Quito. 28 sep 96. "¡Los activos de INECEL se venderán sobre
nuestros cadáveres!" La frase la repetía cada día Miguel
Calahorrano, presidente de la Asociación de Obreros de INECEL,
durante la huelga de hambre que sus ochos compañeros
realizaban para exigir la revisión de la nueva Ley Eléctrica.

Calahorrano, de 46 años, era el encargado de negociar con el
Gobierno una solución al problema. Pero también era el
organizador de la protesta obrera, que estuvo a punto de
encenderse como una mecha por todas las centrales y estaciones
eléctricas del país.

La presión era enorme: sus compañeros se debilitaban por la
huelga, el presidente Bucaram -ya sin bigote- llegó a tildarlo
de "mafioso" en una de sus acostumbradas declaraciones, y las
Cámaras pedían que el Gobierno no se dejara intimidar por la
huelga.

Pero Calahorrano, un hombre alto y enjuto que no gusta de usar
corbata, tenía una amplia experiencia sindical como para
dejarse intimidar. Su padre, que murió prematuramente, fue
presidente de la Asociación de Carpinteros de Pichincha.
Estudió en el Colegio Mejía y en la Escuela Politécnica, donde
era dirigente y obtuvo su título de ingeniero electrónico y en
telecomunicaciones.

Ingresó hace 22 años a trabajar en INECEL, y desde entonces se
dedicó a colaborar en la instalación de un sistema de
telecomunicaciones para proteger al sistema de
electrificación. Por las líneas de alta tensión (180 mil
voltios) la energía. El y media docena de ingenieros lograron
instalar un sistema de "ondas portadoras de líneas de
potencia", cuyo circuito quedó cerrado hace tres años y es el
cerbero del Sistema Nacional Interconectado, una de las obras
de ingeniería más grandes que tiene el Ecuador. En ella
murieron miles de obreros instalando enormes torres de hierro,
colgando largos cables y perforando las montañas para instalar
generadores.

Por eso a Miguel Calahorrano, que usa un grueso anillo
adornado con relámpagos de INECEL, le duele que la Ley
Eléctrica quiera vender al Sistema Interconectado, que vale 6
millones de dólares (la mitad de la deuda externa) como una
baratija. En 1989 dejó la actividad sindical para dedicarse
exclusivamente a su trabajo y a su familia. Pero regresó en
abril de 1996 por petición de sus compañeros: la Ley Eléctrica
que impulsaba el Gobierno estaba casi lista y hacía falta
alguien con experiencia para evitar la venta de la
infraestructura.

Todo estaba listo para que el domingo 22 la huelga de INECEL
se generalizara. En Paute y las demás centrales los compañeros
ya se encontraban listos para anunciar la huelga de hambre,
mientras las oficinas administrativas ya no tenían quién
atendiera. ¿El Ecuador se quedaría sin luz?

Mientras tanto, Calahorrano se encontraba dialogando con la
subsecretaria María Fernanda Peñafiel. El lunes 23 se llegó a
un acuerdo. Calahorrano y su gente desfilaron con antorchas
por Quito hasta el Palacio de Gobierno. Un consomé fue
ofrecido a los huelguistas mientras Calahorrano y Bucaram
estampaban su firma en un tratado para reformar la Ley. Miguel
Calahorrano salió al balcón del Palacio y anunció a sus
compañeros que el Gobierno se comprometió a no vender los
activos de INECEL mientras los relámpagos de su anillo
brillaban intensamente ante las cámaras de televisión.

ENTREVISTA

¿Quién salió ganando con el acuerdo de revisar la Ley
Eléctrica? Calahorrano afirma que todos.

Gana el país, porque no perderá la infraestructura eléctrica y
conserva intacto su patrimonio. Ganan los trabajadores, que
obtienen garantías para seguir laborando con normalidad. Ganan
las zonas campesinas, porque se creará la Empresa de
Electrificación Rural. Y gana el Gobierno, que demuestra
sensibilidad y apertura ante la opinión pública.

Y hay más: los trabajadores de INECEL estarán directamente
involucrados en las negociaciones entre el Estado y al empresa
EMELEC. Bucaram nombró como interventor a Teresa Minuche de
Mera, y como interventor subrrogante a Miguel Calahorrano.
¿Hubo troncha entre el Gobierno y los trabajadores de INECEL?

Calahorrano lo niega. Considera que el presidente le nombró
interventor subrrogante porque tiene confianza en la honradez
de la dirigencia de INECEL, una imagen ganada en los años de
una lucha sindical y consecuente. Y se trata de una
oportunidad única para demostrar que los trabajadores
energéticos están en capacidad de ayudar a resolver problemas
tan grandes como el que afronta EMELEC.

Además, el mismo Abdalá Bucaram se manifestó contrario a las
privatizaciones indiscriminadas, aunque el presidente defendió
la nueva Ley con un instrumento para capitalizar a las
empresas eléctricas.

Calahorrano también considera necesaria la capitalización,
pero se opone tajantemente a las privatizaciones. Según el
dirigente, la privatización no debe ser aplicada como regla
general, y menos en el caso del Ecuador, que tiene un modelo
energético propio que es necesario respetar (nuestro país
consume petróleo en un 87 por ciento, hidroelectricidad en un
5 por ciento y biomasa en un 8 por ciento).

La tarea que tiene ahora Miguel Calahorrano, además de ser
interventor en EMELEC, es seguir con las negociaciones con el
Gobierno, vigilar que los acuerdos se respeten y aporbar una
nueva Ley. (DIARIO HOY) (P. 6-A)
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