Guayaquil. 20. jun 96. Acompañado de Eduardo Azar, Vicente
Estrada y Rosalía Arteaga, Acompañado de Eduardo Azar,
Vicente Estrada y Rosalía Arteaga, Abdalá Bucaram nos
recibe en una suite del Hotel El Dorado, en Cuenca, donde
está en campaña. Viste con elegancia, habla de manera
pausada y en las dos horas que duró la conversación no
insultó a nadie. La experiencia es bastante diferente a la
primera vez que hablamos, hace doce años en su despacho en
la alcaldía de Guayaquil. Entonces era un hombre agresivo
y las tres páginas en que se publicó su entrevista están
salpicadas de insultos contra empresarios, periodistas y
banqueros en general. "He madurado", dice ahora que tiene
44 años, 2 millones de dólares y acaba de llegar por
segunda ocasión a disputar la segunda vuelta presidencial.
¿Ha cambiado en realidad? ¿Cuál es el verdadero Bucaram:
éste que de manera pausada me está hablando de una fuerte
inversión social sin descuidar la modernización del Estado
vía concesiones o aquel que unas horas antes, en una tarima
en el mercado central, ha prometido barrer con la oligarquía
de niños bien y sangre azul? Quizás ambos. Porque la esencia
de su personalidad parece ser siempre la contradicción. Una
contradicción que aún ahora, después de diecisiete años de
vida pública, produce incertidumbre. Acerquémonos pues, al
hombre, para intentar despejar la incógnita.

EL HOMBRE, EL MITO

Abdalá Bucaram Ortiz nace en Guayaquil en 1952. Unos años
antes Carlos Guevara Moreno había fundado Concentración
de Fuerzas Populares. Cosas nuevas ocurrían en Guayaquil:
la ciudad tenía 318 mil habitantes y los migrantes
llegaban en olas para instalarse en los suburbios e iban
a ser el electorado de Guevara, que iniciaba una nueva era
en la política ecuatoriana: el populismo.

En esa ola migratoria había llegado de Ambato una mujer con
sus dos hijos. Se llamaba Martha Elmalín, y había llegado a
Ecuador desde Líbano, con su marido Jacobo Bucaram, huyendo
del dominio turco. No está claro qué sucede con él, pero al
parecer regresa al Líbano abandonándola con dos hijos
pequeños, Jacobo y Assad. Ya jóvenes, Assad era un vendedor
de telas antes de ingresar a la política con Guevara Moreno.
Y Jacobo importaba bisutería que su mujer, Rina Ortiz,
vendía en un bazar familiar. Jacobo tenía también una
pequeña industria para fabricar vinchas, pero la numerosa
prole que iba procreando mantuvo con estrechez la economía
familiar. Fueron doce hijos. Abdalá, llamado familiarmente
Dalo, era el octavo.

Abdalá tenía 10 años cuando su tío Assad gana por primera
vez la alcaldía de Guayaquil. Aunque ahora él insiste en
que cuando tenía seis años ayudaba a pintar las paredes
con propaganda cefepista, lo cierto es que en esa
época cursaba el sexto grado en el Colegio Cristóbal Colón.
Alumno promedio, estaba dedicado por completo al deporte.
En primer año de secundaria su promedio de calificaciones
fue trece sobre veinte, pero su participación en el
atletismo había empezado ya a dar los frutos que lo
llevarían después al campeonato nacional de los 200 metros
planos. "No era ni excelente ni malo", recuerda el doctor
David Samaniego, su profesor de Filosofía. "Pero lo que más
recuerdo es su entrega al deporte".

Con todo, el último año se concentró en los estudios y
llegó a obtener diecinueve en aprovechamiento. Cuando se
graduó, en 1970, su tío Assad ya era el político al que
los militares iban a impedir que sea presidente de la
República dando un golpe de Estado. Tres años antes, su
padre Jacobo, había muerto en un accidente, cuando cayó
del colectivo en que viajaba a la hacienda que poseía en
Daule.

EL JOVEN DALO

A la muerte del padre, cuando Abdalá tenía quince años, la
autoridad familiar recayó en la hermana mayor, Martha, y
su esposo Jaime Roldós, quienes además vivían en un segundo
piso de la misma casa. Pero aunque Roldós ya estaba
dedicado en esa época a la política, Abdalá seguía volcado
por entero al deporte. En 1972 asistió a las Olimpiadas de
Munich, pero no puede participar por sufrir una lesión.

