Quito. 15. ago 96. La trasmisión del mando y la asunción presidencial
entre las siete menos cuarto de la tarde y las diez y media de la
noche del 10 de agosto de 1996 fue digna y pintoresca.

Digna por la cortesía casi cordial entre los dos mandatarios; por
el breve discurso de apertura del diputado socialdemócrata Marco
Landázuri y el énfasis que puso en la libertad aunque en lo
histórico apeló a datos anticuados y cargó las tintas contra
España; por el corto mensaje del presidente del Congreso, Fabián
Alarcón, pidiendo unidad para superar el odio y ofreciendo
robustecer la autonomía del poder legislativo; por la entrega de las
llaves del Palacio de Carondelet al nuevo morador hecha por
el presidente cesante Sixto Durán-Ballén, quien sin recibir ningún
abucheo discordante se retiró en medio de aplausos; y por el tono del
discurso del nuevo presidente.

Pintoresca por el grito de un sólo toque muy repetido desde las
barras; por la presencia de Elsa Bucaram Ortiz y vivas barreros a
favor de ella; por las moderadas concesiones de Abdalá Bucaram a la
galería, y por una cierta informalidad dentro de los formalísimos
marcos de un nervioso protocolo.

EL MENSAJE

Ochenta y seis páginas leídas de prisa con énfasis verbal y gestual
en las propuestas claves, copioso sudor en el rostro, numerosos
vasos de agua y una retórica, occidental en la concatenación lógica
de las ideas y oriental en la repetición circular de los motivos
principales, fueron las formas del mensaje.

Empezó definiendo al receptor y al emisor, evaluó lo que recibía del
gobierno cesante formuló la filosofía política de su gobierno, trazó
las líneas maestras de la política económica y, visiblemente
cansado, detalló lo que hará en el área social.

HABLARÉ PARA EL PUEBLO

Escuchado en persona por cinco presidentes latinoamericanos, un
africano y 120 delegaciones extranjeras, por las cabezas de los
otros poderes del Estado y el Congreso en pleno, y por el gabinete
presidencial y las autoridades locales, dirigió sus antenas
expresamente al pueblo ecuatoriano al que exaltó con frases muy
emotivas recordando anécdotas humanas de la campaña. Se definió
como un hombre injustamente perseguido a quien se buscó eliminar al
igual que hacía tres lustros se había asesinado al presidente Jaime
Roldós Aguilera. Se identificó como el triunfador tras una campaña
en la que derrotó en buena ley a su adversario, a quien no valieron
ni una publicidad millonaria ni la violación de normas éticas ni el
apoyo de los medios de comunicación.

Se refirió a Sixto Durán-Ballén como a un gobernante de muchas
virtudes, que buscó implantar con algún éxito un nuevo modelo
económico, llevó a Ecuador al triunfo en el Cenepa, respetó la
libertad de prensa y entregó el mando democrática y civilizadamente.

Pagado este tributo al mandatario cesante, evaluó las debilidades
en la aplicación del modelo modernizador: un déficit fiscal del
cuatro por ciento, una tasa de interés tres veces superior a la
inflación, una inversión extranjera tipo capital golondrina que más
bien es un lavado de dólares, importaciones crecidas en lo
suntuario, nada de reconversión industrial, falta de transparencia,
mercantilización de la agricultura, carestía del turismo, el 58 por
ciento del presupuesto del Estado cedido al pago de la deuda externa
-lo que nos hace aparecer como "simplemente tontos"-, y una profunda
debilidad en el área social. Fue un gobierno sin rostro humano que
no atendió a las necesidades del pueblo.

UN ESTADO FUERTE

Echando una mirada al Estado y a la clase dirigente, comentó que de
nada valen las economías que no atienden a los pueblos, que lavan
tres mil millones de dólares, que quiebran a las empresas, que se
inflan con 165 bancos y financieras a razón de una por cada 450 mil
habitantes, que manipulan la masa monetaria. Hay que parar a esta
oligarquía cuya fuerza reposa en el monopolio y en la desinformación
de los medios. Hay que parar todo esto y la guerra porque las balas
no matan el hambre.

Ecuador necesita un modelo de Estado regido por una nueva filosofía
cuyo fundamento radique en la coherencia entre lo político y lo
económico y en un código de ética. Un Estado fuerte que dirija la
política a favor del pueblo y respete la libertad. Un Estado en
democracia que es igualdad de oportunidades ya que una democracia
con hambre no es democracia. Un Estado cuyo modelo de desarrollo no
tenga como finalidad preservar el modelo sino mejorar la calidad de
la vida de la gente, que propicie el ascenso social y la generación
de ideas desde abajo y que cree modelos de gobernabilidad acordes con
las realidades y las circunstancias históricas y locales. Un Estado
de tres poderes autónomos y fuertes. Un Ejecutivo que pueda gobernar
y sea bien pagado. -Mi sueldo, ilustres mandatarios, es doce veces
menor que el del presidente de Petroecuador y cuatro veces más
reducido que el de un empleado de petróleos que abre y cierra
cuatro llaves. Yo soy el presidente del Ecuador -. Un Poder
Legislativo autónomo que no use su posición como palanca para
prebendas. Un Poder Judicial profundamente reformado, construido
sobre una gran estructura jurídica, al que se acceda por cooptación,
al que se respete la carrera administrativa, y que administre
justicia sin privilegios. Unos municipios y consejos provinciales
autónomos y con iguales oportunidades. Un Estado que fije las líneas
gruesas de las políticas y deje su ejecución a las provincias. Para
todo esto hay que revalorizar lo político puesto que sin políticos
bien formados no habrá ni empresarios ni gente que impulse el
desarrollo. Hay que corregir la opinión pública sobre la política
para que el político no sea el culpado de todos los males.

