Lima. 20.09.93. En 1825, el Mariscal Sucre dijo a Simón
Bolívar: < hondo el ideal de la independencia, que estos pueblos están
tratando ahora de independizarse los unos de los otros>>. El
Libertador, según la versión novelada de Gabriel García
Márquez, contestó: < así sean tan certeras como ésa>>

Desde entonces, como si de una herencia maldita se tratara,
los conflictos limítrofes no han cesado en el continente que
Bolívar soñó unido. Perú aún no ha cerrado las heridas de la
Guerra del Pacífico de 1879, que dejó a Bolivia sin vistas al
mar. Tampoco está olvidado su conflicto con Ecuador, a pesar
del tratado de Amistad, Paz y Límites firmado en Río de
Janeiro en 1942.

Pero si estas históricas tensiones entre los países andinos
llevan años sin tener graves consecuencias, ahora pueden
convertirse en el obstáculo que impida unas relaciones
comerciales como las que poco a poco se consolidan en el norte
del continente.

Mientras el Gobierno norteamericano suscribe acuerdos
bilaterales con Chile en su política de extender el Tratado de
Libre Comercio más allá de México y Canadá, el primer ministro
japonés, Morihito Hosakawa, habría condicionado la cooperación
con Perú a que contribuya a eliminar los problemas fronterizas
de Sudamérica. Solo así el Gobierno de Japón aumentará el
fujo de inversiones en territorio peruano. Sería el primer
paso para alcanzar uno de los grandes objetivos de Tokio, que
no es otro que encontrar para Brasil, el país latinoamericano
con mayor población nipona, una salida al que ya es el
principal escenario del comercio mundial: el océano Pacífico.

Entre Perú y Ecuador todavía existe un tramo de frontera no
delimitado. Para resolver sus demandas sobre el Río Amazonas,
Ecuador propuso al Papa Juan Pablo II que actuara de árbitro,
petición que ha sido negada por El Vaticano y que ha provocado
la reacción airada de un sector opuesto al jefe de Estado,
Sixto Durán Ballén, quien se mantiene firme en su idea de
proseguir las negociaciones con Perú y que devolverá la visita
que el presidente peruano, Alberto Fujimori, realizó a Quito
en 1992. Respecto a Chile, los acuerdos surgidos de la
Convención de Lima podrían haber finiquitado las disputas
pendientes, pero aunque han sido ratificados por el Senado
chileno, el Congreso Constituyente peruano aún no le ha dado
el visto bueno.

Y es que en Perú han surgido de pronto posiciones
nacionalistas y chauvinistas que solo se habían producido con
el Perú oligárquico (hasta 1968), con el reformismo y
contrarreformismo militar (1968-75) y en menor medida con la
casi redemocratización de la etapa de Alan García (1978-85).
Militares retirados, habitantes de la ciudad sureña de Tacna y
opositores reclaman la soberanía sobre el puerto de Arica, en
territorio chileno.

Respecto a esta nueva ola de reivindicaciones territoriales,
el historiador Pablo Macer reflexiona: < reintegración de Arica al Perú solo es posible a través de una
segunda guerra. ¿Alguien la desea o propone?>>. Ante esta
disyuntiva, la diplomacia peruana ha optado claramente por la
línea pacífica. Ahora, además, los esfuerzos bélicos solo se
destinan a la lucha contra las guerrillas.

El Gobierno de Fujimori es consciente también de que de la
forma en que se solucionen los problemas fronterizas del
Tratado de 1929 con Chile, todavía pendientes, dependerá
también la liquidación de los problemas con Ecuador.Susceptibilidades
chilenas se han acentuado desde que Perú concediera a Bolivia una zona
franca en el puerto arequipeño de Ilo, muy cerca del vecino del sur. El
mismo acuerdo otorga, por reciprocidad, la salida de Perú al Atlántico por
Paraguay, a través del puerto fluvial Suárez.

Las viejas generaciones peruana ven con preocupación el
expansionismo chileno, que hoy se produce a través de la
exportación de capitales. Se estima que un 10 por ciento de la
inversión extranjera de los dos últimos años en Perú es de
procedencia chilena, que ha ido a parar a las administradores
de fondos de pensiones y a paquetes de acciones de Quellaveco,
una de las minas más ricas de América.

