Quito. 03 may 96. Los ibarreños están acostumbrados a cosas
extrañas. Hace pocos años, un par de jóvenes apostó que los
burros no podían volar. El que se comprometió a demostrar lo
contrario reunió a los amigos en las afueras de la ciudad y
les mostró un burro al cual ató un taco de dinamita. Luego,
con absoluta tranquilidad, prendió la mecha. El burro,
naturalmente, voló, aunque no más de veinte centímetros.

Ahora las madres de Ibarra han aumentado el control sobre sus
hijos. Los ibarreños están buscando un diablo en cada esquina,
como en la antigua leyenda del barrio del Alpargate. La ciudad
es presa, desde hace poco más de un mes, de la sicosis del
satanismo.

Los jóvenes se han refugiado en el mayor hermetismo y se
niegan a comentar una serie de suicidios y muertes extrañas
que han despertado el interés de la gente de esta ciudad,
ubicada unos 200 kilómetros al norte de Quito.

La prensa local lanzó la alerta: el Diario del Norte comentó
que más de 300 jóvenes podrían estar involucrados en una
"logia satánica (...) cuyos efectos producen un autosuicidio
(sic) de los jóvenes."

"La Verdad", el otro diario de la localidad, habla de siete
suicidios desde el mes de enero, la mayoría de ellos ocultados
por los familiares. En todo caso, nadie sabe más que rumores.

Tras las pistas

Los rumores han llegado hasta las autoridades de la provincia.
Uno de los candidatos a alcalde de Ibarra, ante la
preocupación de los ibarreños, pidió al gobernador que se
investigue a la supuesta secta satánica. Peor aún desde que el
Diario del Norte explicó los suicidios con la historia de un
joven que prefirió matarse antes que sacrificar a su hermano
menor a la secta.

La policía de Imbabura ha pedido a la Interpol que investigue
y los agentes buscan pistas sobre la supuesta secta. Hasta
ahora, no ha habido resultados, aunque el comando provincial
afirma que se prepara ya un informe. Sin embargo, surgen dudas
sobre la actuación de la policía. ¿Cómo distinguir un grupo
satánico de lo que parece ser una agrupación de jóvenes
"metaleros"?

Rock, violencia y misterio

El origen de la sicosis ibarreña parece ser el suicidio de
Daniel Echeverría, un joven de 16 años alumno del colegio
Sánchez y Cifuentes, un pensionado salesiano.

Daniel era hijo de una pareja de comerciantes, que habían
hecho fortuna de la venta de papas. Por ello, sus padres
podían complacer sus caprichos. Le compraron un carro y le
facilitaban dinero para diversiones nocturnas. Una noche,
Daniel Echeverría decidió suicidarse. Ingirió una docena de
diablillos. Sus padres primero le golpearon para que explicara
porqué intentó suicidarse. Luego le llevaron a una clínica
local donde le diagnosticaron hepatitis, a pesar de la
sospecha de los padres de que se había envenenado.

Seis días pasó Daniel sin tratamiento. Cuando lo llevaron a
Quito ya era demasiado tarde.

Murió a los doce días de haber ingerido el fósforo blanco.
Sus últimos cuatro días de vida darían origen a la historia de
los "satánicos."

El exorcista

El padre Hernán Pinzón es el párroco de la pequeña iglesia de
El Sauce, donde se cree que se apareció la virgen en 1988.
Desde que se estableció ahí se convirtió en el confesor de los
Echeverría.

Por ello, cuando la madre de Daniel encontró entre sus cosas
afiches de rockeros pesados, discos de Metalica y Sepultura, y
un crucifijo puesto de cabeza, el confesor fue llamado para
intervenir en el caso.

Pinzón está convencido de que Daniel Echeverría estaba poseído
por el demonio. Por ello empezó lo que él llama "una especie
de exorcismo": dio misas, le dió a beber agua bendita, le
administró la comunión y le puso a rezar, en un intento de que
confesara sus pecados y salvara su alma del diablo.

