Quito. 08.11.94. El premio Nobel de Literatura de este año, el
japonés Kenzaburo Oé, desea que se defina un nuevo humanismo que
una a occidentales y asiáticos y se pregunta: "¿Serán humanistas
los japoneses?" Ese es el gran interrogante -y mi esperanza- con
vistas al siglo XXI"

-Jean-Paul Sartre ha ejercido influencia sobre usted: él rechazó
el Premio Nobel. Usted lo ha aceptado. ¿Por qué?

Sigo leyendo con frecuencia a Sartre. Su rechazo del Premio Nobel
fue un gran mensaje. Pero, desgraciadamente , como escritor
japonés, no tengo un mensaje semejante que transmitir. Al
contrario, para mí es un gran honor recibir ese premio como
escritor asiático. En Europa se concede a un individuo. Para los
países no occidentales es más bien el conjunto de los escritores
contemporáneos de ese país quien lo recibe en común. Cuando
Yasunari Kawabata obtuvo el Premio Nobel en 1968 se consagró la
belleza tradicional de Japón. Esta vez, a través de mí, el premio
se ha otorgado al Japón de la posguerra, que sufre por sus
heridas y trata de restablecerse.

-¿Ha anunciado usted que renunciaba a la novela para dedicarse a
otras formas de expresión literaria?

La prensa ha exagerado el sentido de mis declaraciones. Cuando
escribo una novela, construyo un espacio que, en mi caso, es un
valle al fondo de un bosque de Shikoku (se región natal) y
posteriormente creo mis mitos y mis personajes. Con mi última
novela, "El árbol de color verde resplandeciente", agoté ese
planteamiento. Tengo la impresión de recorrer caminos cien veces
explorados. El premio Nobel no ha hecho sino confirmar esa
impresión. Me gustaría estudiar. Estoy releyendo a Spinoza, cuyas
enseñanzas me parecen muy adaptadas al mundo contemporáneo. Me
voy a conceder cinco años, y después de ese retiro espero
encontrar una nueva forma de expresión literaria. Será, sin duda,
una síntesis de varios géneros: me gustaría escribir textos
comprensibles tanto para los niños llenos de esperanza como para
los ancianos que la han perdido. No se puede volver a vivir la
vida, pero si al examinar retrospectivamente mi conducta puedo
descubrir una nueva luz, volveré a la página en blanco. Tal vez
escriba una último capítulo, un epílogo a mi vida.

-Ha hecho usted reportajes sobre Hiroshima y sobre Okinawa. ¿Qué
puede aportar el reportaje a la literatura?

Empecé a escribir cuando no tenía suficiente experiencia de la
vida. Mientras hablaba de los problemas de mis coetáneos aprendía
cómo era la sociedad en la que vivía. Si vuelvo a hacer
reportajes, me gustaría que captaran al hombre en su integridad.
El reportaje más notable sobre el hombre sigue siendo el Infierno
de Dante.

-Sus novelas están centradas en sus relaciones con Hikari, su
hijo minusválido. ¿Habría usted escrito las mismas novelas sin
ese hijo?

Un crítico dijo una vez que, sin Hikari, Kenzaburo Oé no habría
existido. Desde hace 30 años, mis novelas han girado en torno a
dos temas: la amenaza nuclear y la vida con un niño minusválido.
Pero, en último término, aquello sobre lo que se escribe no tiene
importancia. A partir de una nadería, de un tema trivial o de una
cuestión encontrada al azar, se puede alcanzar lo universal.

-A través de sus novelas, ¿ha dado usted voz a su hijo, que
carecía de ella?

Desde luego. Vivir con un niño minusválido es aprender cada día
algo nuevo, tener la experiencia cotidiana de la peregrinación de
Dante a través del infierno. Mis novelas han tomado forma a
través de Hikari. Yo luchaba con las palabras por él. Durante
mucho tiempo, Hikari no pudo expresarse; más tarde, a través de
la música , accedió al mundo de la comunicación. Ahora ya no
tengo que ser intermediario con el mundo. Por lo demás ¿con qué
derecho podría pretender expresarme en su lugar? Al no tener ya
motivos para sustituirle, tampoco tengo razones para escribir
novelas.

-Su última novela termina con la palabra alégrate. ¿Qué alegría
evoca usted?

Esa expresión está sacada de un poema de William Yeats. La
pronuncia mi héroe, en el que habitan el sufrimiento y el
tormento. Querría acabar mi vida con esa exhortación.

-Ese tema se une a otro que subyace en su obra: buscar la
salvación sin Dios.

Temo la fe transformada en institución, pero respeto al hombre
que reza, sea quien ea al que se dirija.

-Tras el nacimiento de su hijo viajó usted a Hiroshima. Aquella
experiencia marcó un punto inflexión en su vida y en su obra.

Hiroshima y el nacimiento de mi hijo están estrechamente ligados
a mi vida interior. El problema consistía en saber si yo era
capaz de aceptar ese hijo. Pensé en huir, en huir de aquel niño.
Por eso fui a Hiroshima. Allí encontré al médico Fumio Shigeto,
que fue el primero en tratar a las víctimas y que había sido
también perjudicado por las radiaciones. Me contó que uno de sus
jóvenes colaboradores se había suicidado porque no soportaba más
la atrocidad de la enfermedad. Me identifiqué con aquel joven
médico, y decidí afrontar la existencia de mi hijo., Volví a
escribir en función de aquella decisión.

