COMO LLEGO EL CINE AL ECUADOR: ENTRE LA SOMBRA Y LA LUZ
Por Wilma Granda Noboa

Quito. 02.08.92. Inauguraron en Guayaquil un ingenioso y
mágico cambalache: transportarse a una realidad que no era la
propia y vivirla como si lo fuera.

Julio y agosto de 1906, ataviados espectadores capitalinos,
tuvieron en el Teatro Sucre la oportunidad de visionar las
primeras imágenes filmadas en el país, la Procesión del Corpus
en Guayaquil.

Enfrentado a los desaciertos y a los logros, manejando una
tecnología que no le era propia, el cine ecuatoriano, dede sus
inicios, recorre un proceso intermitente. Con búsquedas y
rupturas, tras un sentido que, en su generalidad y cercano a
la centuria, aún se le plantea vigente: producir una imagen
que comunique y exprese nuestra cultura y nuestro sentido de
la belleza, descolonizados. Esto es, acaso, la mayor debilidad
y, sin embargo, la mayor fuerza de los intentos probados. Sin
vergüenzas de considerarnos mestizos, mestizos aun para
nuestro cine.

La producción del cine silente ecuatoriano (1906-1935)
constituye el inicio de una azarosa historia relegada, por
omisión o desconocimiento, de las antologías del arte y la
cultura nacionales. A partir de la creación de Cinemateca
Nacional (1981) se investiga esta historia. De otra parte,
por mandato legal, custodiamos el patrimonio fílmico
ecuatoriano, logrando articular aquel pacto voluntario de
nuestros pioneros por conservar la memoria. Un aporte a ello
es la presentación del material recuperado: "Ecuador Noticiero
Ocaña Film" (1929) con imágenes de la posesión y gestión del
presidente Isidro Ayora; el western "Terror de la frontera"
(1929) de Luis Martínez Quirola y parte de la extensa obra de
Miguel Angel Alvarez (1927-1935) quien, aporta una luz y un
silencio persuasivo a la imagen fílmica nacional, en
especial, de la ciudad de Quito.

Esta reseña pretende introducirnos a un aspecto de esa
historia: cómo llegó el cine al país. La forma particular y
disímil de empezar a comunicarnos a través de la imagen.

LAS PRIMERAS PROYECCIONES CINEMATOGRþFICAS

Por su condición de ciudad-hacienda y puerto, pese a la dureza
del clima y al asolamiento de fiebres tropicales e incendios,
Guayaquil, desde la Colonia, fue dadivosa receptora de miles
de migrantes.

Desde comienzos de siglo, políticos autoexiliados, artistas
trotamundos y, sobre todo, innúmeros comerciantes,
desembarcaron en Guayaquil para "hacer América" -como era la
expresión corriente- Otros en cambio, estaban de paso, entre
ellos, los "biógrafos transeúntes", empresarios ambulantes de
la exhibición quienes, con equipos completos y pianistas
incluídos, inauguraron en Guayaquil un ingenioso y mágico
cambalache: transportarse a una realidad que no era la propia
y vivirla como si lo fuera.

El 7 de agosto de 1901, los guayaquileños que se arremolinaron
en la avenida Olmedo para ingresar a la carpa ecuestre del
mexicano Quiroz no estaban realmente intresados en los
caballos, sino en una sorpresa alucinante: las vistas del
biógrafo americano. Un aparato Edison con el que les
proyectaron escenas de la "Pasión y Muerte de Nuestro Señor
Jesucristo", la reciente "Exposición de París en 1900" y "Los
funerales de la Reina Victoria".

Y LAS PRIMERAS PRODUCCIONES

En 1906, la prensa guayaquileña -donde se decía- era harto
conocido el espectáculo anunció el estreno de la última
palabra en su género, el cinematógrafo del italiano Valenti
quien, además de exhibir vistas extranjeras, estaba en
capacidad de presentar vistas de cuadros y figuras locales.
El primer documental filmado en el país fue "La procesión del
corpus en Guayaquil". Una fiesta religiosa cumplida el l4 de
junio y proyectada por Valenti al día siguiente. Con un lleno
completo en el Teatro Olmedo, los guayaquileños atónitos
confirmaron su semejanza asombrosa:

"Agradó muchísimo la Procesión del Corpus pues el movimiento
exacto y el parecido igual de las personas allí retratadas,
causó agradabilísima impresión al auditorio que, con
continuados aplausos pidió repetición de tan curiosa cinta"
(El telégrafo Guayaquil-7 de agosto 1901)

A continuación, Valenti filmó a una institución legendaria en
Guayaquil, donde, "los incendios eran tan comunes que uno se
hacía bombero, incluso por el solo accidente de haber nacido
allí". En homenaje a esos voluntarios apagafuegos proyectó:
"Amago de incendio" y "Ejercicios del cuerpo de bomberos".