En esos diez años que median entre su graduación y su
ingreso a la política, Abdalá estudia Derecho en la
Universidad de Guayaquil, y contrae matrimonio con la
doctora María Rosa Pulley con quien tiene cuatro hijos.
Entonces su profesión era la de profesor de Educación
Física en la Escuela Superior Naval, en Guayaquil.
"Estaba encargado de la preparación física de los
aspirantes", dice un contralmirante ahora en retiro.
"Siempre fue muy correcto e hizo grandes amigos en la
Armada", recuerda.

El ingreso a la política ocurre a fines de los 70. La
dictadura militar ha impedido que el tío Assad sea el
candidato a la presidencia de la República en las
elecciones de 1978, y él ha escogido a Jaime Roldós, su
antiguo colaborador y sobrino político. "En Guayaquil,
los esfuerzos de reclutamiento electoral roldosista
fueron intensos en los barrios suburbanos", escribe la
politóloga Amparo Menéndez-Carrión. "Martha Bucaram, su
dinámica esposa, y el hermano de ella, Abdalá, se
encuentra entre los principales activistas".

Roldós llega a la Presidencia. Pero Bucaram no estaba
dispuesto a compartir el poder. El distanciamiento entre
ambos se tornó visible en los siete meses que mediaron
entre las dos vueltas electorales cuando Roldós y Martha
fundaron "La Fuerza del Cambio", un nuevo movimiento
político que con el tiempo sería el embrión del que va a
nacer el Partido Roldosista Ecuatoriano. Ya en el gobierno,
Roldós nombra a su cuñado Dalo como intendente de Policía
del Guayas.

SUPERCUÑADO

Según las necesidades del presidente, Abdalá cumplió su
papel. El "Supercuñado" fue un intendente eficaz: puso
orden a los especuladores y controló la impunidad de las
comisarías. Moralista, controló la pornografía y prohibió
el comercio de bebidas alcohólicas durante los fines de
semana. Pero lo que era más importante para el presidente,
enfrentó al bando de su tío Assad, que desde la
presidencia de la Cámara Nacional de Representantes
dirigía la oposición.

La primera vez que Abdalá hace noticia a nivel nacional fue
cuando la Cámara aprueba una moción para que el ministro de
Gobierno Roberto Dunn responda por los actos del intendente
del Guayas, que había apresado 67 invasores de tierras,
muchos de ellos cefepistas. Abdalá era inflexible. "A mí me
detuvo él personalmente, diciéndome que yo andaba
injuriando al presidente de la República", declaró a la
prensa el abogado Walter Sempértegui, un partidario de
Assad. Y en el momento más duro, cuando Roldós amenazaba un
plebiscito para disolver el Congreso, se llega incluso a la
violencia física. Una madrugada sendos ataques a bala al
edificio de la Gobernación del Guayas y a la sede del CFP
intranquilizan la ciudad. Según Abdalá, cefepistas
intentaron amedrentar al gobierno. Según Assad, Abdalá
dirigió personalmente el ataque al CFP.

"Ojalá mi abuela estuviera viva para que vea lo que dejó
en la tierra y que para nuestra desgracia denigra el
apellido que llevamos", respondió Abdalá. Al día siguiente,
su tío Assad, lo enjuició por injurias. El clima era tal,
que el doctor Ignacio Carvallo Castillo lo describió así
en un artículo publicado en el Diario El Universo: "Prima
un machismo barato de la peor clase, porque el uno dice
que es más hombre. Y el otro le recuerda a gritos su
afición por las drogas. No se han dado cuenta que han
dejado de ser los anónimos imigrantes que llegaron en
busca de trabajo en un suelo que, por generoso, está
siendo irrespetado".

La pugna llegó a su clímax en las elecciones de diciembre
de 1980. Roldós postuló a Abdalá para que encabece la lista
de consejeros provinciales. Assad mandó a la lucha a su
hijo Averroes. La agresividad fue tal, que terminó ganando
Cecilia Calderón. El no ganar afectó tanto a Abdalá, que
provocó un enfrentamiento con el presidente, al que acusó
de no haberle dado el suficiente apoyo; al gobierno de
estar lleno de burócratas corruptos; y a la Democracia
Popular, de ser una agrupación de traidores.