-Ha escrito usted que entonces aprendió a ser paciente...

Entonces yo era seguidor de Sartre, y para mí la palabra
"absurdo" tenía una gran importancia. El nacimiento de un hijo
minusválido es trágicamente normal: la expresión, si la hay, de
lo absurdo de la vida. Y yo opté por la paciencia. No hay ninguna
razón para ser paciente en la vida cotidiana, pero con la
escritura se puede domesticar la paciencia.

-Hay una ambigüedad en el culto a Hiroshima. Desde luego, es el
símbolo de la destrucción y el dolor, pero tiende a hacer olvidar
que la muerte siempre es inaceptable.

La experiencia de Hiroshima es una experiencia ambigua para los
japoneses. Hay que tratar ese problema como una cuestión de
civilización.

-Morir a causa de un arma atómica o por cualquier otra causa. ¿no
es lo mismo en todos los casos?

Cuando un individuo muere, su entorno puede acordarse de él. Pero
en Hiroshima la destrucción fue tan masiva que la memoria también
fue destruida. Milan Kundera escribe que la memoria es un arma
que permite a los débiles luchar contra el poder. En Hiroshima,
lo que se ha confiscado es el derecho de los débiles a permanecer
en la memoria de los vivos.

-En un discurso al recibir el Premio Nobel, Yasunari Kawabata
evocó la belleza de Japón. ¿Cuál será el tema de su discurso?

El siglo XX ha sido el siglo de la modernización para mi país.
Pero tiene un significado especial para los japoneses, porque
fueron a la vez destructores y destruidos. Y pienso que los
japoneses aún no han captado en toda su dimensión esos
acontecimientos. En mi discurso quiero subrayar cómo deben
entender los japoneses los acontecimientos del siglo XX. Eso
permitirá presentar una imagen más universal de los japoneses. Mi
maestro Kazuo Watanabe, especialista en Rabelais, trató de
introducir en Japón la noción occidental del humanismo. ¿Pueden
hacerse humanistas los japoneses? Ese será el gran interrogante y
mi esperanza- con vistas al siglo XXI.

Cuando se habla de humanismo se piensa en Francia o en Alemania.
En otras palabras, el humanismo es el patrimonio de un individuo
típicamente europeo. Debemos captar exactamente lo que es el
humanismo europeo, porque los asiáticos pueden tener también su
propio concepto del humanismo. Hay que tratar de establecer una
correspondencia entre ambos conceptos, porque en ese punto los
asiáticos y los occidentales se pueden encontrar. Recibo el
Premio Nobel como escritor asiático, y me gustaría poder aportar
una nueva definición de humanismo que desembocara en algo
universal que uniera los dos extremos del mundo.

-¿Qué piensa usted de la sociedad japonesa contemporánea?

Se encuentra estancada. Decir que Japón es rico y que está
económicamente desarrollado es una percepción simplista. Es un
país que ha perdido su identidad. La pregunta que se nos plantea
es cómo encontrar de nuevo una identidad. En el extranjero se
percibe frecuentemente a Japón como una sociedad homogénea: eso
es un error. Es profundamente heterogénea. A partir de esa
heterogeneidad, que está en el centro de mi trabajo de escritor,
hay que reconstruir nuestra identidad.

-En el contexto del fin de la guerra fría, del triunfo del
liberalismo y de la ley de mercado, Japón se ve empujado a
convertirse en una gran potencia. ¿Qué queda de los ideales
pacifistas de la época posterior a la guerra?

No hay ninguna razón para que Japón se convierta en una gran
potencia y, en mi opinión, no lo debe hacer en modo alguno.
Debemos aportar una contribución económica y financiera a
Naciones Unidas si se nos pide. Japón no debe en ningún caso
llevar acciones militares. Se dirá entonces, con condescendencia,
que Japón sólo es una potencia económica. ¿Por qué no? Se puede
actuar con eficacia siendo sólo eso. Tal vez sea anarquista, pero
mi ideal sería que todas las naciones renuncien a su poder y que
sólo lo tenga la Organización de Naciones Unidas. Mientras tanto,
Japón podría ser un ejemplo precursor de nación que actúa con el
objetivo de ayudar a las demás canciones.

¿Responde el pacifismo a la realidad del mundo contemporáneo?

Hay que concretar a quién va dirigida esa pregunta. Si es a los
japoneses, éstos responderán que su pacifismo es eficaz. Desde
luego, ese argumento es frecuentemente utilizado por los
políticos conservadores para justificar su política de espera,
pero los ciudadanos japoneses deben reafirmar sin cesar su
adhesión al pacifismo. Japón se convertirá en un país terrible el
día en que los japoneses ya no crean en el pacifismo.

-¿Es lo que llama "vivir con dignidad" un tema recurrente de su
obra?

Dignidad es la palabra que más me sedujo cuando empecé a estudiar
la literatura francesa. El hombre puede vivir con dignidad
incluso en las peores condiciones. Un niño minusválido que se
desmaya tras una crisis epiléptica conserva su dignidad. Me
gustaría escribir sobre esa dignidad. Para mi hay dos tipos de
hombres: los que saben conservar su dignidad pase lo que pase y
los demás.

*Periodista del diario Le Monde de Francia (4B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

Otras Noticias del día 08/Noviembre/1994

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el