Por Thalía Flores y Flores
Subdirectora de Información

Entrevista


Javier Darío Restrepo


Quién es experto en ética Periodistica, con 40 años en prensa y 25 en tv. profesor de las universidades javeriana y de los Andes, en Colombia

¿Cuál es su diagnóstico del papel de los medios en la región?
Tienen que dar con mayor intensidad la palabra a la población, que se está quedando sin ella, absorbida por la gran potencia que tiene la voz de los gobiernos, que quieren presencia omnímoda en los medios.

Ocurre lo mismo en el Ecuador, Bolivia y Venezuela, ¿una suerte de franquicia?
Es muy propio del ejercicio del poder, que no se conforma con que otros tengan la palabra. El ejercicio de la palabra está vinculada a las élites, incluso en tiempos tan remotos como los griegos: no permitían que los esclavos hablaran, estaban condenados al silencio, allí estaba en germen la idea de que quien tiene el poder tiene la palabra.

Un absurdo en Gobiernos que se llaman revolucionarios, cuyo contenido debe estar en la presencia ciudadana.
Existe el divorcio entre la acción y la palabra. Cuando las acciones son difíciles, y las acciones que se proponen los revolucionarios son extremadamente difíciles porque tienen que cambiar el disco duro a la sociedad y, particularmente, a los que tienen el poder económico y el poder de las armas, cuando eso sucede, necesitan complementar esa dificultad de la acción con la prepotencia de la palabra. Las palabras entran a reemplazar las acciones prometidas e incumplidas

Si la palabra reemplaza a la inacción, es manipulación.
Es manipulación, porque la palabra auténtica es la que reemplaza la acción; es decir, el verbo se tiene que hacer carne, eso no solo en los términos teológicos de San Juan, sino que ha sido siempre la naturaleza de la palabra; la palabra tiene que estar inyectando la acción, no se pueden desvincular a ninguna de las dos, pero cuando se las divorcia, allí comienza la manipulación de la palabra. Eso viene de antes, pero se ha intensificado hoy en la dictadura de los publicistas, y tú sabes que la publicidad es una manipulación de la palabra para inducir acciones, manejar la libertad de las personas.

Más grave con la apropiación de los recursos del Estado mediante el pautaje en los mismos medios de comunicación, una perversión de la democracia...
Ahí estás tocando otro tema distinto, pero muy vinculado a la manipulación de la palabra. Un problema que también hay en América Latina: la manipulación de la información por la vía de la propaganda oficial, o sea, el Estado tiene unos dineros que son para difundir sus acciones y mantener contacto con la población. Ese dinero, a través de la publicidad oficial, se ha convertido en la forma de manipular la prensa, muy grave, pero plantea una coyuntura positiva para los periodistas.

¿Cual sería?
Los periodistas están descubriendo que si no son independientes frente a ese poder, su periodismo no vale la pena. El único periodismo que vale es aquel que es independiente de todas las presiones, y una de las presiones más elementales es la presión del dinero.

Si un periodista dice: "Estoy con el Gobierno", ¿es una contradicción?
Desde luego que es contradictorio, porque estoy con toda la sociedad o no estoy con nadie.

En el Ecuador, el presidente usa una fraseología que afecta la sensibilidad del periodista frente al ciudadano.

En el ágora griega, había siempre alguien que tenía por función detectar las mentiras, las contradicciones de los oradores, se llamaba "heraldo", y este heraldo era insobornable y denunciaba a cualquiera que dijera algo inexacto. Creo que en ese heraldo estaba ya prefigurado el papel del periodista, que no puede ser un adherente del presidente, del cardenal o del general. Él es leal a su receptor. Los gobernantes acuden a veces a una especie de chantaje al decir que el periodista que no está de acuerdo con ellos y su Gobierno traiciona a la patria. A lo mejor lo has oído aquí, nosotros lo hemos oído Colombia, se oye en todas partes.

Aquí se dice que "la patria ya es de todos", pero se excluye a los pelucones y a la prensa se la llama "prensa corrupta".
La adjetivación es una forma de pobreza mental porque, cuando tienes que apelar a un adjetivo y no a un verbo ni a un sustantivo, es decir, a un hecho, es porque quieres engañar. La publicidad está llena de adjetivos porque la publicidad es a medias verdadera y a medias mentirosa; la parte mentirosa es la que corre por cuenta de los adjetivos. Lo mismo sucede en los discursos públicos. Como periodista, uno se acostumbra, porque son reglas del oficio, a desconfiar del adjetivo. Cuando estoy escribiendo mi artículo o mi crónica y veo que tengo que utilizar muchos adjetivos, tengo que desconfiar de mi información porque debe ser demasiado pobre para que utilice adjetivos. Asimismo, cuando un político o un gobernante habla siempre en términos de adjetivación, pero no presenta hechos, es porque está engañando.

