Quito. 17 nov. 96. El ex presidente de la Junta Monetaria,
economista, presidente de Produbanco.

¿Existe credibilidad?

No hay política económica -en cualquier sistema político- que
persevere en el tiempo y dé resultados, si no tiene principios
que le aseguren credibilidad y confianza.

Poco puede ofrecer un programa económico si se desarrolla con
contradicciones e interferencias permanentes entre las
funciones del Estado. Cualquier resultado positivo, bajo esta
realidad, solo confirma la existencia de una riqueza cuya
potencialidad permitiría, en circunstancias más adecuadas,
alcanzar objetivos más ambiciosos. Las sociedades estables
tienen mayor capacidad de crecimiento pues facilitan las
decisiones de inversión y mejoran la productividad. Sobre
ellas descansa un sistema monetario sólido y un Gobierno
responsable.

En este ambiente, cargado por la necesidad de resolver o
cubrir un nuevo déficit fiscal, el Gobierno preanuncia la idea
de introducir la convertibilidad para desterrar las causas
desestabilizantes de la economía, como tabla de salvación
final y exclusiva. La convertibilidad es un sistema
bimonetario, a través del cual el Banco Central (o como se
llame) garantiza al tenedor de monedas y billetes nacionales
el derecho a convertir a una tasa dada en el equivalente de
dólares. Por eso, el Central se transforma en una "caja de
conversión" cuya responsabilidad exclusiva es tener respaldo
en divisas de los sucres emitidos. Con esto, el B. Central
elimina su función e prestamista de última instancia del
sistema financiero, así como de financiar al Gobierno.

En estas condiciones, la política monetaria depende de los
resultados de comercio exterior, movimiento de capitales y
tasa de interés internacional. El Gobierno pierde su función
discrecional sobre esta política y la cambiaria. El
crecimiento responde a altos niveles de reservas
internacionales y viceversa. Y la demanda de sucres, como se
llame la nueva moneda, y la de dólares estará determinada por
los diferenciales de tasas de interés. La composición de la
oferta monetaria por tipo de moneda dependerá de la
preferencia de los agentes económicos.

Si la economía está atada al dólar, a los movimientos de
capitales y a la credibilidad de su programa, su único
mecanismo de defensa es la capacidad de elevar la
productividad. Ello demanda modificaciones profundas en el
régimen laboral, en la política educativa y de capacitación.

Los países con sistema de convertibilidad tienen, por lo
general, mercados laborales desregulados; no tienen
restricción a la contratación o despido de trabajadores y
carecen de salarios mínimos. Los sistemas fiscales descansan
en eficientes mecanismos de recaudación, en especial de
tributos indirectos, con altas penalizaciones por evasión y
con una estructura de gastos selectiva y equilibrada.

Los mecanismos de ahorro y previsionales son individualizados
y la credibilidad del sistema financiero descansa en un
régimen estricto de supervisión sobre la calidad de los
activos y en seguros de depósitos, que si bien no eliminan el
riesgo total reducen el riesgo de pánicos.

Ejemplos de convertibilidad: Hong Kong, Bermuda, Panamá, Islas
Cayman. En tanto que Argentina, Estonia y Lituania llegaron
luego de una etapa de descomposición económica y política
profundas e hiperinflación. La convertibilidad refleja, de
algún modo, la incapacidad de autogobernarse y el desconsuelo
por los resultados obtenidos previamente. Desnacionaliza sus
políticas monetaria y cambiaria, razón por la cual la mayoría
de países no la aplica.

La convertibilidad requiere mucho sustento legal, es decir, la
incorporación expresa en la Constitución. Pero, ¿qué pasará
con el cambio de Gobierno? ¿Estará de acuerdo con el sistema o
querrá modificarlo? ¿No será indispensable un consenso para
este cambio? ¿Cómo actuará los agentes externos frente a un
resultado político no previsto o que no tenga claro su
compromiso de política económica? Si es así, ¿de qué forma se
desmontará el sistema sin ocasionar traumas al país?...

La responsabilidad de mantener un horizonte creíble de
estabilidad no requiere de un experimento, tanto más cuanto
que un sistema de cambios flexibles rompe fuertemente las
expectativas inflacionarias si el programa es creíble. Si no
es así, miremos las etapas en que se aplicaron correctamente
estos principios y veremos que sí es posible...

