Buenos Aired. 25 feb 2000. En América Latina, el impacto de la
crisis tuvo efectos adversos en los niveles de ahorro e
inversión. Todo esto reforzó uno de los peores rasgos de la
economía latinoamericana: la subutilización de la capacidad
instalada. En 1998, seis países (Brasil, Chile, Colombia,
Paraguay, Perú y Venezuela) registraron caídas en la inversión
fija.

Una de las secuelas de la crisis de los 80 ha sido la tendencia
decreciente de la inversión pública, ya fuera a causa de la
restricción externa o de las reformas estructurales, en curso en
casi todos los países de la región. Inevitablemente, las
privatizaciones redujeron la participación del Estado en la
producción y, por lo tanto, la inversión pública se redujo. En
la mayoría de los países se pudo observar un aumento de la
inversión privada, en general, y de la extranjera en particular.

Sólo tres países latinoamericanos registraron un aumento de la
inversión pública. En Ecuador y Honduras se debió a las obras de
reconstrucción de infraestructura y vivienda para compensar los
desastres ocasionados por El Niño y otros huracanes. En Panamá
se incrementó la inversión pública destinada a obras viales e
infraestructura social en salud. Eso es todo.

En más de la mitad de los países, la inversión en construcción
fue el componente que más aumentó, en detrimento del sector
máquinas y equipos. Peor todavía: en tres países el rubro bienes
de capital se retrajo. Tal lo sucedido en aquellas economías que
registraron caídas muy pronunciadas en el nivel de actividad,
como Perú y Venezuela, o tuvieron un crecimiento muy bajo, como
Brasil. Al contrario, en Guatemala, Nicaragua y Uruguay la
inversión aumentó en ambos rubros, pero fue más dinámica en la
construcción. En países con altos incrementos de la inversión en
maquinaria (como Bolivia, Costa Rica y la República Dominicana)
se observó un fuerte ascenso de la inversión extranjera directa.

En muchos casos, las inversiones en curso no podían suspenderse
porque respondían a estrategias de largo plazo. Esto se dio
particularmente en el sector minero, donde había grandes
inversiones previstas en muchos países. También en el sector de
la energía se fueron gestando importantes proyectos de
integración, cuyo principal objetivo es unir por medio de
gasoductos a los países de la región; beneficiarán a Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay.

Diversas empresas transnacionales participan en esos proyectos
y especialmente en el gasoducto entre Brasil y Bolivia. El
dinamismo de la inversión privada de Bolivia estuvo directamente
vinculado a ese emprendimiento, así como a las tareas de
exploración y desarrollo de nuevos yacimientos con vistas a la
exportación de gas.

El ahorro interno se mantuvo más o menos estable en los niveles
relativamente bajos de siempre. Como consecuencia de esto, el
financiamiento de la inversión se ha vuelto cada vez más
dependiente del exterior. Medido en precios constantes, el ahorro
externo creció a niveles inusitados en los años 90. El valor
correspondiente a 1998 (5% del PBI) fue el más alto de las
últimas décadas y apenas fue superado en 1981 (cuando llegó al
récord del 5,1%). Una fracción importante del ahorro externo
provino de los flujos de inversión extranjera directa, que son
los más directamente vinculados a la ampliación de la capacidad
productiva. En la gran mayoría de los países, el ahorro externo
aumentó en 1998: las excepciones fueron Colombia, Honduras y
Paraguay.

El crecimiento exponencial de la inversión extranjera directa en
los últimos años recién se atenuó en el último trimestre del 97,
pero en el 98 continuó aumentando aunque a una tasa menor. En el
primer quinquenio de los 90, la afluencia de la inversión
extranjera directa hacia la región estuvo fuertemente influida
por los programas de privatización puestos en marcha en casi
todos los países. Posteriormente, a los ingresos percibidos por
estas operaciones se les fueron sumando nuevas y cuantiosas
inversiones directas orientadas a modernizar las empresas que
cambiaron de propiedad.

Hacia 1998 y principios de 1999, las adquisiciones de activos
privados tuvieron mayor importancia que las compras de activos
estatales. Por consiguiente, la inversión extranjera directa
permitió incrementar en forma considerable el acervo del capital
productivo. La inversión extranjera llegó en 1998 a representar
más del 15% de la inversión total.

La mayor parte del capital extranjero ha sido invertido en el
sector terciario: principalmente en energía, telecomunicaciones
y finanzas. También ganaron importancia las actividades de
explotación de recursos naturales, antes bajo control estatal,
como las vinculadas a los minerales, el petróleo y también el
sector manufacturero, especialmente la industria automotriz, como
la así llamada "industria maquiladora".

Históricamente, ante las falencias de las clases empresarias
locales, el mayor esfuerzo acumulador era tomado a cargo por el
Estado. Pero las reformas neoliberales pusieron un corte abrupto
a este resorte.

Como dijo Aldo Ferrer: "los mayores obstáculos a la formación de
una masa crítica de liderazgo empresarial en América Latina no
radican, como sugiere la llamada nueva economía institucional,
en la falta de garantías para el ejercicio del derecho de
propiedad. Desde la Declaración de la Independencia, los derechos
de propiedad nunca fueron amenazados. El problema principal está
en la concentración excesiva de la riqueza y las dificultades de
acceso a la propiedad de nuevos agentes económicos. Por las
mismas razones, desde los tiempos del crecimiento hacia afuera
hasta la actualidad, la presencia de las empresas extranjeras en
América Latina es más importante que en los países exitosos. La
debilidad relativa de los liderazgos empresarios nacionales fue,
en buena medida, suplida por la inversión privada extranjera
directa, especialmente en las actividades de mayor dinamismo que
incluyen en la actualidad servicios públicos privatizados en
telecomunicaciones y otras áreas, redes comerciales y una
creciente participación en el sector financiero.

"Dado los rasgos sistémicos de la realidad latinoamericana, es
comprensible que nuestros países tengan una baja capacidad de
ahorro y sobre todo una tendencia crónica al consumo conspicuo
y al despilfarro de recursos. A esta cuestión dedicó Raúl
Prebisch atención preferente en sus estudios sobre el capitalismo
periférico. Estados débiles (aunque hipertrofiados) y liderazgos
empresariales condicionados por la fragmentación social y otros
problemas, difícilmente pueden generar una masa crítica de
ventajas comparativas dinámicas y una relación cinética con el
orden global. En la etapa del crecimiento hacia afuera de América
Latina, el enfoque céntrico predominó con el paradigma del libre
cambio. En la actualidad prevalece a través del llamado Consenso
de Washington. Las razones por las cuales la visión céntrica se
convierte, en diversos períodos históricos, en la ideología de
los grupos dominantes en nuestros países, reflejan los mismos
rasgos sistémicos que condicionan la calidad de respuesta al
dilema del desarrollo en el mundo global." (Texto tomado de
Tiempos del Mundo)
EXPLORED
en Ciudad Buenos Aired

Otras Noticias del día 25/Febrero/2000

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el