Ibarra. 21 mar 2000. En la Universidad Católica de Ibarra se creó
un Centro de Investigación. En 1998 el país exportó 12 mil
toneladas de abacá a EE.UU., Japón...

Las fibras naturales, que con el descubrimiento de las fibras
sintéticas perdieron espacio, recobran importancia a nivel
mundial.

Tras varias décadas de experimentación se llegó a la conclusión de
que los filamentos de vegetales y de animales son imposibles de
mejorar en cuanto a sus propiedades amigables con la naturaleza.
Este es el criterio de Ryszard Kozlowski, director del Instituto
de Fibras Naturales de Polonia, que llegó al país para asesorar al
Centro Nacional de Información, Investigación y Desarrollo
Industrial de Fibras Naturales de Ecuador.

La entidad adscrita a la Universidad Católica, sede Ibarra, fue
inaugurada el 1 de febrero y busca impulsar la investigación,
cultivo, uso y comercialización de las fibras naturales.

Según Kozlowski, existe una creciente demanda de filamentos
naturales, especialmente, en los países industrializados. Una de
las razones tiene que ver con el impacto negativo que producen las
fibras sintéticas en el planeta. Se calcula que estos filamentos
tardan más de 500 años en descomponerse.

Actualmente, firmas alemanas y japonesas están elaborando
accesorios con productos biodegradables y de fácil reciclaje.
Empresas como la Mercedes Benz experimentan con fibras de soya
para producir ácido poliláctico. Igualmente, los científicos
japoneses descubrieron que dormir en una cama de fibras naturales
ayuda a descansar mejor a las personas, porque se eleva el nivel
de alfaglobulina.

Según Andrés Simbaña, coordinador del Centro de Fibras Naturales
de la Universidad Católica, la idea de crear una entidad de
investigaciones en el país tiene que ver con su alta riqueza
genética. Ecuador posee cerca de 25 mil especies de plantas
vasculares que lo convierten en la nación con el mayor número de
plantas (o unidad vegetal) por unidad de área en América Latina.
Ecuador es considerado un paraíso en cuanto a fibras naturales.

Hoy son utilizadas 25 especies especialmente a nivel artesanal y
por campesinos e indígenas del país. Se trata de fibras extraídas
de plantas como la cabuya, totora, abacá, ceibo, palmas, paja
toquilla, algodón, lufa, seda, bambú, bejucos, pitigua, balsa,
matapalo, caucho, rampira, anona, batea, achiote, majagua,
higuerón, ortiga, mimbre, bejuco real, auro... Además de la lana
de oveja, alpaca y conejo.

Al momento, el Centro de Fibras Naturales realiza un inventario de
las especies vegetales que tienen un potencial para extraer fibra,
con posibilidad de ser industrializada. Se considera que existe
una extensa variedad, especialmente, a nivel de especies exóticas
de la Costa y Amazonia. Y que pueden atender los requerimientos de
los mercados extranjeros. Las fibras de cabuya, algodón y abacá
tiene una alta demanda internacional. Este último producto,
precisamente, introducido desde las Filipinas en 1960, se ha
convertido en un producto de exportación. En 1998, Ecuador vendió
12 427 toneladas a Estados Unidos, Inglaterra, Japón, Filipinas y
España.

La demanda mundial de ese año fue de 57 293 toneladas. El abacá,
utilizado en un inicio para confeccionar los cabos marinos es,
actualmente, usado para fabricar papel de calidad como el de
seguridad y de billetes.

Todo señala que la demanda de las fibras naturales está creciendo.
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO), en 30 años no habrá otra
alternativa ya que la población del mundo llegará a los 5,6
billones de habitantes, para los que los 240 millones de toneladas
de celulosa que se producen resultarán insuficientes.

A nivel interno las fibras naturales tienen una mayor demanda en
el sector artesanal y constituyen un sustento de vida para muchos
sectores populares. Entre ellos están los tejedores de esteras de
totora de Imbabura, los fabricantes de sombreros de paja toquilla
de Manabí. Los tejedores de cestos de palmas, de Esmeraldas. Los
productores de papel de cabuya, de Lita.