A partir de aquí, los bomberos serán protagonistas principales
del cine nacional, no solo de la producción sino también de la
exhibición. Como lo recuerda, Vicente Levi Castillo, los
bomberos se convirtieron en invitados permanentes y gratuitos
de las funciones. Trepados en peculiares armatostes, sus
mangueras permanecían conectadas al hidrante de la esquina, es
decir, al sistema de agua contra incendios, pues, se suponía
que al primer corte de película, la gente debía salir
presurosa de la sala ya que el filme de nitrato corría el
peligro de inflamarse y el cine y las casas contiguas de
prenderse.

Wickenhauser, Casajuana, Kimono, Olga de Vry, Carlo Valenti,
Anzola Montever, fueron algunos empresarios del biógrafo que
exhibieron en las principales ciudades del país.

En esforzado y penoso recorrido, llegaban a Quito atravesando
el calor litoral y sus malarias hasta el frío de páramo. El
ferrocarril desembarcaba en Ambato, el resto del trayecto
interminable lo harían a lomo de mula, guiados por los
guandos, indígenas cargadores que acompañaban con pesos ajenos
sobre sus espaldas, las peripecias de los viajantes.

LAS PRIMERAS PROYECCIONES EN QUITO

Al iniciar la centuria, Quito era una ciudad empinada y de
piedra. Se extendía apenas hasta la Alameda, por el norte y
hacia la Recoleta por el sur. Disponía de un servicio de
carruajes para los paseantes, aunque la gente prefería caminar
conversando por sus calles angostas y apacibles. La estatua
del Mariscal Sucre, traída por indígenas cargadores, adornaba
la plaza de su nombre, frente a la Iglesia de San Domingo.

Con menos de cuarenta mil habitantes tan ecuánimes (que ni a
médicos ni a abogados daban trabajo) en la pequeña ciudad de
las siete quebradas y las mil noblezas autotituladas que
imponían absoluta reverencia, la gente se comunicaba de oídos.

El diarismo aún no hacía presencia regular, aunque los
tabloides de virulencia partidaria constituían alta escuela de
un cisma ideológico liberal-conservador. Las costumbres
ancestrales, los miedos diarios y el más allá, se normaban o
asimilaban a través de la palabra oral. El nuevo tiempo en los
años terribles, empezaba a descomponer el letargo de los tres
tempranos (para comer y dormir) y a escandalizar el ambiente
de las clerecías, de los famosos mentideros y de las
tertulias. Curas, caballeros y damas, en la vecindad del
chisme, junto al perifoneo de noticias políticas -sin descuido
del sabroso pecado del indefenso prójimo- presentían la
modernidad. Para ahuyentar los espantos de la quebrada
Jerusalem, hoy 24 de mayo, ya no se precisaba el préstamo de
focos de la botica Norteamericana, pues, una planta eléctrica
se había inaugurado en los márgenes del rio Machángara. El
primer auto Dion Bouton, caminaba de retro, sin bueyes ni
caballos y a bordo el señor Presidente... Corrían de boca en
boca los novedosos inventos del diablo: la locomotora, el
teléfono-cajón hablando por unos hilos. Faroles encendidos
sin que nadie los prenda, coches corriendo sin que nadie los
hale y podríamos añadir, imágenes involuntarias al ojo del
espectador, contínuas y mecánicas, reflejándose en una pared
blanca, sin que nadie habite tras del telón.

Las vistas cinematográficas empezaban a involucrarse por una
magia química -como el amor-, en la vida cotidiana.

Desde un corral-lechería, una carpa de circo o un teatro con
luz de gas y pared de bahareque pero, adentro, con una araña
de filigrana tan grande que obligaba a los asiduos a retirar
bajo ella los desvencijados asientos traídos desde las casas.
Se formaba un círculo sin ocupar, por miedo que se les venga
encima trecientas bombillas de mecha. Entre la oscuridad, al
amparo de una luz, se empezaron a mirar imágenes reconocibles
por su parecido a sí mismas: "La Sensacional Guerra
Ruso-Japonesa" que dicen había sido filmada en los propios
campos de batalla de Extremo Oriente (El Comercio, Quito 29 de
junio l906). Se inauguraba entonces una día o una noche
diferentes, la connotación de una fiesta en la ciudad con
proyección de retratos o pequeños argumentos.

