Quito. 29 ene 98. La unidad educativa a cargo del Inepe tiene
proyectos de estudio-trabajo en las áreas de panadería y
huertos escolares. Los alumnos tienen Internet.

Mientras Benjamín, un niño inquieto y de ojos color negro
brillantes como el capulí, se divierte armando un lego, su
otro compañero de 5 años llamado David garabatea en un
cuaderno de dibujo los rayos del sol que irrumpen por una de
las ventanas del aula y se reflejan a través de un espejo.

En otra aula ubicada a pocos metros del jardín de infantes,
los niños de primer grado intentan, con la plastilina, dar
forma a sus pensamientos. En otro paralelo, esta vez del
segundo curso, 10 estudiantes aprenden la clase de computación
a través del juego. Mientras eso ocurre, dos alumnos se ocupan
de navegar por la autopista de la información en el Internet.

En el cuarto curso, en cambio, las clases de la especialidad
de informática son más rigurosas. Los jóvenes aprenden el
diseño y ejecución de proyectos comunitarios. A través del
Excel (hoja electrónica) el profesor les indica cómo diseñar
una matriz, llevar la contabilidad básica o la producción del
proyecto de panadería o huertos escolares.

"Aquí dejamos que cada niño desarrolle de manera natural un
lenguaje propio y construya su pensamiento". Así grafica
Margoth, una de las jóvenes profesoras de jardín la labor que
ejecuta el Instituto de Investigación, Educación y Promoción
Popular (Inepe). La maestra es un ejemplo de superación:
después de 8 meses de colaborar como madre comunitaria se hizo
cargo de un paralelo del jardín de infantes. Para ello se
capacitó en la Escuela de Formación Docente que el Inepe creó
en el sector de Isoloma, barrio La Dolorosa, a 4 kilómetros
del Hospital del Sur.

Los moradores del barrio, situado al pie del cerro Ungüi, y
los 350 niños y jóvenes que integran el Inepe, cuya edad va de
los 0 a 17 años, saben que la educación va de la mano del
desarrollo.

El trabajo empezó en 1986: seis profesionales de la Escuela
Politécnica Nacional y Universidad Central desarrollaron,
durante dos años, un programa de alfabetización a los
pobladores. Después, según cuenta Lilian Alvaro, directora del
Inepe, hubo la necesidad de crear un centro escolar que
responda a las necesidades de la población de escasos recursos
económicos.

En 1989, los seis maestros decidieron, con los aportes de un
año de salarios, adquirir un terreno, construir una
escuela-hogar e inaugurar la primera promoción de alumnos de
jardín y primer grado. El objetivo: generar una propuesta
educativa de calidad para los sectores populares.

Alvaro cree que no solo los hijos de padres de altos niveles
económicos necesitan de una educación de calidad. Está
convencida que los niños de pocos recursos también son capaces
de ser excelentes. Y para ello necesitan de maestros
profesionales. Los 28 docentes, todos jóvenes, son pedagogos
titulados y están inmersos en un proceso de actualización
permanente en la Escuela de Formación.

Los resultados en 12 años de trabajo educativo y comunitario
son exitosos: el barrio ya tiene agua potable, electricidad,
calles empedradas y los moradores saben que la mejor forma de
preservar la zona es respetando el medio ambiente. "El plantel
no es una isla sino una propuesta integral que involucra la
participación de la comunidad", dice Alvaro. Desde hace 4
años, el comité barrial, Emaseo y el Inepe están comprometidos
con un proyecto de recolección y clasificación de desechos
sólidos. Ahora, 11 barrios aledaños participan y los cambios
se ven: Chilibulo es una zona limpia.

