dinero equivalente a la totalidad del patrimonio
técnico que según ellos tenían a esa fecha. El Central aflojó, sin
más ni más, 972 mil millones de sucres. La Ley de Régimen
Monetario en su artículo 24 contempla este tipo de créditos que
fueron creados para ayudar a bancos privados con problemas
transitorios de liquidez. Pero el problema de Filanbanco no era
transitorio y la plata que recibió no le fue suficiente.

La misma ley, dos artículos más adelante, prevé que de continuar
el deterioro financiero de una institución, el Central podrá
seguir desembolsando recursos hasta por el doble del famoso
Patrimonio Técnico. Paradójicamente, mientras el Banco seguía de
mal en peor, el Patrimonio Técnico que reportaron al 30 de
septiembre del 98 se había incrementado casi un 4%. Entonces,
hasta el 20 de noviembre del 98 la ayuda económica bordeaba los
dos billones de sucres. Pero las garantías a esa misma fecha solo
alcanzaban 1,3 billones. Como la misma ley pide que las garantías
cubran hasta el 140% del valor del crédito, los técnicos del
Central calcularon que hacía falta el respaldo para unos 65
millones de dólares a la cotización de esa época. Lejos de
cerrarse, la llave siguió abierta. De acuerdo a una publicación de
los actuales administradores "Hasta el dos de diciembre de 1998 el
monto de los créditos de liquidez otorgados por el Banco Central a
los ex administradores de Filanbanco, ascendió a 2,8 billones de
sucres, equivalente, esa época, a tres veces el patrimonio de la
institución".

LA LIQUIDEZ SE EVAPORÓ

Dicen los juristas puros que la ley es sabia, y sí que tienen
razón. Para controlar que los recursos del Estado que se usan para
ayudar al sistema financiero sean manejados con pulcritud, se
establecen algunas condicionantes. Una de ellas es que los bancos
en problemas que hayan recibido ayuda económica del Central "No
pueden desembolsar operaciones de créditos nuevas" a menos que
consigan una línea de financiamiento de parte de la Corporación
Financiera Nacional o líneas de crédito internacionales. Otra
forma de control es la obligatoriedad que tienen de informar
diariamente sobre el uso de esos recursos. Además, el auditor
externo del Banco en desgracia también está obligado a informar
cada 15 días sobre el destino de esa plata.

Lo lógico es que esos dineros sirvan para enfrentar los retiros
que los nerviosos clientes hacen cuando se filtra la noticia de
que un banco está a punto de entrar en terapia intensiva. Y nada
más. Esto no cumplió Filanbanco. Tampoco informó qué hizo con la
plata. Y lejos de recibir una sanción, siguió aumentando su
endeudamiento con el Estado.

El 22 de octubre de 1998, es decir 38 días después de otorgado el
primer desembolso, el superintendente de Bancos, Jorge Egas Peña,
informó al presidente del directorio del Banco Central, Luis
Jácome, que Filanbanco, "entre el 14 de septiembre y el seis de
octubre de ese año ha incrementado su cartera de crédito en 434
mil millones de sucres". El mismo informe añade que se comprobó
que esos créditos estaban registrados en la cuenta contable
"créditos sobre firmas", es decir que no provenían ni de préstamos
de la Corporación Financiera ni de líneas internacionales. Tampoco
habrían tenido relación con operaciones de comercio exterior como
posteriormente las autoridades del mismo Banco, incluidas las
actuales, argumentan.

Si los créditos fueron bien utilizados desde el primer día, nadie
entiende porqué no transparentaron las cuentas. El 20 de octubre
de 1998, el Intendente Nacional de Bancos conminó al gerente
general de Filanbanco, Juan Franco Porras, a que "dé cumplimiento
a la obligación de informar diaria y quincenalmente sobre la
utilización de los créditos de liquidez". Nueve días después
Franco Porras se comprometió a entregar a la Superintendencia y a
los auditores externos la información requerida. Sin embargo, el
11 de noviembre, la auditora Hansem Holm & Co. salva su
responsabilidad ante la Super de Bancos y el Banco Central y acusa
al Filanbanco de persistir en la no entrega de la información
requerida. Pasaron 15 días más y un nuevo informe de los auditores
externos comunica que la situación no ha variado.