León Roldós

Ex vicepresidente de l República, abogado rector de la
Universidad de Guayaquil

Faltan condiciones

La convertibilidad monetaria no es nueva en nuestra economía.
Hasta agosto del año 1914 existía pero se terminó por la
crisis del cacao y el estallido de la Primero Guerra Mundial.

Por lo tanto, estaríamos retornando a una circunstancia de
ochenta y dos años atrás. Ahora el patrón ya no es el oro, es
el dólar. Bajo este sistema, el Banco Central (BCE) solo puede
emitir sucres conforme a la liquidez de l reserva monetaria
internacional, pero si baja la liquidez de la reserva, el BCE
tiene que contraer los sucres.

De hecho, en el caso de Argentina circulan más dólares que
pesos, porque el ciudadano común siempre tiene miedo a que la
convertibilidad salte en pedazos y se quede con pesos en los
bolsillos, lo importante es tener dólares.

De arranque tiene que haber un número igual de la nueva moneda
nacional equivalente a la liquidez de l reserva monetaria
internacional, esa ecuación no puede modificarse.

¿Cómo se mueve esa liquidez? Para comenzar, se mueve con la
cuenta corriente de la balanza de pago, la exportación de
bienes y servicios versus la importación de los mismos.
Históricamente, el país ha sido deficitario y hemos salido de
ello vía endeudamiento.

Si las exportaciones de bienes y servicios no son superiores a
las importaciones, le queda al país muy pocas opciones. La
primera de ellas es endeudarse para que entren divisas. Esto
es algo que ya lo han tenido que hacer Argentina, y eso obliga
a un posterior servicio e la deuda.

La segunda alternativa -la que Carlos Menen aplicó al inicio
de su Gobierno- es vender todo lo que se pueda. Por eso tiene
que haber una racionalidad de la capitalización de las
empresas estatales.

La tercera alternativa es contraer la economía, lo cual
provoca recesión. Una cosa que se dice, y resulta cierta en
cifras macroeconómicas, es que con la convertibilidad no hay
inflación porque la suerte del nuevo suerte está vinculada con
el dólar.

En Argentina se dio, de arranque, una fuerte elevación de
precios con la meta de que los precios sean de la misma
característico que los precios internacionales.

En Ecuador, esto generará problemas sociales porque el ingreso
de nuestras familias no está en la categoría internacional. En
el país, con optimismo, podría decirse que una familia de
cinco miembros tiene un ingreso real mensual de 50 dólares.
Pero lamentablemente, de acuerdo con el Banco Mundial, quienes
tengan un ingreso de un dólar por persona diarios están bajo
el límite de la pobreza, y en el caso de nuestro país, el 60
por ciento de la población ecuatoriana se ubicará ahí.

Otro elemento a considerar es el presupuesto. En el país se
maneja presupuesto con pequeños déficit, por una razón muy
sencilla: el Estado no es buen pagador. Es interesante saber
cuánto se le debe al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social
(IESS) aproximadamente más de dos billones de sucres.

Y si se pagara todo lo que se tiene que pagar, el déficit del
Estado sería mucho más grande. Si ha habido un instrumento
mentiroso ese es el presupuesto. Y es injusto atacar al
Gobierno por el monto de pago de la deuda externa porque su
estructura está vinculada con los bonos Brady.

Un elemento adicional es el sistema bancario. Ahí hay tres
problemas graves. Un problema de pérdidas, de alguna manera
diferidas, en el sistema y que deben amortizarse. Hay bancos
con importantes activos improductivos. En tercer lugar, existe
una tremenda concentración de créditos.

Sostengo que antes que revolver una convertibilidad, sería
bueno hacer una ` a fondo de todo el sistema financiero, con
el propósito de hacer un programa de saneamiento, porque la
convertibilidad es un sistema inflexible, que puede quebrar
uno o dos bancos y luego desencadenar un efecto dominó
imparable.

Por todas estas consideraciones considero que no hay
condiciones para un sistema de convertibilidad.

Luis Jácome

Ex subsecretario de Finanzas; actual director del Centro de
Estudio para el Desarrollo

Es un pasaje de ida

Llevamos 15 años de ajuste en los últimos cinco en que tenemos
cifras macroeconómicas equilibradas, el crecimiento del país
no es coherente con el esfuerzo que ha hecho. En general, el
nivel de vida de la mayor parte de la población no ha
mejorado. Y para reducir los niveles de pobreza hay que
crecer.

