Quito. 19 nov 96. Desde el filo de la carretera, al
otro lado de una cortina delgada de bosque (50
metros de ancho), no se ve más que troncos
lastimados, unos pálidos y otros color ceniza,
árboles de pino muertos, montículos de paja
amarillentos...

Allí el tiempo se ha torcido y las distancias
engañan al ojo humano. Pero no es difícil ver
cómo ese extraño mal de los árboles va
carcomiendo el verde olivo de las hojas: es un
hongo color ladrillo que, a ratos, se torna negro.
Se ve que ataca a los árboles mayores de ocho
años y que han alcanzado igual número de
metros. Un panorama oprimente. Desolador a
simple vista.

Los dos guardaparques hacen ver, en las
conversaciones que se mantiene con ellos, que
el impacto no solo roza con lo visual, sino
también con lo objetivo: las perdices, los
venados, los lobos, los zorrinos y conejos que
antes corrían por la zona ya no están desde hace
más de dos años... Además, cuentan que tres
cuencas de agua con las que se abastecía la
población de El Chasqui se han secado a causa
de la deforestación.

¿Qué pasó con los árboles adultos sembrados
hace más de 20 años a los pies del volcán más
alto del mundo? Dos viejos madereros del país
y dueños de casi el 80 por ciento de la extensión
total de tierras asentadas a los pies del gran
monte, responden. Ellos son Miguel Salvador,
gerente propietario de Cultivos de Exportación
S.A., Cultex; y, Diego Ponce, representante de
Aglomerados Cotopaxi S.A., Acosa.

El impacto visual es aterrador. Cierto. Pero se
debe a que la gente ignora en qué consiste la
dinámica de la siembra y cosecha de madera de
pino. Esta es obra del hombre y por lo tanto
tiene el derecho de llevársela y el deber de
reponerla, asevera Salvador.

Los pinos, que desde la Pana se los ve cortados,
fueron sembrados en el 72 y el inicio de la
cosecha fue en el 91, la primera en 19 años. El
dueño es Cultex.

El asegura, y muestra en el terreno, que la zona,
en realidad, no está deforestada.

Los árboles sembrados no se los puede apreciar
desde la carretera. Internándose en en el terreno
y poniendo un poco de atención, se ve que al
momento, están sembrados pinos enanos (de unos
40 centímetros promedio) de la variedad pátula en
250 hectáreas.

Esta siembra es parte del plan de reforestación
paulatino que Cultex hará en las mil hectáreas
efectivas de las tierras que es dueña. Según este
plan se sembrarán 475.000 árboles hasta mayo
de 1997 y un millón cien mil, hasta el 2000. "En
cuatro o cinco años ya se los verá de un metro y
medio o dos".

Como muestra de que esa zona volverá a tener
árboles, Salvador indica tres contratos de
reforestación hechos con Marcelo Collantes,
dueño de un vivero. El último es de 222.000
plantas de pino radiata (a 240 sucres cada una)
que debían ser sembrados desde mediados de
noviembre pero, por la falta de lluvias, se
hará en diciembre.

Una proyección de Cultex: levantar un complejo
turístico en un espacio de 50 hectáreas de su
tierra, ubicadas detrás de esa delgada cortina de
árboles que se divisan desde la vía.

Por la carretera, unos siete kilómetros al sur de
la entrada principal al Parque, hay un extenso
bosque. Es una zona de 7.900 hectáreas. Su
dueño es Acosa (se incluye las 3.600 hectáreas
que hace tres años le compró a la Curia
Metropolitana).

Esta empresa exportadora de madera tiene un
gran plan de reforestación, de eso dan cuenta los
guardaparques y Hermel Cabrera, director
Nacional Forestal del Inefan (enc.) y el mismo
dueño de Cultex. Cada año tala,
aproximadamente, 340 hectáreas y al mismo
tiempo siembra la misma cantidad o a veces más.

Ni las 1.158 hectáreas de Cultex ni las 7.900 de
Acosa son parte de El Boliche. Pero, algunas de
las tierras de Acosa sí forman parte el Parque
Cotopaxi.

1.158 Has. para 3

Los 2 millones de árboles sembrados durante
cuatro años (de 1972 a 1976) en las 1.158
hectáreas, al filo de la Panamericana, no son solo
de Cultex. Hay dos propietarios más: Ministerio
de Agricultura y Fuerzas Armadas.

La historia comenzó con la firma de un convenio
tripartito, firmado en 1973, en la época de la
dictadura de Velasco Ibarra. Según este convenio,
el dueño de la tierra ponía el terreno y tenía
derecho a explotar el 25% del bosque, el MAG
aportaba con el asesoramiento técnico y tenía
derecho al 10%, y las FF.AA. aportaban con la
mano de obra y podían a explotar al 65%.

Las FF.AA. y el MAG nunca hicieron la poda y el
raleo a tiempo por falta de dinero, asegura Miguel
Salvador, gerente de Cultex y lo confirmó el
director nacional Forestal encargado, Hermel
Cabrera. Se sembró 2.000 árboles por hectárea
con el objetivo de obtener madera para una
fábrica de pulpa que se la instalaría 10 años
después, pero nunca se llegó a concretar este
plan.

Al MAG, que le corresponde el vuelo forestal
(solo los árboles no la tierra) o franja de árboles
que está paralela a la carretera, aún no explota su
parte. Las FF.AA. vendieron su parte a Acosa.
Cultex extrajo sus árboles y espera que terminen
de explotar los demás socios para sembrar
nuevamente en sus tierras. Este convenio termina
en 1998.

Cascajo y tierra

Sin créditos para forestar * Ponce y Salvador
aseguran que no hay líneas de crédito de largo
plazo y con tazas de interés atractivo. Quien
invierte en la siembra de árboles ahora debe
esperar años para ver los beneficios. El pino
es una de las especies forestales de más rápido
crecimiento. La caoba, el marcaré y, la virola y
otras especies tropicales toman entre 30 y 50
años. Salvador dice que Chile es un ejemplo
de lo que se podría hacer en el país en materia
forestal.

El suelo es de cascajo * El suelo de la zona
está formado por derivados de ceniza volcánica,
grabas y piedras.

El cascajo que cubre los pies del volcán
Cotopaxi es muy apetecido para la explotación.

Pero, según la Ley Agraria expedida en 1994
las concesiones para la explotación de materiales
para la industria de la construcción solo pueden
hacerse con la autorización expresa del
propietario. Cultex dice que no ha dado ni
piensa dar ningún permiso.

Características del lugar * Temperatura de 13 a
20 grados centígrados. Son tierras que están a
3.500 metros de altura sobre el nivel del mar.
Según el cuadro de pisos ecológicos del país,
éste es un pequeño reducto de matorral del
páramo andino.

La limitación para el uso de estos suelos son
la altitud, las heladas y el exceso de humedad.
(FUENTE: EL COMERCIO)
EXPLORED
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