Quito. 04.06.95. En reiteradas oportunidades, la deuda
ha sido "el centro del escenario político y económico", y ha suscitado
"los más violentos y apasionados debates". Sobre todo al finalizar el
siglo XIX, justamente hace 100 años, la deuda dio lugar a
propuestas políticas enmarcadas en uno de los procesos
revolucionarios más profundos, si no el único, que ha vivido la
sociedad ecuatoriana: la Revolución Liberal.

Contratando deudas en el exterior se independizó políticamente el
Ecuador y negociando dichas deudas hizo su ingreso definitivo a
la división internacional del trabajo, como productor y
exportador de materias primas. Y la deuda externa sirve, al
concluir en el siglo XX, cual gran palanca, para profundizar el
proceso de transnacionalización de la economía ecuatoriana.

Después de largos años de angustias políticas y de enormes
dificultades económicas desde la conformación de la República en
1830, en las últimas décadas del siglo XIX, apareció con
creciente fuerza el deseo de incorporar masivamente al Ecuador al
mercado mundial, tal como sucede al finalizar el siglo XX.

Entonces el servicio de la deuda era un compromiso de honor. El
éxito de la gestión gubernamental se medía con ese parámetro,
mucho más que con la real situación de la economía nacional.

Los recursos externos se conseguían como inversiones extranjeras
o, las más de las veces, en calidad de empréstito exterior,
formas a través de las cuales se mantiene la posibilidad de
acumulación, inexistente o limitada en los países de origen. Lo
cual, sin embargo, no puede menospreciar la evolución de los
mercados internos y las diversas lógicas de acumulación
regionales dentro del Ecuador.

ESFUERZOS DE ANTONIO FLORES

El presidente Antonio Flores Jijón, que había sido uno de los
principales renegociadores de la deuda en el período garciano,
una vez en el Poder, convocó a un Congreso extraordinario en
1888, con el fin de analizar la situación de la deuda externa y
estudiar los mecanismos para conseguir créditos frescos, en
especial con miras a continuar con la obra del ferrocarril.

Pero a pesar de que las intenciones parecían atractivas, nada se
pudo concretar.

Las soluciones que se planteaban entonces a nivel latinoamericano
eran la conversión de la deuda antigua en nuevos bonos y, de ser
posible, el canje de propiedades estatales -activos buenos , como
podían ser los ferrocarriles o minas o tierras, a cambio de los
pasivos malos: la deuda externa. Tal como sucede a fines del
siglo XX.

Con la gestión de Flores, el Ecuador había dado pasos importantes
para su incorporación al mercado internacional, en especial al
buscar un arreglo que satisfaga a los financistas externos.

Pero fue notoria la contradicción entre lo que se conseguía
realmente y lo que pregonaban como triunfo los personeros
gubernamentales, para no hablar de la insuficientes información
que proporcionaban a la opinión pública, características éstas
que se han seguido observando en forma permanente en el manejo de
la deuda.

Meses antes de la Revolución Liberal, el 29 de julio de 1894, el
Congreso Nacional se vio obligado a suspender los pagos de la
deuda.

UN CORTE AL NUDO GORDIANO

La oposición liberal, particularmente el ala radical encabezada
por Eloy Alfaro, incluyó entre sus principales puntos
programáticos el asunto de la deuda externa. Fue bautizada por
Alfaro como "deuda gordiana" -por lo difícil de desatar . Alfaro
se preocupó no solo por su negociación, encargada a "manos
inexpertas", sino porque abrió el espacio al "proceder más
antipatriótico e inmoral que registran los anales rentísticos de
la repúblicas Latino Americanas".

A los pocos meses de llegar al Poder, decretó que se suspende "el
pago de la deuda externa hasta que se obtenga un arreglo
equitativo y honroso con los tenedores de bonos".

Esta nueva suspensión de los pagos o moratoria se enmarcó, a
diferencia de las anteriores y de las que se sucederían luego, en
una posición programática clara y preconcebida, y no en la
imposibilidad de servir la deuda. Era, en definitiva, parte de la
estrategia política y económica de la Revolución Liberal.