En este contexto se enmarca la idea de la convertibilidad. En
el caso de Argentina, la situación se dio en un escenario
distinto. En 1989, la inflación se ubicó en 5.000%; en 1990
pasó a 20 mil. En Ecuador, al momento tenemos 25%. En
Argentina hubo falta de credibilidad total en el sistema. Los
programas de estabilización que se aplicaron nunca
funcionaron. No hubo consistencia fiscal y los argentinos
abandonen el Peso o el Austral para comprar dólares. Así se
elevó el tipo de cambio de precios. La medicina fue la
convertibilidad, una medicina muy dura porque ese país no
tenía otra alternativa para recobrar credibilidad.

Algo parecido se está planteando aquí. Se pretende establecer
un tipo de cambio fijo, que no estaría controlado por el Banco
Central puede emitir dinero solo con cargo a sus activos
internacionales de reserva. No siempre es la base monetaria,
como ocurrió en Argentina. En Hong Kong se respaldó la
emisión, es decir, el circulante que sacaba el Banco Central
en forma de billetes y no de cheques.

En el caso ecuatoriano, la base monetaria suma 4 billones de
sucres, frente a las reservas internacionales cercanas a 5
billones. Esto indica que Ecuador está respaldado. Cuando en
Argentina se realizó la convertibilidad hubo un desajuste
entre reservas y base monetaria.

¿Qué se requiere para ir a la convertibilidad? Reformas en los
sectores petrolero y eléctrico, para que sean atractivos a la
inversión extranjera. Esto es importante porque al comienzo la
balanza comercial se deteriorará. La inversión llegará si hay
credibilidad en el sistema y en las personas que lo respaldan.
Se requieren reformas constitucionales. El Banco Central
dejaría de hacer programación monetaria para se el gran
superintendente de bancos y prevenir posibles crisis
financieras. De acuerdo a este mecanismo, un banco privado que
entre en crisis ya no podrá ser respaldado por el Central.

La J. Monetaria también se reestructuraría y dejaría de tener
representación corporativa, especialmente de banqueros, porque
si el papel del Central es de supervisor de bancos, mal puede
la Junta Monetaria estar integrada por banqueros. Eso
produciría conflicto de intereses.

El Gobierno deberá reformar los mercados e bienes, de activos
monetarios y el laboral. Estos mercados deben ser productivos.
Por ejemplo, los salarios nominales deben estar en posibilidad
incluso de bajarse, al igual que los precios de bienes y
servicios. Se trata, entonces, de un programa muy exigente,
pero de todas maneras tiene beneficios: reduce la especulación
financiera; la inflación tiende a bajar a niveles
internacionales. Lo mismo ocurre con las tasas de interés.

Este tipo de arreglos monetarios genera gran disciplina
fiscal. Sin embargo, es una garantía, ya que el B. Central no
puede financiar al sector público. El sector fiscal tiene la
posibilidad de continuar incrementando los gastos, solo
aumentando la deuda pública interna y externa y esto es
negativo para el éxito del programa.

Un sistema de convertibilidad no se da de la noche a la
mañana, requiere tiempo y mejoramiento del nivel de educación.
Este tema es crucial, porque el nivel de productividad es
consecuencia de la educación de trabajadores y empresarios.

Pero hay costos. La producción nacional perderá competencia y
es ahí que se exige un mejoramiento de productividad. En la
medida en que la inflación se acerque pronto a la inflación
internacional, la situación mejorará.

¿Qué debe hacer una empresa para mejorar su productividad?

Reducir ganancias, pero todo tiene un límite: llegará un
momento en que le resulte más costoso seguir produciendo y
cerrará la fábrica; eso genera desempleo. Algunos sectores
podrán crecer y otros no. La experiencia de Argentina es que
sectores estratégicos han podido crecer, como el petrolero, la
energía, telefonía. Pero estos sectores, sobre todo el
petróleo, no necesariamente son intensivos de mano de obra.
Otros sectores, como el textil, sufrirán mucho al perder
productividad. Hay otro costo: el país se encarece. Argentina
es muy caro. En Ecuador ocurrirá lo mismo en relación a otros
países e América Latina. Es lógico: la inflación interna
carece pro no al nivel de la producción.

