Quito. 14.09.93. Santiago García, colombiano, director de teatro
y dramaturgo de toda una vida, habla sobre los caminos del teatro
latinoamericano

* ¿Por qué onda va ahora el teatro latinoamericano?

Lo que perseguimos todos los teatristas es hacer una dramaturgia
nuestra. La historia del teatro latinoamericano es la historia
por encontrar el espacio de una dramaturgia nacional, nuestras
propias obras. Ahí hay una especie de conflicto, entre lo que es
la obra de autor -que puede ser creación individual o colectiva-
y el espectáculo al que no le importa el origen del texto sino el
espectáculo en sí, el espectáculo vendible, el teatro comercial,
que tiene una gran eficacia a nivel de las grandes capitales,
pero que de ahí no puede salir. Este teatro se alimenta de una
especie de teatro cosmopolita de carácter internacional (por
ejemplo "Los rubios las prefieren rubias", "Cats",
"Sorprendidas"), un montón de obras que vienen de París, Londres,
Estados Unidos, y se montan con altos costos en las grandes
capitales: México, Buenos Aires, Bogotá, Caracas, Santiago.

Y está el teatro nacional que necesariamente debe abastecerse de
autores nacionales que han tenido una trayectoria muy importante
a nivel latinoamericano. Por lo que se lucha es por tener una
dramaturgia latinoamericana en cada país, que se inscriba
regionalmente pero que tenga una repercusión internacional.

-Las grandes capitales están, entonces, en el reto contra el
teatro importado. En cambio, los pequeños países están en el
surgimiento del teatro (con dramaturgia nacional o no)
simplemente como teatro

...Como necesidad... de imponer su identidad, sus rasgos
característicos, que es lo que se busca con el arte. El arte es
una lucha brutal y desproporcionada que tiene el hombre para
instalarse en el mundo, para vociferar su presencia en el mundo.

-En cualquiera de los dos casos la opción actual es la búsqueda
de la dramaturgia nacional. ¿O todavía el auxilio de los grandes
autores internacionales?

Por ejemplo, el caso nuestro, de "La Candelaria" -que estamos en
una ciudad en que se inicia ese gran teatro comercial- tenemos
que luchar por el otro tipo de teatro, el auténtico, el que es
arte, que busca sus raíces, su identidad.

-En los otros países, en cambio, se desarrolla en parte esta
línea, pero se sigue con los repetitivos intentos de montar obras
de dramaturgos internacionales.

Esa es una línea de aprendizaje, con los grandes autores se
aprende, se forman actores, es un camino que debe recorrerse,
pero hay un momento que se debe romper el cordón umbilical e ir a
la creación propia; o hacer una nueva versión de un clásico, pero
para hacerla hay que destruirlo, desbaratarlo, para que salga ahí
algo nuestro, algo nuevo, de las cenizas, como un gran Ave Fénix.

-¿Y cómo va ese surgimiento en Latinoamérica?

Esa es la gran pelea, en algunos casos muy violenta y
desproporcionada, y en otros casos menos.

-¿Hay suficiente producción de dramaturgia nacional para
abastecer al teatro latinoamericano?

Hay muchísimo. En todas partes de Latinoamérica se está luchando
por la autoría del espectáculo.

-Existe una lucha en la adaptación de obras; entre autores y
directores...

Los caminos para inventar son muchos, pero siempre hay que
inventar. Sea a partir de una idea muy original, o sea de una
adaptación, pero a cualquier texto hay que destruirlo para
renacerlo. El desastre está en las copias, en las imitaciones.

-¿Como va el bolsillo del teatro, la sobrevivencia del teatro en
Latinoamérica?

Terrible. En todos los países de América Latina los gobiernos
están evadiendo su responsabilidad con el arte. Y con el criterio
actual de la privatización que se está imponiendo en todos los
países, nuestra situación es desesperada. Los auxilios estatales
para el teatro en Colombia fueron prohibidos el año pasado por la
nueva constitución. Estamos condenados como una pequeña empresa a
subsistir por nuestros propios esfuerzos o si no sucumbir.

-¿La opción ahora es el reclamo de la restitución del
financiamiento estatal o la autogestión?

La opción que proponen los gobiernos es la autogestión, funcionar
como empresa. La opción que nosotros exigimos es la ayuda estatal
que es una obligación, como la ayuda a la educación y a la
salud.

-¿Y qué tal el interés de la empresa privada por el teatro?

Eso es una mentira. Ninguna empresa privada ayuda al arte, ayudan
al fútbol, al ciclismo, pero la cultura y el teatro planteado por
lo nacional, jamás.

-¿Cómo va la tendencia en cuanto a tipo de obras, andamos por las
obras realistas, psicológicas, abstractas, sociales; comedia,
drama?

Hay la tendencia latinoamericana hacia un teatro reflexivo, hacia
la reflexión de la realidad, de lo que nos está pasando, por
muchos caminos. La realidad pero no todo propuesto, sino un
teatro que invite a la polémica, aunque reaccionen contra la
misma obra. Esa reflexión puede ser hacia el individuo o hacia lo
social, mundos interiores y exteriores, tan válidos los uno como
los otros. Hay la tendencia hacia la dramaturgia intimista, más
que hacia la social.

-¿Y más hacia lo mágico, que al realismo?

Nosotros lo llamamos teatro visita, la escenografía es una sala y
hay una persona charlando coherencias. Es un teatro pesado,
lerdo. La opción es hacia lo popular, como el circo, la magia, el
carnaval, elementos constitutivos del espectáculo popular durante
siglos.

-Con alguien charlaba sobre el olvido de lo estético, lo
plástico, lo artístico en el teatro, por ir al mensaje abrupto de
las realidades latinoamericanas. ¿Es así o sí estamos en el
camino de la estética?

Buscamos una estética muy apoyada a nuestra realidad; porque es
la realidad la que nos otorga los elementos de la estética, y no
al revés. Puede existir una estética de lo feo, lo bárbaro, lo
brutal; la estética no solo significa armonía, lo delicado. Hay
que buscar una estética muy personal, muy contextualizada a las
diferentes culturas nuestras, eso crea armonía.

-Alguien decía por ahí que perdimos público porque el teatro le
rememoraba siempre su propia realidad. Y el público quería ir a
tranquilizarse, recrearse, a que no le den más de lo que está
viviendo. ¿El mensaje de nuestra realidad no ha hecho huir del
teatro al público latinoamericano?

El artista que hace teatro para que no vaya la gente es un
idiota. No hay artista que se mate con una obra que no se vea. Si
uno se da cuenta que el teatro que hace espanta al público debe
hacer teatro que pida el público.

-Quizá no es el mensaje, sino la forma... Bueno, ¿cómo va el
público del teatro en Latinoamérica, como ha desarrollado.

Mira, en el barrio en que instalamos nuestra sala de teatro,
existía una sala de teatro; después de 30 años hay 14 ...esa es
la evolución. En Bogotá, hace 25 años, había cuatro o cinco salas
de teatro que aparecían en el periódico, ahora salen 20
espectáculos diarios de teatro. Ha aumentado el público.

-Finalmente, aunque hayan tantas necesidades, aunque el apoyo del

Estado vaya disminuyéndose o anulándose, el teatro sigue
adelante...

Esa es la tendencia que hay, y la realidad. A pesar de las
enormes dificultades el teatro sigue para delante y seguirá. (8A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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