La posibilidad de una salida de Brasil al Pacífico supondría
en primer lugar una notable reducción de los costos de
transporte: la ciudad brasileña de Río Branco, a una distancia
tres veces mayor de Sao Paulo que de Arequipa (Perú), podría
unirse a esta ciudad del Pacífico por una carretera que pasase
por Puerto Maldonado y Cuzco. Es más, si Brasil tuviera una
vía desde Manaus, en el noroeste, al puerto peruano de Piura,
se dinamizaría la zona limítrofe de Perú con Ecuador. A su
vez se intensificaría el intercambio económico y comercial de
toda la zona partiendo de los pasos fronterizos de Huaquilla-
Aguas Verdes, en el océano Pacífico, Macará-La Tina, en la
parte andina, y también por Zumba y Namballe (en la región
amazónica) o Alamor-Lalamor, en el sector Zapotillo-Pampa
Larga.

La mayoría de compañías holandesas, alemanas y japonesas de
lectrodomésticos tienen sus instalaciones en la ciudad
amazónica de Manaus, desde donde abastece al mercado de Sao
Paulo, a mil kilómetros de distancia. Pero los precios de
estos productos son tan poco competitivos por el alto costo
del transporte que resulta más barato importarlos desde Japón.
Cerrado y Carajas, en plena Amazonía brasileña, son la columna
vertebral de uno de los proyectos de infraestructura que
planea Japón.

Los intereses económicos nipones en Latinoamérica se han
potenciado en esta década. Los más privilegiados son México,
Chile, Venezuela y, más recientemente, Perú y Brasil. El stock
de las inversiones japonesas en Brasil equivale a cerca del 9
por ciento del capital invertido por empresas extranjeras y
aunque es menor que el norteamericano, estaría a punto de
sobrepasar al de Alemania, con lo que se convertiría en el
segundo más importanate. Después de Estados Unidos, Gran
Bretaña, Indonesia, Australia y Hong Kong, Brasil es el sexto
receptor mundial de inversiones niponas.

Según el Ministerio de Finanzas de Japón, si se excluye a
Panamá y los paraísos financieros del Caribe, Perú es el
tercer receptor más importante de inversiones niponas en
América Latina, con un stock acumulado de más de 700 millones
de dólares, la mayoría de ellos concentrado en la minería.

Japón ha renovado su interés por la inversión en Perú conforme
avanza el proceso de pacificación, después de haberse
capturado a los asesinos senderistas de varios ingenieros de
la estación nipona de investigación agrícola de Huaral, en
Lima. Una nueva y cuantiosa inversión se ha producido en la
mina cuprífera de Cuajona, propiedad del consorcio
norteamericano Southern Perú.

Las reiteradas muestras de solidaridad del pueblo japonés
hacia el presidente Fujimori se ven plasmadas en la destacada
participación oficial en ayudas económicas y la cofinanciación
de préstamos de la banca internacional, que han servido para
la reinserción de Perú en el sistema financiero internacional.
La siguiente etapa será la de una mayor participación de
capitales japoneses que consolide la integración con tada
Sudamérica a través del Pacífico.

América Latina es la principal receptora de inmigrantes
nipones en todo el mundo, con el 5 por ciento del total. La
inmigración japonesa hacia Sudamérica comenzó en 1886 con la
llegada a Argentina de un pequeño grupo de trabajadores. Años
después, otro contingente se trasladó a Hawai a Guatemala y a
las plantaciones azucareras del Caribe. La migración masiva y
concertada se desarrolló a partir de los contactos políticos
japoneses con Perú y Brasil.

En la actualidad hay más de 850.000 brasileños de origen
nipón. El 90 por ciento de ellos en Sao Paulo. Segundo en
importancia en Estados Unidos (34 por ciento), seguidos de
lejos por Asia, que apenas absorbió al 4,2 por ciento.

La emigración japonesa hacia Perú siempre estuvo muy influida
por el desarrollo de EEUU y Brasil. La suerte de la relación
peruana-japonesa quedó muy dañada tras el ataque nipón a Pearl
Harbour en 1941 y el inicio de las hostilidades en el
Pacífico. Perú declaró la guerra a Japón cuando las acciones
bélicas estaban a punto de finalizar en 1945.

Evidentemente la situación ha variado. Se estima que en la
actualidad hay unos 12.000 peruanos y cerca de 80.000
brasileños trabajando en Japón. Los <>,
descendientes de japoneses que regresan a la tierra de sus
ancestros, se han convertido en un fenómeno de repercusiones
delicadas para las autoridades peruanas. Sin embargo, el
intercambio de trabajadores no se ha producido en términos
equitativos. Los trabajos que se generan en Japón para los
latinoamericanos son aquellos que los japonese no quieren y
que se conocen como los de las tres Ks:kiken (peligrosos),
kitsui (pesados) y kitanai(sucios). Los ojos del Pacífico cada
vez miran con más atención a América. Solo esperan
facilidades; ellos pondrán todo lo demás. (CAMBIO16. N§1139) (P.38-39)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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