LA ALCALDIA

La trágica muerte del presidente Roldós y su esposa en un
accidente de aviación pocos meses después, en mayo de
1981, acabó de desalojar del poder a un Abdalá que ya para
entonces había revelado el deseo de convertirse en un
caudillo nacional. Cuando don Assad muere, en noviembre
del mismo año, Abdalá queda en capacidad de asumir el
liderazgo populista en Guayaquil.

La disputa no iba a ser fácil. Los amigos íntimos de
Roldós, Francisco Peña Bayona, Efrén Baquerizo Campos,
Guido Chiriboga Parra, en primera instancia preferían al
todavía ministro de Trabajo Aquiles Rigail, que había
captado la dirección de "Pueblo Cambio y Democracia".
Pero a la larga Abdalá se quedó con las bases. Tenía a
su favor, no sólo el apellido Bucaram sino sobre todo,
la capacidad de reclutamiento adquirida durante la
campaña presidencial de 1978. Con esa base Abdalá ganó
la alcaldía de Guayaquil en las elecciones de 1984,
después de una virulenta campaña en que atacó sin piedad
a sus contendores, Cecilia Calderón, y Luis Piana.

Abdalá permaneció en la alcaldía de Guayaquil durante un
año y seis meses: entre abril de 1984, en que se posesionó,
hasta septiembre de 1985. Desdibujada por el tiempo, la
verdad es que su administración tuvo aspectos positivos.
El principal problema era el dinero. Recibía un Municipio
en bancarrota, en el que el presupuesto municipal se iba
en gasto corriente pagando a los 1.500 empleados.
Consciente de que del gobierno de Febres-Cordero, a cuya
candidatura había combatido, no recibiría ayuda, se
apresuró a exigirla del saliente gobierno de Hurtado.
Contra él organizó un paro con el que consiguió que el
Estado se haga cargo de la educación municipal, que con
cerca de 500 maestros representaba una carga de 300
millones de sucres anuales (poco más de 3 millones de
dólares al cambio de la época). Y además recibió 117
millones de sucres (más de un millón de dólares) para
obra pública.

Aumentados los ingresos y disminuida la burocracia (con
la salida de los maestros redujo el personal en una
tercera parte), Abdalá se dedicó a trabajar. Controló la
especulación, se preocupó del ornato y mantuvo limpias
las calles y mercados de la ciudad. Y emprendió en una
vasta obra pública, pavimentando y asfaltando calles, o
construyendo canchas deportivas, especialmente en las
zonas suburbanas.

Pero lo que hacía con una mano, lo borraba con la lengua.
Nadie escapó de sus insultos. Ni el ex presidente Hurtado,
a quien acusó de cómplice del "asesinato" de Jaime Roldós,
ni los miembros de la Junta de Beneficencia de Guayaquil,
a quienes endilgó los peores insultos de su carrera
política. Ni Vistazo: "hay medios de comunicación como
Canal 2 y Vistazo que deben tener mucho cuidado, porque
no saben lo que puede ocurrir en el futuro con la furia
popular", dijo en un entrevista a la misma revista.

La violencia no fue solo verbal. En agosto de 1985, el
industrial Luis Arcentales denunció a la prensa que una
turba atacó su negocio después que se negó a "donar" dos
millones de sucres exigidos por inspectores municipales.
En septiembre, el comerciante Estuardo Sánchez denunció
que tuvo que "donar" 500 mil sucres para ser liberado de
la cárcel metropolitana. En noviembre, otra turba atacó
el estudio del abogado Eduardo Calle Saavedra, quien
había enjuiciado a Bucaram por injurias. Entre julio de
1984 y marzo de 1985, el Municipio recaudó por concepto de
"donaciones" una suma superior a 118 millones de sucres
(cerca de un millón de dólares al cambio de la época), que
el concejo municipal se niega a legalizar "por el método
de extorsión que se utiliza para la recaudación". Hasta
marzo de 1985 ha recaudado también 190 millones de sucres
por concepto del impuesto del 1,5 por mil al capital en
giro, una ordenanza que es cuestionada principalmente por
los artesanos.

