Quito. 02.01.94. "No me dejaré influenciar", pienso
inmediatamente después de la entrevista. "No permitiré que sus
malos presagios se introduzcan en mi vida como veneno. Pero
aunque ponga todas mis energías en contrarrestar sus augurios,
igual será por influencia suya. Qué tontera!"
Pocos minutos después comienzan a sucederse los malos ratos a mi
alrededor. Y digo que incluso la ruina económica estaba muy
cerca de mi. Agonizo. Y peor aún: "tú misma te la buscaste!",
había sentenciado.
Habló también de circunstancias adversas a nivel de toda la
sociedad en la que vivo. Y al día siguiente la mala noticia,
posible sí, pero ¿predecible a tan corto plazo? Pongo mis
esperanzas en su anuncio de que después de todo ese caos volverá
la luz. Y, al fin y al cabo, siempre la vida es así.
María Rosa Crespo catedrática de la Universidad de Cuenca en
lengua y literatura, no permite ser calificada de bruja.
"Aficionada de bruja", dice, "no más". Sin embargo es requerida
por su habilidad para "echar la suerte" más allá de los límites
de su ciudad, Cuenca. Sus aficionados viven sobre todo en Quito
e incluso fuera del país.
Se inició en Colombia. "A la gente le llamaba la atención mi
pelo largo y mi forma de ser". Había aprendido de brujerías en
la hacienda de los abuelos, donde Mama Lorenza la inició en el
"huairo", un juego andino con una especie de dados, que son
huesos de fallecidos. Se jugaba en los velorios en nuestro
medio. También la enseñó de magias, brujos y como hacer las
"mandas".
En Colombia, entonces, como no tenía mucho que hacer, mientras su
esposo se especializaba en algún campo de la siquiatría, ella
aprendió a leer las cartas.
Al principio siempre está el loco
Le fascinan los 22 arcanos mayores del Tarot. "Son los misterios
en la vieja Tabla Esmeralda. Dicen que son de una cultura más
vieja que la civilización actual y que fueron retomados por los
egipcios, no como cartas de adivinación, sino como elementos y
códigos prescriptorios de usos y costumbres". Ahí está la clave.
María Rosa está interesada en las cartas "no como bruja",
insiste, "sino para ir viendo el desarrollo de la personalidad".
Habla de los arquetipos fundamentales de C. G. Jung, de la
interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Comienzo a sentir
que ser bruja no es una cosa tan fácil, hay que leer y trabajar
mucho.
"La carta con la que inicia, la primera carta del Tarot, es la
que pasará a los naipes tradicionales como comodín. Es el loco.
Es cuando la persona recién comienza a buscarse a sí misma. A
través de ella va desarrollándose hasta ponerse la máscara que en
griego quiere decir persona. Cuando uno busca afuera y no
encuentra, hay el proceso de interiorización a través de una
serie de umbrales. Hay que morir para renacer. La muerte es
simbólica, como en todas las culturas antiguas". Continúa
explicando, pero siempre insiste en que para ella todo es "un
acto de comunicación".
¿De dónde sale, entonces, la fama? "Tengo fama porque soy
esquiva no me presto a ello. No se compadece con mi profesión.
Simplemente no creo. Soy muy escéptica. No es que no me
interese la parte esotérica, la respeto mucho. Pero lo considero
un terreno muy resbaladizo".
¿Miedo?
Vamos llegando al meollo del asunto. "Uno tiene que andar con
pasos muy firmes en la vida real. No estar deambulando en
caminos con puras elucubraciones, ni tampoco convertirse en
adivina. Que la persona le confíe a una completamente su
destino, eso no. Para eso están los siquiatras. Claro, hay
muchas cosas que se conjugan. Un poco de intuición. Un poco de
curiosidad y bastante de sicología y conocimiento de la persona.
Están los mensajes preverbales... Si hay algo en el esoterismo es
que cada persona es un mundo que emite una serie de energías
positivas o negativas, que te contagian. Cuando estás fuerte las
absorbes, pero cuando estás muy cansada te hacen daño y la
reacción mía es un rechazo físico, náusea, vértigo,
enronchamiento. Por eso mi rechazo. A no ser que clausure la
Universidad. Ahí sí seré bruja a tiempo completo".