Jorge Ambram

Experto argentino en temas monetarios. Es asesor de empresas
ecuatorianas.

Un hecho cultural

Creer que la convertibilidad es solo un mecanismo que asegura
un tipo de cambio fijo es una ingenuidad. Quizá ni Cavallo
cuando inició la experiencia argentina, se percató de su
impacto cultural. Al analizar la conveniencia de aplicar la
convertibilidad en un país como Ecuador, hay que tener
presente que ésta es, esencialmente, una propuesta cultural
antes que económica. Es un esquema que, aunque mecánicamente
simple, tiene alta velocidad de propagación y genera en los
ámbitos más recónditos de la economía, es omnipresente, y
afecta a la vida social.

La convertibilidad se basa en una promesa básica: el Banco
Central se compromete a vender, a un tipo de cambio
determinado y fijo e ahora en más, todos los dólares que le
manden. Pera mantener su palabra, el Central está obligado a
que la base monetaria del sistema (todos los sucres en poder
del público, en poder de los bancos y en poder del mismo Banco
Central) siempre sea menor o igual que las reservas de libre
disponibilidad en oro y divisas extranjeras que el instituto
mantiene en sus arcas.

Ocurre que esa sencilla pero profunda promesa tiene fuentes
connotaciones culturales. En primer lugar, la promesa debe ser
creída, sino el B. Central corre el riego de que todos los
tenedores de sucres del país soliciten al corto lapso, su
cuarta parte de dólares de la reserva monetaria internacional.
El prometedor debe ser creíble, lo que trasciende el ámbito
económico. Lo sustantivo de esa creencia es que si se tiene
confianza en el prometedor y su promesa, desaparecería el
temor de riesgo de cambio. Los industriales y comerciantes
desechan su pesadilla de no poder acceder a dólares (a precio
razonable o irrazonable) para comprar materia prima,
maquinaria o reponer inventario provenientes del exterior. Por
su parte, las familias desechan la pesadilla de no tener
dólares para viajar, comprar medicinas o dar seguridad a sus
ahorro. Este es un choque cultura: se trata de vivir, a partir
de la convertibilidad, sin la incertidumbre cambiaria en un
país sensibilizado por la inestabilidad. Eliminando el
componente de riesgo cambiario, las tasas de interés y los
precios de los bienes y servicios deberán reducirse.

La convertibilidad obliga a disciplinar lo indisciplinable; a
mantener orden monetario y fiscal inapelables, de cumplimiento
virtualmente automático inmune a presiones políticas. La
convertibilidad es un esquema que antes de proponer un seguro
de cambio es una herramienta de disciplina fiscal. Bajo este
esquema, el B. Central, para preservar el nivel de medios de
pago existente, no podrá auxiliar financieramente ni al sector
público ni al privado, ya que cada sucre o dólar que
distraería en ese sentido iría en detrimento de la base
monetaria. Esta condición asegura que el presupuesto de gastos
del Gobierno sea lo suficientemente controlado, de otra forma
no podrá tener ayuda del instituto emisor y menos a costa de
la emisión monetaria sin respaldo. Esta disciplina
obligatoria, ordenadora, de cumplimiento excluyente, sin
apelación, debería impedir la administración del presupuesto
con fines políticos no genuinos.

La revolución cultural que envuelve a la convertibilidad se
manifiesta en toda su potencia cuando se ve que no vienen
sola. la acompañan gestores de triunfo y miserias. La acompaña
la privatización de entidades públicas; el aumento de la
presión tributaria y la presión aduanera; la flexibilidad de
leyes laborales; la necesidad de elevar la productividad de la
economía para competir en la exterior; la apertura de la
inversión extranjera; la necesidad de implantar una reforma a
la seguridad social que permita la generación de ahorro
interno, para eliminar la dependencia del financiamiento
externo; la necesidad de mantener relacione inequívocas
puntualmente los pagos de la deuda externa, que garantice a la
comunidad financiera internacional que el país es creíble....

Finalmente, lo más duro: que todos estos acompañantes deben
concurrir casi sin excepción a la cita, y al unísono, so pena
en caso contrario, de haber dado un salto hacia el vacío. (EL
COMERCIO) (P. A-6 y A-7)

EXPLORED
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