No se quería entorpecer el limitado flujo de capitales foráneos:
inversiones o créditos.

Posteriormente, con el objeto de conseguir recursos financieros
en los mercados internacionales para la construcción del
ferrocarril Guayaquil-Quito, una de las principales realizaciones
materiales de la Revolución Liberal, el gobierno de Alfaro se
empeñó en transformar gran parte de la deuda "inglesa" en bonos
para esta empresa.

Vale anotar que esta fue la primera operación de crédito externo
ecuatoriano en la cual se emitieron bonos dólares. El dólar se
infiltraba con fuerza en las relaciones económicas
internacionales y el Ecuador se enrumbaba hacia una nueva órbita
en su dependencia. De esta manera, se buscaba redimir la deuda
anterior y conseguir nuevos recursos para construir un proyecto
de gran envergadura nacional, capaz de generar rentas para su
repago, para el servicio de la deuda y, de ser posible, inclusive
utilidades.

A diferencia de los canjes de deuda propuestos al terminar el
siglo XX, lo que se quería es movilizar recursos para impulsar la
realización de una obra magna: el ferrocarril, cuya trascendencia
al parecer no ha sido suficientemente valorada. Alfaro no
pretendía entregar recursos estratégicos a cambios de los
devaluados papeles de la deuda.

FEDERALISMO Y CENTRALISMO

El 9 de octubre de 1883, Eloy Alfaro dirige un Mensaje sobre el
Federalismo a sus diputados-milicianos reunidos en Portoviejo,
demostrando sus virtudes y señalando los defectos y debilidades
de la centralización para resolver los problemas del país: Para
cortar ese cáncer político no hay más recursos que dar al través
con el personalismo simbolizado por el centralismo, y adoptar
resueltamente el sistema redentor de la federación, en cuyo
vastísimo recinto tienen puesto y cabida los partidarios
doctrinarios, que lindan por el triunfo en la justicia y de la
equidad de luchas civilizadoras. (Alfaro, s/f. : 262).

Partidario de la descentralización de las rentas, en favor de las
provincias o estados regionales para propiciar su desarrollo,
afirma que cada Congreso federal debe manejar sus propios
ingresos. Con una profunda visión de las de los grupos regionales
de poder hegemónico, caracteriza al Azuay como eclesial, a
Pichincha como administrativo y al Guayas como económico.
Escuchémosle: No hay concordia sin armonía; y sin una y otra
prevalecen los odios. La concordia y la armonía vendrán unidas si
a cada Estado se asegura, conforme el sistema federal, la
soberanía costumbres y legítimas aspiraciones. Si, por ejemplo,
Azuay quiere ser mandado por un eclesiástico sea y acátese la
voluntad de ese pueblo; si Pichincha prefiere un jurisconsulto,
téngalo, nada más justo; y si Guayas le place un financista, en
hora buena; sea servido según su querer. Así satisfacen las
localidades sus deseos y sus propósitos; y el ejecutivo federal
será una garantía de orden como acontece en los Estados Unidos de
Norte América. (Alfaro, s/f.: 263)

Termina su mensaje sentenciando que el centralismo ha costado a
la República cruentísimos y casi estériles sacrificios. El
federalismo es el sistema hoy adoptado por pueblos que mucho se
han esforzado por constituirse libremente. (Alfaro, s/f.: 264).
Todo ello lo dice Alfaro, como una solución alternativa a las
luchas fratricidas interregionales: Prácticamente viene
demostrando la historia política del Ecuador y la luenga
experiencia que, en nuestras contiendas-intestinas, cuando ha
triunfado la sierra sobre la costa, esta ha sido la oprimida; y
cuando ha predominado sobre el interior el litoral, este ha sido
el opresor. Tal hecho explica como ha habido siempre en el
Ecuador, más o menos débiles o fuertes, series no interrumpidas
de oprimidos y opresores. (6B)
EXPLORED
en Autor: Alberto Acosta - Ciudad N/D

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