Quito. 23.11.93. "Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la
conciencia", de la escritora venezolano-francesa Elizabeth Burgos
fue el libro que hizo conocer su vida por el mundo. Más tarde, su
lucha en defensa de los derechos indígenas la tuvo como noticia
permanente en los noticieros de América Latina y Europa. Hoy es
Premio Nobel de la Paz.

Hace algún tiempo, mientras el sol del otoño se colaba por la
ventana, el escritor uruguayo Eduardo Galeano me decía: "Yo la
conozco desde hace tiempo y ahora ella ha estado algunos días en
mi casa. Para mi fue una experiencia lindísima la convivencia con
Rigoberta, ese día a día, esa cosa de vida cotidiana que te
acerca o te desacerca de la gente, mucho más que cuando la ves de
a ratos. Y ahora me siento más cerca de ella que nunca, la quiero
más y la admiro más, por su vitalidad, por su capacidad de dar
respuestas de vida a un desafío de la muerte que no la deja en
paz desde que nació".

Media hora más tarde Rigoberta se sumaba a la charla. Y comenzaba
la conversación hablando sobre uno de los temas más conflictivos
de Guatemala: "El problema de la tierra es el origen del
conflicto que vive mi país. Es que la tierra para nosotros no
solo representa los intereses materiales. Que nos da el maíz, que
nos da el frijol, que nos da la sobrevivencia económica, sino
también es fuente de cultura, es memoria, es donde se enterraron
los abuelos, es donde está la memoria maya pues".

De origen maya-quiché, Rigoberta Menchú nació en la aldea del
Chimel en Guatemala. Mujer de hablar pausado, sencilla, mirada
dulce y un coraje que le ha permitido sobrellevar los momentos
difíciles de su vida. "Ella fue una de las víctimas del
arrasamiento de 440 aldeas en los años 80, me decía Galeano
minutos antes.

No en la época de Pedro de Alvarado, sino en los tiempos en que
los militares han puesto al servicio de los fines de Pedro de
Alvarado la tecnología de la muerte del mundo moderno. Anoche
Rigoberta hizo una llamada, empezó con mucha broma, se reía mucho
(es muy capaz de reír, es muy pícara, goza mucho de todo) y de
golpe se rompió, se quebró, lloró...

Le acababan de contar que hace dos días mataron a dos compañeros
muy queridos. Ametrallados por uno de los muchos grupos
paramilitares que actúan en Guatemala con impunidad total. Fue un
golpe muy duro. Ella salió a tomar un poco de aire, tomó un
café... Después de a poquito se fue reintegrando al mundo. Está
como muy acostumbrada al dolor, y en el fondo sabe que vivir vale
la pena aunque sea tan doloroso".

La necesidad del castellano

La participación del indígena en la vida nacional es un proceso
que empieza por aprender el castellano."Aprender a leer y
escribir" dice Rigoberta. Porque el castellano es el único idioma
que nos puede unir a todos sin perder lo nuestro, como una forma
de comunicación, como un segundo idioma necesario.
Lamentablemente hasta ahora no se escribe en nuestros idiomas,
todo es oral. Pero cómo hacemos para unir nuestras experiencias,
para sistematizar nuestras ideas, tenemos que acudir al español.
El idioma no es malo. Lo malo es la manera como se ha utilizado".

Galeano por su parte me describe el proceso de aprendizaje del
español en Rigoberta, su lenguaje, su poesía hablada: "Conoce la
lengua española desde hace poco tiempo, exactamente 10 años. Su
lengua es el quiché, una de las lenguas maya. Y desde que empezó
a hablar español, supo romperlo para mejorarlo. Como su lenguaje
nace de la necesidad de decir, consigue decir, lo que quiere,
aunque las palabras sean pocas.