Inevitablemente, el principal enfrentamiento es con el
presidente Febres-Cordero. Pero allí lleva las de perder.
En octubre de 1984 es asesinado Merlín Arce, el jefe de
la Policía Metropolitana de Guayaquil. Al día siguiente,
Abdalá denuncia que el presunto asesino, Jaime Toral
Zalamea, es protegido por el gobierno. De inmediato, el
intendente de Policía, a órdenes del Gobernador Jaime
Nebot, sentencia a Bucaram a cuatro días de prisión "por
propalar rumores falsos". La orden es ilegal, porque el
alcalde tiene fuero de Corte Superior, pero la Policía
allana el Municipio aunque no puede capturarlo. El mismo
procedimiento se utiliza un año después, cuando Abdalá
denuncia que "nadie sabe quién mató a Nahím Isaías"
(secuestrado por Alfaro Vive y asesinado durante el
rescate), si las balas de los secuestradores o las de la
policía".

La diferencia era que si era detenido, en la Penitenciaría
se encontraría con su enemigo Jaime Toral. Convencido de
que se atentaba contra su vida, Abdalá permaneció
escondido hasta que el Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas le inicia un juicio, acusándolo de "atentar contra
la personalidad del Estado". El motivo: Bucaram había
declarado a un pequeño diario latino de Nueva York, que
"las Fuerzas Armadas del Ecuador, por el simple hecho de
desfilar el 9 de octubre, se llevan la mitad del
presupuesto nacional. Es decir, que no sirven
absolutamente para nada que no sea gastar plata".

Al ver que su suerte estaba echada, Bucaram abandona el
país en una avioneta rumbo a Panamá. Desbaratada la
oposición en el Congreso, el presidente Febres-Cordero
se había deshecho del oponente que más problemas podía
ocasionarle. Eufórico, al caer la tarde Febres-Cordero
proclamó victoria en una concentración pública al grito
de "Guayaquil vive, carajo!".

EL PROSCRITO DE PANAMA

Exiliado a causa de la persecución socialcristiana, sus
problemas no terminaron cuando llegó a Panamá. Dos meses
después de abandonar el país, el contralor del gobierno
de Febres-Cordero, Marcelo Merlo lo acusó de perjudicar
al Municipio de Guayaquil en una suma de 20 millones de
sucres, en contratos de traslado de material pétreo. Por
lo que se le inició otro juicio, este por peculado y se
dictó otra orden de prisión. Lo más grave estaba por
venir. El domingo 9 de noviembre de 1986, a las 07h05,
un grupo de la fuerza antinarcótico de Panamá, se
presentó en el departamento de Bucaram con una orden de
allanamiento. Revisado éste sin que encuentren nada, se
dirigieron al garaje del edificio. Allí, en el carro que
usaba Abdalá, encontraron poco menos de un kilo de
cocaína. Abdalá fue detenido y enjuiciado.

En el proceso judicial, los abogados de Bucaram
demostraron que todo había sido un montaje, del que
Bucaram acusó siempre al presidente Febres-Cordero, y
quien a su vez lo ha negado siempre de manera rotunda.
Con todo, un informe de las autoridades panameñas
fechado en 1992, confirmó que el kilo de cocaína
encontrado a Bucaram "pertenecía a un decomiso de 300
kilos realizado en Azuero, en la zona central de Panamá,
y que en realidad se había querido perjudicar a Bucaram
por instrucciones del general Noriega". "Todavía tengo
las huellas de las torturas", dice Bucaram. "Yo era
amigo de Noriega, pero él me traicionó, luego me dijo
que él nunca lo supo, y que había sido un complot de
mandos intermedios".

Según Abdalá, él seguía siendo un dolor de cabeza para el
gobierno de Febres-Cordero. En las elecciones seccionales
de ese año, con el líder ausente, el Partido Roldosista
ganó en la provincia del Guayas. Obtuvo cuatro diputados,
entre ellos Santiago y Adolfo Bucaram. Y su hermana Elsa
obtuvo la votación más alta para el Concejo Municipal.
Desde su departamento en Punta Paitilla, Bucaram seguía
interviniendo abiertamente en la política ecuatoriana.
Por ejemplo, tuvo activa participación en la designación
de Andrés Vallejo como presidente del Congreso, y en ese
período, se amnistió a Bucaram en el juicio que por
injurias seguía en su contra las Fuerzas Armadas.