No se conoce si la Superintendencia de Bancos siguió o no
detectando desviaciones de esos créditos más allá de lo encontrado
hasta el seis de octubre. Lo que sí está claro es que a pesar de
las sospechas y de la reiterada falta de transparencia en la
información interna del Filanbanco, el Central siguió y siguió
inyectándole dinero, es decir, inflando la boya que a pesar de su
monstruoso tamaño -2,8 billones de sucres- no resistió el peso de
los malos negocios del otrora "Banco de Ecuador".

REESTRUCTURACIÓN

A fines de noviembre se creó la Agencia de Garantía de Depósitos
(AGD), estableciéndose una garantía ilimitada a los depósitos de
los clientes de bancos en problemas. El Congreso Nacional le
encomendó a la recién estrenada AGD, que no tenía un centavo, que
pague el retiro de los depositantes ilimitadamente, en el Ecuador,
de las off shore, de los fondos de inversiones, y de los bancos
corresponsales.

Entonces se decidió que Filanbanco pase a manos de la AGD para
someterse a un proceso de reestructuración. Así, desde el tres de
diciembre de 1998 la Agencia de Garantía de Depósitos dio sus
pininos convirtiéndose en la única accionista de su primer
huésped.

Estudios preliminares determinaron que Filanbanco tenía pérdidas
de 150 millones de dólares, cantidad que era en ese entonces todo
el capital de sus ex accionistas: los Isaías ya no tenían nada,
habían perdido el Banco.

El Programa de Reestructuración aplicado establecía que una firma
auditora debía determinar el monto definitivo de las pérdidas del
Banco hasta el dos de diciembre, último día de la administración
de los ex accionistas, para así realizar el respectivo cruce de
cuentas entre la AGD y los ex propietarios. Lo cierto es que por
alguna razón sui géneris, año y medio después aún no se ha
establecido el estado de pérdidas.

La idea original en el Programa de Reestructuración era dividir en
dos instituciones bancarias al Filanbanco. Un banco saneado y otro
que asuma tanto el fideicomiso de 65 millones de dólares con la
cartera mala del Filanbanco como las deudas a la AGD. En ese
primer fideicomiso, cuya minuta se llegó a elaborar aunque nunca
se perfeccionó, estaban incluidos varios solares de Guayaquil,
cinco edificaciones de Quito y Guayaquil, el Centro Comercial
Caracol de Ambato y un "predio rústico" de 4,5 millones de metros
cuadrados de superficie ubicado en el cantón Durán. Este predio
corresponde al local de la Feria de Durán, el más grande recinto
ferial del país.

Apenas llegó la AGD al Filanbanco se descubrió que "con fecha uno
de diciembre de 1998, es decir un día antes de que Filanbanco S.A.
entre en proceso de reestructuración, el Filanbanco Trust &
Banking Corp, la entidad off shore que opera en Panamá, transfirió
a un fideicomiso llamado Multinversiones la cantidad de 107
millones de dólares", tal como se indica en el informe de la
Comisión de Auditoría.

Frente a esta situación se decide sumar al primer fideicomiso de
65 millones de dólares, el denominado Multinversiones valorado en
107 millones, integrándose el 29 de diciembre de 1998 el
fideicomiso AGD, cuyo valor en libros es de un total de 172
millones de dólares. Vale anotar que la Feria de Durán no constó
entre los bienes finalmente entregados en garantía.

La idea de formar el segundo banco no se concretó. La
inestabilidad de las autoridades que están a cargo del salvataje
es uno de los factores que ha influido en la falta de concreción
de los hechos. Como gerentes de Filanbanco estuvo Daniel Cañizarez
Aguilar y ahora está Gonzalo Hidalgo. Gerentes de la AGD han sido
James McPherson Febres-Cordero, Bruno Leone Pignataro, Walter
Valarezo Andrade y el actual, Luis Villacís Guillén. Han sido
superintendentes de Bancos, Jorge Egas Peña y Jorge Guzmán Ortega;
actualmente está al frente Juan Falconí Puig.

MÁS EVIDENCIAS

Las actuales autoridades bancarias están investigando si esa
transferencia de 107 millones de dólares es el eslabón perdido
entre una parte de los créditos de liquidez dados por el Banco
Central y una extraña devolución de inversiones que la familia
Isaías habría realizado con los inversionistas del Republic
International Corp (RIC). Este último, una financiera paralela e
informal, fundada en 1987 en Georgetown, Grand Cayman, que pagaba
2,5% más de intereses que el mismo Filanbanco.