Para lograr este cambio es necesaria la concertación. Ésta es una
oportunidad única de curar las heridas. Nosotros somos el gobierno,
pero el binomio del gobierno debe rebasar a nuestros partidos, pues
todos debemos cargar la cruz ya que todos hemos fallado.

Producir, dar y producir

Junto con la reforma política hay que tener la audacia para llevar
a cabo profundas reformas económicas. La meta de estas reformas es
el crecimiento, un crecimiento que debería duplicar, siquiera, el
crecimiento anual de la población. Los medios para lograrla son
detener la inflación no sólo con medidas monetarias, sino con el
aumento de la producción, con la capitalización de las áreas
estratégicas de la economía, con una política abierta y flexible
para atraer la inversión extranjera, porque si no damos, no
recibimos: con la reforma tributaria y el control de precios, la
eliminación de los falsos subsidios al sector financiero y una
política firme y soberana respecto del pago de la deuda externa.
Honrando nuestros compromisos, debemos negociar teniendo en cuenta
la realidad.

Otros medios para el crecimiento propuesto son la revolución
agrícola que atienda a la despensa de la patria para que cuando los
países desarrollados nos vuelvan las espaldas seamos autosuficientes.
Y porque producir es el grito del Ecuador hay que bajar las tasas de
interés de los bancos, castigar al ahorrista de corto plazo y
castigar al que especula con el dinero, estimular el ahorro
verdadero, el de largo plazo, invertido en los sectores productivos.
Hay que acudir a la explotación minera que apenas significa ahora el
dos por ciento de toda la producción nacional y disciplinar al
servicio exterior para que los embajadores no sean protocolarios,
trabajen más, no asistan a cocteles innecesarios y muevan la
colocación de las exportaciones. Y aunque seamos humanistas, no nos
entregaremos a la masa sindical, sino promoveremos una nueva política
laboral y empresarial concertada.

LAS ÁREAS SOCIAL Y EXTERNA

Aquí el presidente ya cansado leyó de prisa lo que le habían
preparado los ministros respectivos. Reiteró que el área social
estará coordinada por la vicepresidenta Rosalía Arteaga, a la que
alabó con simpatía. Reiteró que el 30 por ciento del presupuesto
nacional se destinará a la educación y que creará un ministerio de
Cultura. Anunció ciertas novedades como la educación vocacional, la
inversión universitaria dirigida según la calidad del rendimiento y
encaminada a graduar solamente los profesionales que sean necesarios.
Prometió mejorar los sueldos de los educadores y se adhirió al
principio de que todo dinero para la educación constituye una
inversión y no un simple gasto corriente.

En salud indicó que hay que enseñar al pueblo a alimentarse
balanceadamente, que sectorizará el servicio de salud, que lo
llevará a los sitios donde están las necesidades, que no
privilegiará grandes hospitales y que dará un tiempo de
convalecencia al IESS antes de ponerlo a competir con la empresa
privada.

En vivienda, ratificó la oferta de campaña: 200 mil viviendas
urbanas y rurales, financiadas con el retiro del subsidio al gas,
y apoyadas por un banco de materiales de construcción. Ofreció
impulsar el turismo ecológico. La base del éxito de todos estos
proyectos será la mano dura y pesada contra la corrupción. La meta
de su gobierno: crear una democracia igualitaria reemplazando
parcialmente el modelo neoliberal por otro que aproveche los
recursos sobre todo para destinarlos a alimentar a la población.

En cuanto a política internacional se limitó a invocar la carta de
conducta del presidente Roldós, la soberanía en los asuntos internos
y la oposición a que el poder del mundo castigue a los presidentes
sudamericanos. No se refirió explícitamente al conflicto limítrofe
y territorial con el Perú, pero del contexto se pudo inferir una
vocación de paz basada en el comercio y desarrollo, en la fortaleza
y en la unidad.

"Primero Dios, luego la familia, luego los pobres, después esa
gente (la oligarquía). Vamos a hacer historia. ¡Que Dios guíe
nuestros pasos!", fueron las palabras finales del mensaje a la
Nación. (FUENTE: REVISTA VISTAZO N. 695, PP. 6-9)
EXPLORED
en Autor: Simón Espinosa - [email protected]

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