Lo más increíble de todo es que a pesar de todos los
juicios y la lucha tan violenta, Abdalá Bucaram regresa
en 1987 aparentemente gracias a un entendimiento con el
gobierno de Febres Cordero para que enfrente a la
candidatura presidencial de Rodrigo Borja. Desde
entonces, la carrera política de Abdalá va a estar
signada por una extraordinaria capacidad de negociación
contra quienes son sus más feroces enemigos y luego
marcada por la ruinosa administración que su hermana
Elsa comete cuando gana la alcaldía de Guayaquil en
1988, en las mismas elecciones en que Abdalá llega a la
segunda vuelta con Borja.

SU PODER EN LA TARIMA

La campaña por la segunda vuelta fue feroz. Y después
de perderla debe huir nuevamente después que el
presidente Borja reactivó el juicio por el cascajo.
Abdalá regresa en 1990, después que el juez de la causa,
el presidente de la Corte Superior, dicta un
sobreseimiento provisional a su favor. Por las dudas,
logra una amnistía propuesta en el Congreso por el
propio diputado Jaime Nebot. Pero para la campaña de
1992, su principal peso es la administración municipal
de su hermana, a tal punto que el mismo Abdalá la
obliga a renunciar. El proceso de presiones de Abdalá a
Elsa duró casi seis meses, hasta que ella aceptó. Así
las cosas, un día de mayo de 1991, Abdalá convocó al
concejal Harry Soria para comunicarle: "Elsa se va
mañana. Tú te vas a hacer cargo de la alcaldía. Te dejo
en entera libertad", según lo contó Soria a Vistazo en
una entrevista nunca desmentida por Bucaram. Pero la
estrategia de poner distancias con el desastre municipal
no tuvo mayores resultados en Guayaquil.

En las elecciones de 1992, Abdalá Bucaram queda descartado
al llegar tercero después de Sixto Durán-Ballén y Jaime
Nebot. Y todavía en las pasadas elecciones, a pesar de
obtener un millón de votos en todo el país, no logra
remontar en Guayas, donde pierde frente a los
socialcristianos con una diferencia de 180 mil votos.
Pero, ¿cuál es el secreto del éxito de Bucaram, que hace
que le gane a Nebot en la mayoría de las provincias de
la sierra, y en todas las de la costa, con excepción de
Guayas? Para algunos, parte de la clave está en las
exitosas administraciones seccionales roldosistas del
último período, especialmente en la Costa, que tuvieron
en la Comisión de Presupuesto del Congreso, presidida
por Santiago Bucaram, una importante fuente de recursos
para obras. Para la mayoría de analistas, el éxito está
en el gran poder de comunicación de Bucaram, su indudable
carisma, y su identificación con los más pobres, que son
la mayoría del país. Una capacidad de comunicación que se
evidencia en el hecho de que Bucaram ha dirigido él mismo
su campaña, sin asesores extranjeros y, en ocasiones,
cantando él mismo en sus cuñas televisivas. Y una
identificación casi a lo Evita Perón: líder de los
descamisados aunque viva en una mansión. Son las
contradicciones que constituyen la esencia del candidato
Abdalá Bucaram.

La agenda de Abdalá

Haciendo énfasis en su preocupación por los más pobres,
Abdalá resume su programa de gobierno diciendo que va a
realizar una agresiva inversión social sin causar
inflación, porque paralelamente continuaría con la
modernización del Estado, sin privatizaciones, sino
vía concesiones. Los principales puntos de su agenda
son los siguientes:

Primero un plan de vivienda popular, en el que invertirá
no menos del 5% del presupuesto del Estado. Una reforma
educativa, con fortalecimiento del docente destinando el
30% del presupuesto a la educación. Y el fortalecimiento
de la Salud Pública, ya mejorando los hospitales, ya
creando una red de dispensarios médicos en todo el país,
ya implementado el programa de maternidad gratuita.

En lo político, aspira lograr una concertación. "Es
necesario que la estructuración de los otros poderes del
Estado se realice a través de una concertación. Tanto en
el Congreso, como en la Función Judicial que debe
despolitizarse. Y la única manera es quitarla de las
manos del Partido Social Cristiano y repartirla
equitativamente entre todos los partidos, para que
nadie tenga el control".

La otra preocupación es el problema territorial. "Vamos a
mantener el diálogo que ha mantenido el gobierno nacional,
haciendo respetar la soberanía nacional". (FUENTE: REVISTA
VISTAZO N. 692, PP. 11-18)
EXPLORED
en Autor: Carlos Jijón - [email protected]

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