Y el resultado de esta contradicción entre lo que ella necesita
decir, y las palabras que tiene, que son pocas en una lengua que
no es la suya, convierte lo que dice en un acto de poesía. Yo
anoté en estos días, algunas cosas que le escuché decir. Me dijo
que "estaba aprendiendo a escribir a máquina como gallina que
picotea maíz", que la "tarea de la liberación en el mundo
indígena de Guatemala se aprende como se aprende a dar un puño de
maíz o una noche de caminata", dice. "Y así vamos acuerpando un
movimiento". Fijate que lindo, el verbo acuerpar. "Pero nos
cuesta mucho, dice, es un gran caminar". Fijate que manera tan
bella de formular las cosas.

La discriminación y los censos

Más del 62% de la tierra fértil de Guatemala está en manos del 2%
de la población. Debido a la falta de tierras la población
indígena se ha concentrado en el altiplano central, donde los
terrenos son más secos y de poca fertilidad debido a la fácil
erosión. El 65% de los guatemaltecos son indígenas.

"El 65% está marcado por los censos oficiales, que son censos muy
rústicos. Por ejemplo, hay muchos hermanos nuestros que se
tuvieron que ir a la capital a trabajar, poseen la colectividad
(característica india), las costumbres, la mentalidad, pero ya no
usan su traje porque es muy caro y allí no pueden tejerlo. Para
los censos oficiales eso ya no es indio. Falta hacer un buen
censo y definir que entendemos por indio primero".

En Guatemala hay diferentes etnias y se hablan 22 idiomas de
origen maya, pero se siente una fuerte discriminación de mestizos
hacia indígenas. "La relación entre las diferentes etnias es un
tanto complicada, dice Rigoberta. Siempre hubo algunas
diferencias, no contradicciones profundas, pero sí algún nivel de
discriminación histórica entre una y otra. Y alguna huella ha
quedado, que se siente en la mentalidad de la gente. Para regañar
al hijo por ejemplo, hay madres quiché que le dicen "tu eres
maya", y como maya es otro pueblo entonces el niño llora. Pero
ese nivel de discriminación no tiene nada que ver con el que hay
entre mestizos e indios.

El mestizo siempre reivindicó algo del español. Se le sembró en
la cabeza que es la raza mejor entonces la discriminación es tan
profunda que a veces llega a los niveles de Africa del Sur. El
sector dominante está compuesto por criollos, un grupo de
familias que se casan entre si y no se mezclan, son los que
manejan la vida del país. También está el mestizo que se siente
criollo pero es mestizo, y el ladino, que es el indio que reniega
de su raza y se avergüenza de su pasado. En un hecho que se marca
la discriminación hacia el indígena es que para ir a la escuela,
el indio no puede usar su traje ni su idioma".

Contra la muerte

De este pueblo de volcanes, de plantaciones de café, banano y
caña de azúcar, de la Sierra Madre y la de los Cuchumatanes, del
rebelde indígena Tecum-Uman. De este rincón de América Latina
salió Rigoberta Menchú, mujer e indígena, que fuera reconocida
con el Premio Nobel de la Paz 1992. "Nuestra batalla más grande
-dice-, es que en lugar de hacer estatuas y organizar fiestas, se
haga una evaluación más aproximada a la realidad, un compromiso
más profundo con los derechos humanos, y nos referimos
especialmente a la política de los gobiernos europeos y
norteamericano. Tienen que demostrar que es cierto que quieren a
América Latina, comprometiéndose con los derechos humanos en este
continente. América Latina tiene procesos muy interesantes, tiene
esfuerzos de sus pueblos.

Los pueblos han demostrado que no quieren la muerte, que no
quieren la guerra. Tenemos mucha confianza de que lo pueblos son
capaces de hacer su destino, y lo están haciendo".

Los ojos se humedecen, baja la mirada y sierra el puño, pero en
seguida se repone. Decidimos tomar un café y hablar de otro
temas.

Sobre el final del café, cuando el sol ya no brilla tanto, el
pensamiento vuela, camina la memoria y desempolva sus palabras
para crear un poema: Si la mirada humedece los ojos/ es porque
tiene mucha agua en la memoria/ sin embargo la esperanza
surcasombras/ se recuesta a los fulgores de la vida/ y del
quetzal, de la milpa, de los cuchumatanes/ crecen otros
horizontes, otros días... (4B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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