¿Cómo tiene que reaccionar frente a eso el periodista?
Tiene que reaccionar en defensa de la verdad, de los hechos. Para los periodistas, la gran arma que tenemos son los hechos, no tanto las palabras ni mucho menos los adjetivos.

Cuando un periodista sabe que una espada de Damocles pende sobre su cabeza y tiene miedo, ¿debe cambiar de profesión?
Si se siente incapaz de presentar la verdad que ha conocido y asumir las consecuencias, puede ser mejor que se vaya a hacer otras cosas, ya que hay muchas profesiones, y esto lo digo pensando en el periodista mal pagado que esgrime como excusa: "A mí, me están pagando mal, y por eso le hago relaciones públicas al político y estoy metiendo por debajo de la mesa su información, porque me da unos pesitos, porque necesito vivir", son casos muy graves.

Un grave riesgo, rompe la ética.
El periodista tiene que tener claro que lo suyo es el servicio a la sociedad, y que esta es una profesión que tiene costos y tiene costos de vida personal. Eso lo ve muy bien el periodista que recibe amenazas, y llegará un momento en el que no tenga escondederos o tendrá que resolver o la profesión o prefiere una vida tranquila.

Tiempo atrás, en Radio Visión, usted habló de la arrogancia periodística. ¿En qué momento el periodista llega a creerse que tiene la verdad en sus manos?
Cuando el periodista cree que tiene la verdad en sus manos es porque tiene poca experiencia en reportería. La reportería le enseña a uno que la verdad siempre es provisional, y uno tiene que estar complementándola. Tú publicas hoy en el periódico tu información; si retomas el tema de mañana, seguro vas a tener que agregar algo o cambiar algo. Eso es lo que nos distingue a los periodistas que somos eternos buscadores de la verdad.
El poder sostiene que los periodistas manipulan.
Todo aquel que considere que tiene la última verdad está equivocado. Todo aquel que juzga a los demás y no se juzga a sí mismo está equivocado. Todo aquel que esté poniendo en cabeza de los otros las equivocaciones, los errores e, incluso, la corrupción y no mira en sí mismos está equivocado. El poder ejerce sobre las personas algo muy parecido a una enfermedad cerebral, llegan a creer que es la verdad; así como se sienten la patria, sienten que es la verdad, que es la libertad, que es todo en la sociedad.

¿Una patología del poder?
Sí, una patología del poder. No siempre se dan cuenta de eso. El gran peligro que tiene hoy la sociedad de América Latina es que permita que se concentren los poderes en una sola mano. América Latina cree que tiene o mesías que van a salvar todo o cree que son estatuas de barro que se pueden derrumbar fácilmente si no se apoyan en la población.

¿Ha fallado la prensa en explicar que los mesías son falsos, que se necesitan contrapesos o el Estado tiene más poder sobre la gente?
El gran contrapeso es el conocimiento, y el periodista tiene que compartir conocimiento. El deber del periodista no es solo presentar la verdad, sino crear las condiciones para que se la crean, los medios deben tener credibilidad.

¿Más que objetividad?
Esa credibilidad está ligada a su independencia. Un medio que pierde independencia, pierde credibilidad. Puede ser que el poder tenga múltiples cadenas, ediciones que se distribuyan gratuitamente, pero la pregunta es: ¿lo creen?

¿Cómo se mantiene la independencia cuando un medio necesita recursos económicos?
Tiene que examinar cuáles son las dependencias económicas que están atentando contra su esencia, su naturaleza de medio de comunicación. No todos los avisos que te ofrecen los puedes publicar. Si a ti te traen a tu periódico un aviso bien pagado de cómo construir bombas atómicas, es muy seguro de que no lo publiques porque sabes que eso le hace daño a la sociedad.

Cuando el gobernante dice que tal o cual persona es buen periodista, ¿qué está pasando?
El periodista tiene que desconfiar. Eso es lo peor que le puede decir a uno, no solo el gobernante, sino cualquier persona que sea fuente. Yo voy ante el banquero a hacer una entrevista sobre asuntos económicos, y si el banquero me recibe diciendo: "Qué maravilla que viniste tú, porque sí entiendes estas cosas, eres inteligente", el periodista con alguna sabiduría, no digo inteligente, desconfía de cuál es el costo que tengo que pagar por esta inflación de mi ego.

¿Qué piensa de Ignacio Ramonet y su filosofía del quinto poder?
Me parece que es alguien del que hay que aprender mucho. Personalmente, he mirado su obra: Le Monde Diplomatique, y veía que siempre estaba tirando línea. Tirar línea significa no dar todos los elementos de juicio, sino los que coinciden con mi criterio. En Colombia, retiré mi suscripción.

En materia de medios, parece el ideólogo de Chávez, Correa y Morales, que se han hecho de radios, periódicos y canales de TV
La información es un bien público y tiene que ver con el contrapeso frente a los gobernantes que tienen los monopolios con el dinero, las armas, las leyes. Los medios no deben estar en manos del Estado.

Audio:

-Entrevista a JAvier Darío Restrepo
EXPLORED
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