¿QUE PASO CON GORBACHOV?
Londres. 25.08.91. Las secuelas del fallido golpe lanzado por
los comunistas soviéticos intransigentes hacen preguntarse a
los comentaristas del este y el oeste si el presidente Mijail
Gorbachov ha perdido contacto con la realidad.
Tanto en Moscú como entre los gobiernos y la prensa
occidentales, los expertos están intrigados por la conducta y
las declaraciones de Gorbachov desde que regresó, el jueves, a
su cargo al cabo de tres días como prisionero de los golpistas
en su residencia veraniega de Crimea.
¿Cómo pudo aferrarse -dicen- a un Partido Comunista
desacreditado que en el mejor de los casos no supo oponerse al
intento de derrocarlo y en el peor pudo haber estado dispuesto
a respaldar la derogación de las reformas democráticas de su
perestroika?
¿Por qué promovió a apparatchiks comunistas conservadores para
reemplazar a los cabecillas del golpe en los ministerios de
Defensa e Interior y en la jefatura de la policía de
seguridad, KGB?
¿Por qué mantuvo a Anatoly Lukyanov, el enigmático presidente
del Parlamento Soviético, señalado por los dirigentes rusos
como el cerebro detrás de la junta de ocho miembros que tomó
el poder el lunes?
A su regreso a Moscú, ¿por qué no acudió Gorbachov al
Parlamento ruso, centro de la resistencia al golpe, para
sumarse a las celebraciones del pueblo al que debía su
reinstauración?
En cambio, le cedió las calles al presidente ruso Boris
Yeltsin, el héroe no comunista que hizo frente a los tanques
golpistas. El líder soviético se mostró para el público sólo
como una figura remota en las pantallas de televisión.
"En su conferencia de prensa Mijail Gorbachov dio escasas
muestras de haber comprendido plenamente el significado de los
acontecimientos de esa semana", escribió el diario británico
The Independent.
"Le guste o no a Gorbachov, el PCUS, la KGB y el Ejército -los
tres pilares del poder central- se han debilitado
enormemente", agregó en un editorial.
Melor Sturua, columnista del diario gubenamental soviético
Izvestia, escribió en el New York Times: "En un sentido
político profundo, Mijail Gorbachov es un perdedor, no un
ganador..."
"La indecisión de Gorbachov, su falta de voluntad para depurar
a los duros del gobierno, su intento de combinar la búsqueda
de la democracia con los dogmas socialistas obsoletos, su
inflexibilidad para entenderse con fuerzas liberales como
Boris Yeltsin, todo ello hizo inevitable el golpe".
Diplomáticos occidentales dijeron que Gorbachov parecía haber
subestimado gravemente el radicalizado impulso de cambio
desatado por la oposición popular al golpe.
"El poder está en la calle. O Gorbachov sigue esa corriente o
será arrastrado por ella", dijo un observador británico de los
acontecimientos soviéticos.
Multitudes airadas, demostrando una audacia sin precedentes,
derribaron una estatua del fundador de la KGB, y en toda la
URSS manifestantes y dirigentes no cuministas la han
emprendido contra el Partido Comunista.
Algunos diplomáticos dijeron que tal vez le faltó tiempo a
Gorbachov para reconocer públicamente que el partido estaba
terminado y que sólo podía salvar su posición de Jefe de un
Estado soviético en acelerada desintegración si abandonaba el
partido.
Compararon el clima revolucionario prevaleciente en las calles
de Moscú y Leningrado con el "poder popular" que barrió del
poder a los regímenes comunistas en toda Europa Oriental en
1989.
"Durante todo el día de ayer, la posición de Gorbachov en la
cima del poder soviético parecía cada vez más insostenible, y
a pesar de todos sus esfuerzos, el poder soviético mismo
parecía esfumarse intermitentemente, sugiriendo una inmediata
extincíon", escribió Mary Dejevsky en el Times de Londres.
La mayoría de los cercanos asesores que configuraron la
perestroika junto con Gorbachov han dado la espalda al
partido.
Dos de los aliados de Gorbachov en el politburó que gobiernan
importantes repúblicas soviéticas, los presidentes de
Kazajistán y Uzbekistán, renunciaron a la dirigencia del
partido como protesta por su falta de oposición al golpe.
Las deserciones dejaron a Gorbachov como una figura cada vez
más solitaria y aislada, incapaz de ponerse al frente de los
cambios que él mismo puso en marcha. (15-A).