Hay otro aspecto: la escolaridad del sector ha aumentado
considerablemente. La reforma curricular puesta en práctica
hace 10 años, con énfasis en el desarrollo del pensamiento,
valores y actitudes, da frutos: el 60% de estudiantes tiene un
rendimiento muy bueno y sobresaliente, entre el 30 y 32% tiene
un rendimiento de bueno y existe un pequeño margen de niños y
jóvenes con dificultades en el aprendizaje. Son niños que
tienen otro currículo por sus condiciones: problemas de
sordera, con deficiencias neurológicas, carencias afectivas
muy fuertes... "Sin embargo, aquello no los excluye del
proceso, no los lleva a la deserción o a anularse como
personas".

Lucía De la Torre, de 13 años, cursa el segundo año de
secundaria. Ella decidió entrar al Inepe porque en el colegio
fiscal donde estudiaba "los profesores ni siquiera alcanzaban
a revisar las tareas, peor a enseñar bien". Acá, cuenta, las
clases son más didácticas y los maestros nos dedican más
tiempo, la educación es personalizada. Cada paralelo no rebasa
los 15 alumnos.

Uno de los puntos fuertes de la unidad son las áreas de
investigación. El lenguaje y las matemáticas son dos. En la
primera hay un programa que va de 0 hasta los 10 años que se
inicia con la estimulación temprana en la guardería, continúa
con un proceso de lenguaje integral en la primaria y culmina
con un trabajo de análisis de textos en la secundaria.

Los estudiantes solo pagan 5.000 sucres mensuales para
materiales. Todo el proyecto se financia con autogestión.

Hay huertos ecológicos
Hace cuatro años nació un proyecto de recolección y
clasificación de desechos sólidos con la participación de la
comunidad. Luego se extendió a las aulas. En una parte de los
3.000 metros de extensión que tiene el plantel, los
estudiantes del colegio que van a hacer un trabajo de
monografía llevan a cabo un programa de lombricultura y
huertos escolares. El propósito: recuperar la flora y fauna
nativas. Tres alumnos, una madre de familia y una maestra que
hace de gerente lo administran. En los huertos se siembran
capulí, retama, plantas medicinales... Los resultados del
proyecto contribuyeron al diseño curricular de los nuevos
bachilleratos. Una de las perspectivas planteadas al
Ministerio de Educación es la incorporación de un bachillerato
en Ecoturismo que involucre los aspectos ecológicos.

Geovanni es el panadero

Los proyectos de estudio-trabajo son el fuerte de la unidad
educativa que maneja el Inepe. Los estudiantes de primero a
cuarto curso se integran en las tardes a varios proyectos que
les permite obtener una bonificación económica al fin de cada
mes y así poder seguir estudiando en la mañana. Son los
alumnos de más escasos recursos. El caso de Geovanni Unapucho,
de 15 años y en tercer curso, es un ejemplo. Además de buen
estudiante, es un gran panadero. Geovanni es el responsable
del proyecto de la panadería con el que se abastece a la
guardería y al bar del plantel. Después de clases, el joven se
dirige a la panadería que está instalada en la unidad. Los
panes, empanadas y enrollados los fabrica de 14h00 a 18h00.
Utiliza 10 libras diarias para hacer 160 panes. Por su trabajo
gana 100.000 sucres mensuales. "El proyecto del bar es una
contribución del equipo del Inepe para incrementar el salario
de las madres comunitarias", dice la Directora.

Un giro a la informática

Hace un año, el Inepe incorporó el correo electrónico y a
partir del presente ciclo lectivo se introdujo, con apoyo de
la empresa privada, el Internet. Todo esto apunta a generar
una propuesta perfiles educativos nuevos que den respuesta,
con calidad humana y académica, a las necesidades actuales.
Lilian Alvaro, directora, aclara que no son ramas artesanales
o de post-ciclo básico. "Los proyectos de estudio-trabajo
generalmente son artesanales o terminales al tercer curso. Acá
los alumnos cumplen un currículo de alta calidad académica que
les permitirá acceder a una carrera de Ingeniería en la
universidad". El nuevo bachillerato que el Inepe ya propuso
crear al Ministerio de Educación es el de Ciencias Físicas y
Matemáticas con especialidad en Informática pero para el
diseño y ejecución de proyectos comunitarios. (Texto tomado de
El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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