Quito. 02 mar 2000. Cinco minutos antes de que la nueva Junta
encabezada por el general Mendoza saliera al balcón de la terraza
del Palacio, sus integrantes y el Alto Mando se tomaron por las
manos. En aquel ritual de honor y compromiso participaron el
almirante Enrique Monteverde, de la Marina; los generales Carlos
Mendoza y Telmo Sandoval, del Ejército; el general Ricardo
Irigoyen, de la Fuerza Aérea; el general Jorge Villarroel, de la
Policía; Lucio Gutiérrez, Antonio Vargas y Carlos Solórzano.

Por insinuación de un capitán de la Marina rezaron un
padrenuestro. Posaron sus ojos sobre una sencilla bandera tricolor
que resaltaba junto a un ventanal que da a la calle García Moreno,
donde la multitud inquieta, y cada vez más nerviosa, no daba
marcha atrás. Todos querían conocer lo que estaba pasando en el
interior de Carondelet.

Un viejo Cristo sangrante tallado en madera lucía junto a la
bandera. Todos prometieron trabajar por el país y por los más
pobres. Ya en el balcón que se asoma a la Plaza Grande, todos
cantaron el Himno Nacional. Enseguida hablaron. El general
Mendoza, en un breve discurso, dijo que ante el pueblo ecuatoriano
asumía estas responsabilidades por ser el oficial más antiguo.
Perseguiría la corrupción hasta acabarla, dijo, y ofreció trabajar
para que en el país haya menos pobreza cada día.

Cuando le tocó el turno, Carlos Solórzano reiteró, en un tono
emocionado, la voluntad de cambios económicos y políticos en favor
de las mayorías. El ex juez de la Corte Suprema también recordó
que una de las prioridades de la Junta sería frenar a la
corrupción para que el país renazca. A los oficiales insurrectos,
tras ensalzar su gesta, les dijo que descartaba retaliaciones y
castigos.

Ante los frecuentes pedidos de la multitud para que hable Lucio
Gutiérrez, Solórzano reconoció la entereza y valentía del coronel
y habló de él como el futuro Ministro de Gobierno. Silbidos de
rechazo y gritos en contra por la ausencia de Gutiérrez de la
Junta fueron la respuesta de la multitud, que otra vez pedía la
intervención del coronel. Gutiérrez no habló. Solamente escuchaba
a los compañeros de la efímera Junta y seguía lo que sucedía en la
plaza.

Antonio Vargas habló primero en quichua y luego en castellano. Con
cierta desazón, evidente por los prolongados silencios, dijo que
las Fuerzas Armadas y la Policía garantizaban el proceso que
estaba en marcha. No olvidó a Mahuad y dijo que estaba detenido en
el aeropuerto. "Triunfó el Ecuador, triunfaron ustedes y
nosotros", ¡viva el Ecuador!

Inmediatamente, Vargas tuvo que volver a explicar a sus
seguidores, incrédulos, por qué habían tenido que cambiar a
Gutiérrez por Mendoza y a Cobo por Sandoval. No fue muy
convincente, a juzgar por las reacciones que suscitó. Uno de ellos
dijo después tener un sabor amargo en la boca. "La misma sensación
de febrero de 1997".

Entretanto, Gutiérrez también se dirigió por la segunda planta de
Carondelet, en dirección a la Sala de Gabinete, vecina al despacho
que abandonó Mahuad, donde se iba a anunciar el nuevo triunvirato.
"Mi tarea -dijo- ha concluido. Mahuad no era digno de ocupar este
Palacio". El Coronel no ocultaba su preocupación y cierto aire de
desesperanza se dibujaba en su rostro.

Tras las últimas palabras de Antonio Vargas, la Junta se dispuso a
anunciar al país, en una rápida rueda de prensa, su conformación.
Eran las 23:44.

La presencia de Mendoza junto a Vargas y Solórzano envió un
mensaje inequívoco al país: las Fuerzas Armadas en su conjunto
estaban detrás de ese triunvirato. El tumulto era grande. Mendoza
lucía intranquilo y parco. ¿Quiénes conformarán el Gabinete,
cuáles serán los primeros decretos, qué pasará con la
dolarización? Mendoza evadió la avalancha de preguntas con la
misma frase: "Mañana, mañana responderemos a todas las
inquietudes".

Finalmente, cedió la voz a Solórzano. El país vio un ex Presidente
de la Corte inusualmente emocionado. Alabó a Gutiérrez, reconoció
su liderazgo en el Ejército y el renunciamiento que acababa de
hacer. También confirmó que pediría nombrarle ministro de
Gobierno. Gutiérrez no se inmutó. Vargas, quien estuvo en todo
momento junto a Gutiérrez, seguía molesto y desconcertado. El
retiro del Coronel le causaba tanta incomodidad como el pesado
chaleco antibalas, verde camuflaje, que le ofrecieron los
coroneles y que quedaba oculto bajo su pequeño poncho negro.

A la misma hora, el resto del Alto Mando se dirigía hacia el
complejo de Defensa en La Recoleta. Allí se esperaban
explicaciones y se volvía necesario reunir de nuevo al Consejo de
Generales y Almirantes que, aquella noche, había estado sometido a
la ducha escocesa, de calor y frío. Por ejemplo, el anuncio de que
el Ministro de Gobierno sería un coronel era uno de los temas que
más había caldeado los ánimos. Para los uniformados era evidente
que el "civil" (Solórzano) no conocía nada de jerarquía militar.
En la institución policial se llegó a concretar, inclusive, una
amenaza. Si la Junta se consolidaba, todo el personal policial de
seguridad y control público será retirado en todo el país. La
cúpula policial, conformada por generales, tendría que rendir
honores al coronel Gutiérrez.

Se requería de urgencia que el propio Mendoza explicara su
estrategia. Vargas y Solórzano, en cambio, no se sentían
presionados. Eran las 00:16 del sábado cuando invitaron al General
a una reunión en la oficina anexa al despacho de Jamil Mahuad. "A
partir de ahora comenzamos a gobernar -dijo Vargas-. Lo primero
que hay que hacer es el decreto de conformación de la Junta y el
levantamiento de la emergencia"...

Mendoza guardaba silencio. Igual que cuando Solórzano iba lanzando
ideas sobre la redacción de los decretos. De pronto se levantó y
les dijo: "caballeros disculpen, ya regreso...".

Afuera, sus dos hombres de confianza montaban guardia. Mendoza
pidió a uno de ellos que lo acompañara y al otro que siguiera con
la guardia. Juntos bajaron a la cochera, se embarcaron en el
Montero verde del Comando Conjunto y partieron al Ministerio de
Defensa. 15 minutos después se reunió con los generales del
Ejército y puso las cartas sobre la mesa. ¿Le dará la razón la
historia a este General triunviro por unas horas?

"Señores -confirmó que les dijo- aquí está mi disponibilidad. Este
momento me retiro, todo está listo para que se disuelva el
triunvirato. Esto es humillante, aun para mi hijo y mi esposa que
piensan que esto es indigno". Antes de irse dio sus últimas
órdenes: "Usted general Sandoval se hace cargo del Comando
Conjunto y ajusta el operativo... Le dejo a cargo de las Fuerzas
Armadas".

Mendoza se devolvió a Carondelet. Eran las 00:01. Sandoval actuó
con presteza: convocó a los 36 generales y almirantes a la sala de
reuniones y les anunció que Mendoza renunciaría en pocos minutos
al triunvirato, que la situación estaba dominada y que el poder le
sería entregado al Vicepresidente. Los comandantes del Ejército,
la Fuerza Naval y la Policía dijeron que estaban con él y con la
Constitución. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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