La misión del Filanbanco Trust, de acuerdo a las investigaciones
preliminares, habría sido captar dinero y a cambio dar
certificados del RIC. A la fecha de vencimiento de dichos papeles
de inversión, el Filanbanco Trust los compraba. De acuerdo a la
Ley de Régimen Monetario, realizar captaciones no autorizadas de
dinero es un acto ilegal. Además, de comprobarse que la
negociación de estos certificados se hizo con dinero que le dio el
Banco Central a Filanbanco, habría también peculado bancario, ya
que existiría un manejo arbitrario de los fondos que el Estado
ecuatoriano dio para salvar la liquidez de un banco.

LOS PROTAGONISTA DEL SALVATAJE BANCARIO AL FILANBANCO

El salvataje ocurrió al mes del gobierno de Jamil Mahuad.

Jorge Egas Peña, superintendente de Bancos durante el salvataje.

James McPherson Febres-Cordero, al frente de la AGD recibió el
fideicomiso.

Daniel Cañizares Aguilar, primer administrador de Filanbanco que
entregó el fideicomiso.

Luis Jácome, presidente del directorio del Banco Central que
entregó el dinero a Filanbanco.

SE PAGÓ CON BONOS

Si el Fideicomiso AGD de 172 millones de dólares fue creado para,
como dice la familia Isaías en una publicación: "Entregamos bienes
de nuestro peculio personal para que, con éstos, y si se llegare a
agotar el patrimonio del Banco, se cubrieren posibles activos de
créditos irrecuperables", habrá que analizar cuánto han sido las
pérdidas o ganancias del Banco.

El primer administrador temporal de Filanbanco, Daniel Cañizares
ha dicho que a los tres meses de estar en poder de la AGD el Banco
ya mostró utilidades. El Banco Central del Ecuador y los nuevos
administradores del Filanbanco encabezados por Gonzalo Hidalgo,
nos han dicho que se ha pagado la totalidad de los créditos de
liquidez otorgados al Filanbanco. Según el gerente general del
Central, Miguel Dávila, un poco más del 80% de la deuda fue
cancelada con bonos de la AGD y el resto con bienes cedidos como
"dación en pago". Uno de esos bienes es la famosa Feria de Durán
que fue recibida por el Banco Central en octubre de 1999 por un
valor de 128 mil millones de sucres, unos 8,2 millones de dólares
al cambio de la época. La lista total ni parcial de bienes
recibidos en dación en pago no nos fue proporcionada a pesar de
que este dato no está inmerso dentro de las consideraciones del
sigilo bancario. Solo se nos dijo que se necesitaba autorización
del directorio del Banco y que había que esperar.

El resto de los créditos de liquidez pagados con bonos de la AGD
es un verdadero lavado de deuda. La AGD pide al Ministerio de
Finanzas la emisión de estos bonos (dinero inorgánico que aceleró
la inflación y disparó la cotización del sucre). Los bonos los
recibe el Filanbanco y sin más ni más, sin hacer esfuerzo alguno,
con esos papeles paga la deuda con el Central. Ahora es la AGD y
ya no el Filanbanco el que le debe al Banco Central. En otras
palabras el Fisco le debe al mismo Fisco. O para ponerlo en blanco
y negro, es la forma de cómo el Estado acepta que regaló la plata
al Filanbanco. Y con el argumento publicitado por las nuevas
autoridades del Filanbanco de que ya no debe nada, los antiguos
dueños empiezan a reclamar que les devuelvan los bienes que
pusieron en fideicomiso y que, solo según ellos, suman 172
millones de dólares.

Así las cosas, el Estado nunca recuperará esos 1.400 millones de
dólares que fueron el lastre que echó a pique al Titanic. Más aún,
deberá seguir asumiendo las futuras y casi seguras pérdidas de una
cartera que continúa en mal estado y que entre mala y pésima (D y
E) suma cerca de 400 millones de dólares. Entonces, las pérdidas
totales del Filanbanco serían de 1.800 millones de dólares, la
ejecución del fideicomiso AGD cubriría apenas el 6% de lo que ha
perdido el país.

Antes de entrar a reestructuración, la off shore de Filanbanco
transfirió 107 millones de dólares a un fideicomiso. (Texto tomado
de La Revista Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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