Al fin terminarán las noches de fastidio, sin distracciones ni
agrados -se comentaba en el recién fundado Diario El
Comercio- El cinematógrafo Valenti presentará vistas con
claridad y limpieza extraordinarias: El Pozo Encantado, El
enamorado de la luna, Las siete serpientes, etc.

Los quiteños ya no necesitaban viajar a la lejana Pompeya o a
Manchuria para conocer reyes y príncipes. Aparte de deleitar
instruyendo el cinematógrafo que medía el progreso de un
pueblo permitía también soñar.

En los meses de julio y agosto de 1906, ataviados espectadores
capitalinos, tuvieron en el Teatro Sucre la oportunidad de
visionar las primeras imágenes filmadas en el país, la
Procesión del Corpus en Guayaquil. Además, lo que Valenti
había registrado en Quito: "El Conservatorio Nacional de
Música" y "Las Festividades Patrias del Diez de Agosto".

El conservatorio, en la época, añadía a su nombre el de Artes
y Declamación y lo dirigía un coterráneo del italiano Valenti,
Domingo Brescia. En sus aulas se acogía a lo más
representativo del quehacer artístico del país.

Cabe destacar que Valenti inicio para otros extranjeros y
nacionales, el registro artesanal y costumbrista. La noción de
filmar sucesos representativos para atraer público. Pues, ello
requería la exhibición comercial de un espectáculo que,
paulatinamente, devendrá en distracción de mayorías.

"Es de desear que así como a la fiesta patriótica no hubo
nadie que se quedara en casa, sin presenciarla, así todos
concurran al teatro a ver reproducidas con todas las galas del
arte la misma procesión cívica que desfiló por las calles de
nuestra población" (El Comercio Quito l0 de agosto 1906).

Pese al temor y súbito silencio de las comadres, cuando, sin
esconder al diablo en las calderas, el ferrocarril arribó en
1908 a la estación de Chimbacalle. También los Casajuana-
Casallena, aprovecharon la veloz locomoción para estrenar en
Quito las primeras vistas cómicas y parlantes. Un primer
intento de sincronización, con músicos en vivo, que generó
similar afición en pianistas quiteños: Segundo Luis Moreno,
José Y. Canelos, Sixto M. Durán o Julio Cañar, encontraron
aquí una nueva modalidad de expresión y subsistencia.

Anzona Montever, otro transeúnte, documentó en imágenes las
Chinganas y disfraces por inocentes". El estreno se realizó en
funciones populares el 29 de diciembre de l911, al día
siguiente de la filmación y en el mismo lugar: el Portal de
Santo Domingo y la calle que conducía a la quebrada
Manosalvas. Para la ocasión, el municipio autorizó se ocupen
dichos espacios a fin de colocar, como cada año, las mesas y
chinganas de inocentes. En ellas, el pueblo podía beber, comer
y dedicarse a los juegos de azar. Desarrollando su humor -se
decía en la prensa- aunque a veces también escándalos y
desórdenes aceptados por la autoridad como desahogo necesario.

LA PRIMERA PRODUCTORA Y DISTRIBUIDORA NACIONAL

Dinamizada por los ingresos de la agro-exportación, Guayaquil
expresó, primero, un incipiente interés empresarial por la
exhibición y producción cinematográfica nacional. En l910,
Eduardo Rivas Orz y Francisco Parra, conformaron la "Ambos
Mundos", adecuando su oficina en un chalet de la 9 de octubre
e instalando allí su teatro Edén. En l9ll, la empresa
pretendió, con apoyo del gobierno, filmar cintas de propaganda
nacional para atraer inversión extranjera. El intento fracasó
por los graves sucesos políticos que culminaron con la muerte
del general Alfaro. Sin embargo, se registro el estreno de
"La recepción al señor Víctor Eastman Cox" donde se incluían
retratos del diplomático y del presidente Eloy Alfaro (El
Comercio Quito 6 de junio l911). Ambos Mundos, conformó un
circuito de exhibición nacional y solo a partir de 1921 retomó
la producción con su serie "Gráficos del Ecuador".
EXPLORED
en Ciudad N/D

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