Quito. 09 ago 2001. (Editorial) Dicen que cuando el árbol se cae, todos
aprovechan para hacer leña, pero en el caso de gobiernos como el actual,
parecería que hay muchos dispuestos a trozar sus ramas, aun cuando está
en pie y, se supone, nadie con sentido común esperaría que se cayera y
dejara daños mayores que los producidos por las más recientes crisis
políticas. Aunque, no obstante, resulta evidente que hay quienes agarran
el hacha al mínimo indicio de debilidad.
Es la inestabilidad crónica, como opinaba ayer este diario, que hace que
el mínimo estornudo social genere fiebre en el Estado. Muestra de ello es
la rapidez con la cual cambió el panorama nacional en cuestión de una
semana, entre el 17 de julio cuando se anunció el cierre de Filanbanco,
en un ambiente de aparente normalidad, y el 24 del mismo mes, cuando un
acuerdo con la banca privada para que se hiciera cargo de activos y
cartera parecía un parto de los montes, con reuniones reservadas y el
juego del gato y el ratón entre funcionarios y periodistas, y una
asombrada y temerosa audiencia nacional, como expectadora.
Desde esa mitad de julio, cuando al régimen no le quedó más que hacer
pública la debacle de Filanbanco, este no ha podido retomar las riendas
de la administración, y ahora los más diversos sectores buscan
instalarsele literalmente entre las barbas, sin que esta sea una alusión
física al presidente Gustavo Noboa.
Porque los médicos que entonces desarrollaban su justo reclamo por
mejores ingresos, tomaron mayor fuerza y lograron recientemente la
entrega de un bono que, en muchos de sus casos, es igual a más de la
mitad de sus ingresos. Bono que ahora reclaman con otro paro los
trabajadores de la salud y que significa para el Gobierno haber ganado
nada, pues los galenos no son útiles si los quirófanos están cerrados con
candado.
Y los maestros ayer ya iniciaron sus medidas de protesta, con similar
pedido que los médicos; como también lo hacen varios frentes sindicales
de trabajadores, que sienten que sus exiguos ingresos no se compadecen
con los altos costos de los productos de necesidad básica, que ahora
presentan niveles internacionales.
Las organizaciones barriales populares de sectores como la isla
Trinitaria, en Guayaquil, se sintieron ayer listas para protestar y
cerraron la vía Perimetral, quizás tal como vieron en televisión que un
día antes lo habían hecho en la importante avenida Quito, los
trabajadores del Ministerio de Agricultura que, al igual que los de
Bienestar Social, mantienen una prolongada paralización y buscan, ahora,
presionar con los recortes periodísticos que detallan las conquistas
alcanzadas por los médicos.
Mientras, la Comisión de Tránsito comienza a ceder a pedido de los
choferes del Guayas, que el domingo hasta casi la media noche mantuvieron
su amenaza de paralización total para el día siguiente, medida radical
que fue evitada por una informal, pero muy sintomática llamada del
ministro de Trabajo, emisario del Gobierno, que no tiene relación directa
con ese tema.
El rechazo a la privatización de la educación, de la que muchas veces se
ha explicado que está mal interpretada por los gremios; la exigencia de
un trato justo a los jubilados, y hasta el pedido de que el régimen
acepte sin obstáculos la reciente decisión del Tribunal Constitucional de
volver al IVA de 12%, fueron temas de las protestas de ayer en Guayaquil
y Quito.
Entre tanto, la Coordinadora de Movimientos Sociales y algunas
organizaciones indígenas cumplen una marcha que, aunque aclaran que no es
un "levantamiento", tiene el propósito de llegar a Quito y cumplir
acciones de protesta.
La crisis desencadenada por el mal manejo de Filanbanco delictivo manejo
del banco estatal más grande, y que ahora anuncia bonos para pagar a los
clientes mayores, en un congelamiento bancario no admitido ha costado
caro al gobierno de Gustavo Noboa.
Es la resultante de la falta de un proyecto común de país, ha sido un
diagnóstico, plenamente respaldado, que ha presentado este diario. Algo
que la sabiduría popular define como remar para el mismo lado, cuando la
intención es llegar a un destino similar y provechoso: una comunidad
capaz de solventar los problemas elementales de sus habitantes,
organizarlos para enfrentar el futuro y ayudarles a crecer, acorde a sus
capacidades y apegado a las normas.