Pinzón habla con gran convicción de la presencia de Satanás en
la tierra, y de cómo acecha a las familias. Daniel murió el 20
de febrero, en su casa, a los pocos minutos de una misa en la
que Pinzón le hizo beber agua bendita con una hostia disuelta.
El exorcista había logrado su propósito después de que Daniel
escupiera varias veces el agua y las hostias.

Cuando murió, el cura anunció a los padres que el alma de
Daniel se había salvado.

El miedo se riega

La historia de Daniel Echeverría ha sido contada muchas veces
en Ibarra. Cada narrador agrega algo. Daniel dejó antes de
morir, según sus padres, una carta de despedida. Según la
imaginación popular, la carta era una lista con los nombres de
todos los de la secta. El documento no aparece, porque dicen
que lo guarda la cúpula de la iglesia católica.

Otros aseguran que tenía el cuerpo tatuado de demonios. Sus
padres hablan solamente de un pequeño tatuaje en el pecho.

Los suicidios, sin embargo, se pusieron de moda: dos jóvenes
de clase media, sin relación conocida con Daniel, se
suicidaron sin dejar explicaciones. Solo se sabe que no tenían
motivos para la fatal decisión.

La conexión entre los suicidios y una supuesta secta no ha
podido establecerse. Se cree que ha habido exageraciones.

El obispo de Ibarra, monseñor Antonio Arregui, ha hablado
sobre los valores de la familia y asegura que no ha autorizado
ningún exorcismo. Opina que son solo "juegos peligrosos" de
los jóvenes. El gobernador no comenta el caso. La policía se
suma a los sermones. Por lo pronto, los ibarreños se acuestan
temprano, en previsión de los demonios.

"No hay nada más que hacer en Ibarra"

El carácter de ciudad intermedia de Ibarra hace que el medio
sea "cerrado y encerrado". Los jóvenes dicen que hay poco que
hacer: no hay cines, ni actividades culturales, cafés o
canchas deportivas. La vida transcurre entre los colegios -los
tres suicidas estudiaron en el Sánchez y Cifuentes- y las
universidades de una ciudad en la que estudian administradores
para empresas que no hay.

Una joven consultada nos dijo que la cercanía relativa de la
capital hace que a nadie le interese quedarse en Ibarra.

Otros jóvenes dicen que, aunque la vida es aburrida, no hay
suficientes motivos para suicidarse. Creen que la gente ha
exagerado y aumentado las cosas.

Por otro lado, los profesores de los colegios de la ciudad
contribuyen a la sicosis: se dictan conferencias sobre
satanismo y se vincula a los grupos de rock con los cultos.
Los profesores han dejado de mandar a hacer trabajos en grupo
y la represión sobre los jóvenes llega a prohibir tener
animales negros.

"Nuestra sociedad es cerrada y prejuiciada", nos dicen dos
chicas de Ibarra.

Metaleros y diablos

El rock pesado resulta vinculado con los cultos satánicos casi
de forma inevitable. La indumentaria típica del "metalero"
-chompa negra, cruces, tatuajes- despierta la desconfianza y
atrae dudas. El "metalero" es el anarquista típico: su actitud
se resume en un rechazo permanente y continuo a lo
establecido, que encuentra en combatir la religión una de sus
formas de expresión.

Por ello, sectores de la extrema derecha norteamericana han
lanzado campañas contra los grupos más famosos: "Black Sabat",
descaradamente satánico, "Metalica", cuyos símbolos son las
calaveras, "AD/DC" y "Kiss", acusados igualmente de satánicos.
Los estigmas que hay sobre el rockero pesado conducen casi
inevitablemente a su vinculación con lo satánico.

Al parecer, en Ibarra hay un grupo de "metaleros."
Probablemente, Daniel Echeverría fue uno de ellos. Se ha
hablado de ceremonias y misas negras celebradas en las afueras
de la ciudad. Sin embargo, fuentes confiables aseguran que se
trata de la actividad y reuniones de grupos gnósticos, que no
tienen que ver con el satanismo.

La imaginación popular ha creado el resto de la historia.
(DIARIO HOY) (P. 8-A)
EXPLORED
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