Cinco experiencias en el país

* La paja toquilla : Geovanny Homero Pachay oriundo de
Montecristi, Manabí, teje hábilmente sombreros de paja toquilla.
En sus manos morenas se deslizan con rapidez las hebras pálidas y
largas que crecen en los valles tropicales. Con un acento típico
del Litoral resalta esta rica tradición que se ha ganado fama
mundial. "Confeccionar un sombrero se demora de tres semanas a un
mes. El producto varía su costo de 150 mil sucres a un millón 600
mil sucres. Y se exportan a Estados Unidos, Francia, Alemania".
Pachay es miembro de la Asociación de Artesanos del Museo Eloy
Alfaro de Montecristi, que producen pero también venden los
sombreros.

* Los tejidos de cabuya : En 1995 nació el Grupo de Mujeres y
Medio Ambiente de Intag, en Cotacachi. Actualmente lo conforman 34
madres de familia que se congregaron en torno a tres objetivos:
incrementar los ingresos económicos familiares, contribuir a la
conservación del bosque de Intag y mejorar las condiciones de vida
de la mujer campesina. Aprovechando que Intag es una zona rica en
producción de cabuya y su trabajo no es bien remunerado decidieron
fabricar artesanías a partir de las fibras de cabuya. Actualmente,
producen a mano y en telares, bolsos, tapetes, carteras, alforjas,
canastas... que son comercializadas entre los turistas.

* La seda en 10 provincias : El Centro de Erradicación del Bocio y
Capacitación a Minusválidos de Penipe, Chimborazo, desarrolla un
programa piloto de sedicultura. El proyecto que se inició en 1996
se extendió a 10 provincias. La siembra de plantas de morera, el
principal alimento del gusano de seda, se realiza en Chimborazo,
Cañar, Cotopaxi, Pichincha... La caja de 20 000 huevos importados
de Colombia cuesta 15 dólares. Iniciada su maduración se
interrumpe el proceso secando los capullos de seda, antes de que
el gusano se transforme en mariposa. De estos capullos se extrae
un kilómetro y medio de hilo. La seda de primera calidad se
exporta a Colombia.

* La fabricación de cestos : Desde tiempos inmemorables grupos
indígenas utilizan las fibras de troncos de árboles, bejucos y
palmeras para construir herramientas.

En Esmeraldas los grupos étnicos Chachis, Awa, Epera y las
comunidades negras producen artículos de cestería.

En esta zona se utilizan fibras de palmeras como la pitigua y la
rampira. Esta última similar a la paja toquilla. Bejucos como la
lufa y cortezas de árboles como la damagua. Sin lugar a dudas, la
provincia verde es rica en especies vegetales. Y es que en el
norte de Esmeraldas termina el megasistema conocido como Chocó que
se inicia en Centro América.

* Las esteras de totora se exportan a Colombia : Las indígenas de
la cuenca del lago San Pablo, sentadas en el suelo, entrecruzan
las fibras de las totoras dando forma a las tradicionales esteras.

El producto de dos plazas cuesta 35 mil sucres y se utiliza como
tapetes, colchones y base para secar los cultivos. Según la
Corporación para la Defensa del Lago San Pablo (Codelspa), cerca
de mil personas se benefician del cultivo y procesamiento de la
totora.

Las fibras que crecen en el lago San Pablo se cultivan cada año
cuando alcanzan los tres metros. La fabricación de una estera, de
dos plazas, requiere de 150 fibras que se las entreteje golpeando
la caña con una piedra redonda. Igualmente en Ibarra, capital de
Imbabura, 55 familias afiliadas a la Asociación de Trabajadores de
la Totora de Yahuarcocha fabrican esteras, aventadores, sombreros
y todo tipo de adornos... que son vendidos a comerciantes que los
expenden al interior del país y a Colombia. Este producto
constituye un sustento de vida para muchos sectores populares de
la provincia. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Ibarra

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