Londres. 25.08.91. Las secuelas del fallido golpe lanzado por
los comunistas soviéticos intransigentes hacen preguntarse a
los comentaristas del este y el oeste si el presidente Mijail
Gorbachov ha perdido contacto con la realidad.
Tanto en Moscú como entre los gobiernos y la prensa
occidentales, los expertos están intrigados por la conducta y
las declaraciones de Gorbachov desde que regresó, el jueves, a
su cargo al cabo de tres días como prisionero de los golpistas
en su residencia veraniega de Crimea.
¿Cómo pudo aferrarse -dicen- a un Partido Comunista
desacreditado que en el mejor de los casos no supo oponerse al
intento de derrocarlo y en el peor pudo haber estado dispuesto
a respaldar la derogación de las reformas democráticas de su
perestroika?
¿Por qué promovió a apparatchiks comunistas conservadores para
reemplazar a los cabecillas del golpe en los ministerios de
Defensa e Interior y en la jefatura de la policía de
seguridad, KGB?
¿Por qué mantuvo a Anatoly Lukyanov, el enigmático presidente
del Parlamento Soviético, señalado por los dirigentes rusos
como el cerebro detrás de la junta de ocho miembros que tomó
el poder el lunes?
A su regreso a Moscú, ¿por qué no acudió Gorbachov al
Parlamento ruso, centro de la resistencia al golpe, para
sumarse a las celebraciones del pueblo al que debía su
reinstauración?
En cambio, le cedió las calles al presidente ruso Boris
Yeltsin, el héroe no comunista que hizo frente a los tanques
golpistas. El líder soviético se mostró para el público sólo
como una figura remota en las pantallas de televisión.
"En su conferencia de prensa Mijail Gorbachov dio escasas
muestras de haber comprendido plenamente el significado de los
acontecimientos de esa semana", escribió el diario británico
The Independent.
"Le guste o no a Gorbachov, el PCUS, la KGB y el Ejército -los
tres pilares del poder central- se han debilitado
enormemente", agregó en un editorial.
Melor Sturua, columnista del diario gubenamental soviético
Izvestia, escribió en el New York Times: "En un sentido
político profundo, Mijail Gorbachov es un perdedor, no un
ganador..."
"La indecisión de Gorbachov, su falta de voluntad para depurar
a los duros del gobierno, su intento de combinar la búsqueda
de la democracia con los dogmas socialistas obsoletos, su
inflexibilidad para entenderse con fuerzas liberales como
Boris Yeltsin, todo ello hizo inevitable el golpe".
Diplomáticos occidentales dijeron que Gorbachov parecía haber
subestimado gravemente el radicalizado impulso de cambio
desatado por la oposición popular al golpe.
"El poder está en la calle. O Gorbachov sigue esa corriente o
será arrastrado por ella", dijo un observador británico de los
acontecimientos soviéticos.
Multitudes airadas, demostrando una audacia sin precedentes,
derribaron una estatua del fundador de la KGB, y en toda la
URSS manifestantes y dirigentes no cuministas la han
emprendido contra el Partido Comunista.
Algunos diplomáticos dijeron que tal vez le faltó tiempo a
Gorbachov para reconocer públicamente que el partido estaba
terminado y que sólo podía salvar su posición de Jefe de un
Estado soviético en acelerada desintegración si abandonaba el
partido.
Compararon el clima revolucionario prevaleciente en las calles
de Moscú y Leningrado con el "poder popular" que barrió del
poder a los regímenes comunistas en toda Europa Oriental en
1989.
"Durante todo el día de ayer, la posición de Gorbachov en la
cima del poder soviético parecía cada vez más insostenible, y
a pesar de todos sus esfuerzos, el poder soviético mismo
parecía esfumarse intermitentemente, sugiriendo una inmediata
extincíon", escribió Mary Dejevsky en el Times de Londres.
La mayoría de los cercanos asesores que configuraron la
perestroika junto con Gorbachov han dado la espalda al
partido.
Dos de los aliados de Gorbachov en el politburó que gobiernan
importantes repúblicas soviéticas, los presidentes de
Kazajistán y Uzbekistán, renunciaron a la dirigencia del
partido como protesta por su falta de oposición al golpe.
Las deserciones dejaron a Gorbachov como una figura cada vez
más solitaria y aislada, incapaz de ponerse al frente de los
cambios que él mismo puso en marcha. (15-A).
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