Quito. 15. ago 96. Agradezco al colegio en el que me gradué". La
frase, pronunciada por lo menos en tres ocasiones en medio de la
euforia del triunfo del entonces presidente electo Abdalá Bucaram,
recordó a muchos una característica común de los últimos cinco
presidentes del Ecuador de origen guayaquileño: todos ellos han
pasado por las aulas del Cristóbal Colón, un establecimiento de
educación media dirigido por la Comunidad Salesiana. El primero
fue Carlos Julio Arosemena Monroy, presidente constitucional del
Ecuador entre 1962 y 1963: él hizo ahí su primaria y secundaria
hasta que en cuarto año se retiró porque quería ser abogado y en el
Cristóbal no existía la especialización Filosófico-Sociales. El
mismo fue el caso de su primo Otto Arosemena Gómez, presidente
constitucional del Ecuador entre 1967 y 1968, que también estudió
en el Cristóbal hasta cuarto año por idénticos motivos. A causa de
problemas económicos de su familia, en cambio Jaime Roldós Aguilera,
presidente constitucional entre 1979 y 1981, hizo sólo la primaria
en el Cristóbal: cuando llegó el momento de la secundaria, el
pequeño Jaime fuera a terminar sus estudios en el otro gran colegio
de Guayaquil, el Vicente Rocafuerte. Años antes había pasado también
por el Cristóbal León Febres-Cordero Rivadeneyra, que gobernó entre
1984 y 1988, y que se retiró del colegio cuando estaba en quinto
curso para ir a terminar sus estudios en la Academia Charlotte Hall,
en los Estados Unidos. Orgullosos de sus blasones, los salesianos
tienen en una pared de la Dirección un retrato de cada uno de sus
alumnos que han llegado a la Presidencia de la República. Y
ahora están acondicionando espacio para el último, Abdalá Bucaram
Ortiz. "Tenemos nuestra propia galería de presidentes", dice
satisfecho el padre Virgilio Noboa, sacerdote salesiano, actual
rector del Cristóbal Colón.

CARLOS JULIO Y ASSAD

Percibido erróneamente como un colegio de la élite guayaquileña, el
Cristóbal Colón, que se acerca ya bastante al siglo de existencia, es
bastante más que eso. "Fue siempre el gran colegio de la clase media
guayaquileña", dice el doctor Gustavo Noboa Bejarano, ex gobernador del
Guayas. Pero una cosa es cierta: durante estos ochenta y seis años de
existencia, por el Cristóbal ha pasado gran parte de la dirigencia del
país. Veamos por ejemplo la generación del propio Gustavo Noboa, que se
graduó en 1955. En la foto de graduación de ese año están también Heinz
Moeller Freile, ex presidente del Congreso y actual diputado nacional,
Aquiles Rigaíl Santistevan, dos veces ministro de Estado y ex candidato
a la Vicepresidencia de la República, y personas destacadas del sector
privado como el ex gerente de la Texaco, René Bucaram. O la promoción
del 67, en la que se graduaron el ex vicepresidente Alberto Dahik
Garzozi; el ex candidato presidencial Ricardo Noboa Bejarano, y el ex
diputado socialista Raúl Patiño Aroca.

Porque una de las características de las graduaciones del Cristóbal es
la diversidad: por ahí pasaron desde el aristocrático Otto Arosemena
hasta el populista Abdalá Bucaram. O desde el derechista Alberto Dahik
hasta el izquierdista Raúl Patiño. "En el colegio fue que conocí a los
Bucaram", relata el ex presidente Carlos Julio Arosemena. "Ahí fui
compañero desde segundo grado de Jacobo, el padre de los Bucaram Ortiz.
Estudiamos la primaria juntos, pero no los volví a ver más, pero a su
hermano Assad, a quien también conocí en el Cristóbal sí, porque él era
alcalde de Guayaquil cuando yo era presidente y juntos fuimos al
destierro". "Apenas el 20% de los estudiantes pertenecen a lo que
podría llamarse una élite social o económica", analiza el doctor David
Samaniego, que fuera rector del Colegio en una de sus épocas de mayor
esplendor, la década de los setenta. "Los salesianos buscaron siempre
no concentrarse en un determinado sector, por lo que el 40% de sus
alumnos provenían de una clase media, y el 40% restantes, de sectores
más pobres aún. El 10% del total de sus alumnos estaban becados",
sigue analizando el Dr. Samaniego para quien la clave del éxito se ha
basado en un sistema disciplinario muy bueno, un muy alto rigor
académico y un énfasis especial en la formación de liderazgo. "La
disciplina, basada en el sistema preventivo salesiano, y normas muy
precisas para aprobar o no el año, han sido fundamentales en la
educación del Cristóbal. Pero además se dio mucha importancia al
deporte, y sobre todo a la educación en la fe. Un trabajo especial
se inició en 1969, con Gustavo Noboa, que empezó una formación de
liderazgo espiritual, que sentó bases de liderazgo en general", dice
Samaniego.