[email protected] (Diario Hoy)
aprovechan para hacer leña, pero en el caso de gobiernos como el actual,
parecería que hay muchos dispuestos a trozar sus ramas, aun cuando está
en pie y, se supone, nadie con sentido común esperaría que se cayera y
dejara daños mayores que los producidos por las más recientes crisis
políticas. Aunque, no obstante, resulta evidente que hay quienes agarran
el hacha al mínimo indicio de debilidad.
Es la inestabilidad crónica, como opinaba ayer este diario, que hace que
el mínimo estornudo social genere fiebre en el Estado. Muestra de ello es
la rapidez con la cual cambió el panorama nacional en cuestión de una
semana, entre el 17 de julio cuando se anunció el cierre de Filanbanco,
en un ambiente de aparente normalidad, y el 24 del mismo mes, cuando un
acuerdo con la banca privada para que se hiciera cargo de activos y
cartera parecía un parto de los montes, con reuniones reservadas y el
juego del gato y el ratón entre funcionarios y periodistas, y una
asombrada y temerosa audiencia nacional, como expectadora.
Desde esa mitad de julio, cuando al régimen no le quedó más que hacer
pública la debacle de Filanbanco, este no ha podido retomar las riendas
de la administración, y ahora los más diversos sectores buscan
instalarsele literalmente entre las barbas, sin que esta sea una alusión
física al presidente Gustavo Noboa.
Porque los médicos que entonces desarrollaban su justo reclamo por
mejores ingresos, tomaron mayor fuerza y lograron recientemente la
entrega de un bono que, en muchos de sus casos, es igual a más de la
mitad de sus ingresos. Bono que ahora reclaman con otro paro los
trabajadores de la salud y que significa para el Gobierno haber ganado
nada, pues los galenos no son útiles si los quirófanos están cerrados con
candado.
Y los maestros ayer ya iniciaron sus medidas de protesta, con similar
pedido que los médicos; como también lo hacen varios frentes sindicales
de trabajadores, que sienten que sus exiguos ingresos no se compadecen
con los altos costos de los productos de necesidad básica, que ahora
presentan niveles internacionales.
Las organizaciones barriales populares de sectores como la isla
Trinitaria, en Guayaquil, se sintieron ayer listas para protestar y
cerraron la vía Perimetral, quizás tal como vieron en televisión que un
día antes lo habían hecho en la importante avenida Quito, los
trabajadores del Ministerio de Agricultura que, al igual que los de
Bienestar Social, mantienen una prolongada paralización y buscan, ahora,
presionar con los recortes periodísticos que detallan las conquistas
alcanzadas por los médicos.
Mientras, la Comisión de Tránsito comienza a ceder a pedido de los
choferes del Guayas, que el domingo hasta casi la media noche mantuvieron
su amenaza de paralización total para el día siguiente, medida radical
que fue evitada por una informal, pero muy sintomática llamada del
ministro de Trabajo, emisario del Gobierno, que no tiene relación directa
con ese tema.
El rechazo a la privatización de la educación, de la que muchas veces se
ha explicado que está mal interpretada por los gremios; la exigencia de
un trato justo a los jubilados, y hasta el pedido de que el régimen
acepte sin obstáculos la reciente decisión del Tribunal Constitucional de
volver al IVA de 12%, fueron temas de las protestas de ayer en Guayaquil
y Quito.
Entre tanto, la Coordinadora de Movimientos Sociales y algunas
organizaciones indígenas cumplen una marcha que, aunque aclaran que no es
un "levantamiento", tiene el propósito de llegar a Quito y cumplir
acciones de protesta.
La crisis desencadenada por el mal manejo de Filanbanco delictivo manejo
del banco estatal más grande, y que ahora anuncia bonos para pagar a los
clientes mayores, en un congelamiento bancario no admitido ha costado
caro al gobierno de Gustavo Noboa.
Es la resultante de la falta de un proyecto común de país, ha sido un
diagnóstico, plenamente respaldado, que ha presentado este diario. Algo
que la sabiduría popular define como remar para el mismo lado, cuando la
intención es llegar a un destino similar y provechoso: una comunidad
capaz de solventar los problemas elementales de sus habitantes,
organizarlos para enfrentar el futuro y ayudarles a crecer, acorde a sus
capacidades y apegado a las normas.
[email protected] (Diario Hoy)
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