No solamente sabe echar las cartas, también lee la mano y tiene
intuiciones y premoniciones con solamente ver a alguna persona.
Un día vio como exhaló el alma una moribunda, después de un
accidente de tránsito y dos veces predijo la muerte de una
persona. En un caso fue la de Jaime Roldós. "Eso me conmovió.
Fueron experiencias muy duras".
¿Tiene miedo? "Hay cosas que no me gustaría decir a la gente,
porque sin querer podría predisponerles a algo. Cuando pensé que
había entendido cómo funciona lo de las cartas, cómo la pitonisa
observa las reacciones del cliente ante las situaciones que se
van presentando y ella, por su parte, maneja esta información con
intención de abrir a la persona perspectivas de desarrollo, la
información de una premonición tan horrible con solo ver a una
persona me desconcierta. No tengo explicación racional",
admitió. "Es un sentir mucha angustia, mucha preocupación. Lo
acepto, pero me da recelo. Por eso prefiero no incursionar en
ese campo. No me hizo bien. Me da temor de un terreno que no es
previsible. Con el paso de los años me estoy volviendo muy
pragmática".
¿Es cierto que era llamada a Palacio en el tiempo de León Febres
Cordero? "No, nunca he hablado con él. Con María Eugenia
Cordovez he tenido una excelente amistad. Hemos conversado
muchas veces, pero no como bruja. Nos ligaban una serie de
intereses comunes por las personas necesitadas".
Consejos a Sixto
"¿También tienes intuiciones positivas"?, pregunto con la
esperanza de poder encajar la imagen de esta mujer alta, delgada,
con el pelo muy negro y muy largo recogido en una sola trenza,
esta mujer a la que siempre veo trotando por las afueras de
Cuenca en las mañanas, con la imagen de las brujas, a las que
siempre me he imaginado un poco pálidas, un poco nocturnas.
"También yo soy nocturna, me cuesta muchísimo levantarme, pero
soy piscis: amigable, generosa. Piscis ocupa los pies. Somos
los cimientos, pero preferimos mantenernos ocultos".
A María Rosa le encanta cocinar y sus galletas son tan
renombradas como sus brujerías. "Soy una bruja muy vital, el
deporte es básico para aclarar la mente. Igual que echar cartas.
Hacer una sesión en la casa de mis abuelos, donde hay fantasmas,
luces que vienen y van, tesoros ocultos, túneles, donde las
sillas comienzan a moverse a través de un viento extraño, y de
pronto el floripondio exhala más perfume al caer la tarde... En
esa vieja casa, que primero fue cuartel y después de una mujer
que había perdido el juicio y jugaba con esterlinas tendidas en
una estera... Alguna vez vamos a buscarlas con una varita
mágica".
Su lugar favorito para ejercer esta profesión, de la que tanto
reniega oficialmente, es el mercado. Allí aplica la economía del
trueque. Cura del "espanto" a los hijos de comadres y amigas y
recibe a cambio papas o legumbres.
"Pero nos quedamos en las premoniciones positivas. Las brujas
profesionales", dice, "siempre predicen cosas negativas. Si
creemos que van a pasar cosas negativas, estamos prevenidos y de
alguna manera podemos condicionarnos. Es un mensaje a las
profesionales. No ser solamente profetizas de las catástrofes.
Siempre que quemamos el año viejo, esperamos que el que viene sea
mejor".
Esto no le impide en nada ser una Casandra también.
¿Qué intuiciones tiene para el próximo año? "El paquete del
gobierno nos ha dejado con la mente en blanco. Pero como persona
que lee todos los días el periódico: el 94 va a ser muy duro. No
se necesita ser pitonisa para verlo".
¿Y qué le recomendaría a Sixto? "A Sixto lo que le hace falta es
saber escuchar a bastante gente. Si de pronto, como en los
cuentos de las Mil y una noches, se disfraza de Juan Pueblo y va
por las calles de Quito una noche y habla con el pueblo, puede su
gobierno incorporar una serie de cuestiones tan de la vida
cotidiana, que no están necesariamente en los indicadores
macroeconómicos".
No hay que ser bruja para recomendarlo, pero sí para conseguir
que el presidente siga su consejo. Ya lo veremos. (6-7 DOMINGO)
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