Ese liderazgo se ha manifestado en muchos campos. El Cristóbal no solo
ha dado políticos. Durante años dio también buenos deportistas. El
mismo Abdalá Bucaram, por ejemplo, fue campeón nacional de 200 metros
planos en 1967. Su hermano Jacobo, de la promoción del 65, que fue
campeón nacional de atletismo en 100 y 200 metros planos, y luego
obtuvo una medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de 1970. O
Andrés Gómez Santos, de la promoción de 1980, que fue triunfador del
Torneo Roland Garros. "Actualmente de los trece seleccionados de
pimpón de la provincia del Guayas, once son cristobalinos", dice el
padre Virgilio Noboa.

DON BOSCO Y LOS SHUARAS

Inaugurado en 1911, el Cristóbal tiene historia. Su fundador fue un
misionero salesiano llamado Domingo Comín, que con el tiempo llegaría
a ser vicario apostólico de Méndez y Gualaquiza y se convertiría en el
gran evangelizador de la nación shuar. Enviado personalmente por don
Juan Bosco, santo de la Iglesia Católica, antes de partir hacia la
selva amazónica, monseñor Domingo Comín se entregó a la tarea de
iniciar un gran colegio católico para la juventud de la ciudad más
grande del país. No eran días muy auspiciosos: la revolución liberal,
radicalmente laica, estaba en su apogeo y no se podía esperar ninguna
ayuda del gobierno. Según la leyenda, en los momentos más difíciles,
y después de haber orado pidiendo ayuda divina, monseñor Comín
recibió la visita del señor Francisco Robles, quien no sólo cooperó
en la adquisición del terreno sino que se prestó para la dirección y
supervisión de los trabajos. Desde entonces, los cooperadores
salesianos, como se llaman quienes ayudan voluntariamente a la obra,
han sido fundamentales.

Hubo momentos difíciles, como cuando la epidemia de fiebre amarilla que
azotaba a la ciudad, hirió de muerte a cuatro sacerdotes italianos. Hay
también momentos de gloria: como la canonización de don Bosco, en 1934,
o la asunción del vicariato de Méndez del sucesor de Mons. Comín,
monseñor Teodoro Arroyo Robelly, que fue también rector del Colegio
hasta 1969. Con todo, los momentos más brillantes de las últimas
décadas, fueron sin lugar a dudas los de la década del 70, bajo la
dirección del entonces sacerdote salesiano David Samaniego. En esa
época, el Cristóbal no solo era una potencia deportiva, sino que se
inició el Club de Periodismo y la Feria de Ciencias. "A la primera que
se inauguró asistieron 160 mil personas y fue uno de los momentos que
hicieron época en la educación de la ciudad", dice Samaniego.

CRISTÓBAL PARA RATO

Con 1.500 alumnos y ubicado en el mismo lugar en que fue fundado en
1908, el Cristóbal ha rehusado salir del aristocrático Barrio del
Centenario, al sur de la ciudad, a diferencia de otros colegios que
se han trasladado al norte. "La educación se abrió", explica Gustavo
Noboa, "la gente busca colegios más cercanos y a nadie se le ocurre
atravesar la ciudad cuando cerca de su casa hay nuevos y muy buenos
colegios". Con todo, según los salesianos todavía hay Cristóbal para
rato. "La gran cantera son los hijos de los ex alumnos", dice el
padre Virgilio Noboa. En efecto, la mayoría de los ex cristobalinos
busca la institución donde se educaron para enviar también a sus
hijos. Santiago Roldós, por ejemplo, el hijo del presidente Jaime
Roldós, se graduó en el Cristóbal en 1985. Y el año pasado se graduó
también Jacobo Bucaram Pulley, hijo del presidente electo. También hay
generaciones de cristobalinos que todavía aspiran, y podrían tener
opción, de llegar a Carondelet. Ahí están Heinz Moeller, de la
promoción del 55; o dos compañeros de la promoción del 67, Ricardo
Noboa, o por qué no en un país en el que no existen los cadáveres
políticos, Alberto Dahik. (FUENTE: REVISTA VISTAZO N. 695, PP. 94-96)
EXPLORED
en Autor: Carlos Jijón - [email protected]

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