CHINA ROMPE LA ORTODOXIA

Quito. 29.12.92. En la República Popular China, la unidad de
medida no es el uno, sino el millón.
Tiene, por ejemplo, 1150 millones de habitantes; su
territorio abarca 9,6 millones de kilómetros cuadrados (es el
tercer país más grande, luego de Rusia y Canadá); en su ciudad
más poblada -Shanghai- habitan 13,4 millones de pobladores, y
en la capital, Beijing, 11 millones; el Partido Comunista
Chino (PCCh) registra 51 millones de afiliados, y el Ejército
Popular de Liberación (EPL), 3 millones; y, sin irnos muy
lejos, recordemos que hace un millón de años los primeros
antecesores del hombre -los antropopitecos de Yuanmou y
Lantian- ya anduvieron por esas tierras... China es, entonces,
el país de los millones.

Sin embargo, en el plano económico, las cifras son todavía más
sorprendentes, particularmente desde hace 14 años, cuando el
PCCh resolvió un viraje radical en la conducción económica del
país, cuyos frutos se refleja fácilmente en estas dos cifras:
entre 1978 y 1991, la tasa de crecimiento de su economía se
colocó en el 9,1% anual, velocidad que le permitió duplicar su
PNB en solo 8 años (1980-88), es decir, 4 años antes de lo
previsto. Este ritmo también hace abrigar la esperanza oficial
de cuadruplicar la producción nacional al cierre de este
milenio comparado con la producción de 1980.

El punto de partida del "milagro chino" es la III sesión
plenaria del XI comité central del PCCh, celebrada en 1978,
que bajo la dirección "del camarada Deng Xiaoping como núcleo,
asumió la ardua misión de realizar un gran viraje histórico e
iniciar un nuevo período de desarrollo de la causa del
socialismo en nuestro país", según lo recordó en el reciente
XIV Congreso del PCCh (octubre/92) su actual secretario
general, Jiang Zemin.

Entre la espada y la pared

Expuestas a un doble fuego --el rígido sistema centralizado de
planificación al estilo soviético, y las necesidades
materiales crecientes de amplias masas de campesinos y
obreros--, las autoridades creen que la economía china está
salvando el escollo del "socialismo en su etapa primaria",
siguiendo el precepto básico de hacer prevalecer las
soluciones prácticas "según las particularidades chinas, por
sobre la copia de los manuales y los dogmas de fe."

En este intenso período de apertura (78-92), todos los jalones
teóricos y la ejecución de la reforma económica estuvieron
dirigidos por quien es considerado como su "arquitecto
general": el audaz señor Deng.

Este anciano dirigente de la vieja guardia --otrora condenado
por la implacable "revolución cultural"--, debió esperar más
de una década bajo la sombra para aplicar sus ideas, las que
partieron de un análisis simple pero eficaz.

Si no se introducen rápidos cambios en los inelásticos
sistemas y métodos de gestión económica prevalecientes en el
país, decía Deng, a pesar de garantizar la propiedad estatal
sobre los medios de producción (tierra y fábricas,
especialmente), en poco tiempo más, la economía china corre el
riesgo de irse por el barranco, ante las crecientes demandas
de la gigantesca población, la elevada ineficiencia de los
sistemas de producción y distribución estatales y los cambios
dramáticos que vive el mundo ex socialista.

He ahí la médula del problema.

Una vez definido el problema y garantizada la estabilidad
política --la "sedición contrarrevolucionaria de junio de
1989" fue una piedra en el camino--, los sucesivos cónclaves
del PCCh, fueron allanando el camino para la ejecución del
plan de reformas que, aunque con diferentes calificativos,
rápidamente definió el nombre casi mágico de su piedra
angular: mercado, el que rápidamente comenzó a actuar como
"orientador de las empresas rurales", a la sazón, el primer
teatro de operaciones en donde se ensayaron las ideas
reformistas de Deng Xiaoping.

Al cierre de 1992, las autoridades se ufanan de tener una
economía con amplias perspectivas de desarrollo de cara al
nuevo milenio, como se advierte en los discursos de los
dirigentes del PCCh en su último congreso, aunque no
desconocen los múltiples problemas que aguardan en la vera del
camino, tales como: la ineficiencia de muchas empresas
industriales, las tendencias ideológicas -"de derecha e
izquierda"- dentro del Partido y de la sociedad; el atraso que
todavía caracteriza a muchas zonas del interior del país...

La estrategia para los próximos 100 años, empero, se mantiene
inamovible: en los próximos años China buscará liberar aún más
sus fuerzas productivas para desarrollar el "socialismo con
peculiaridades chinas" y salir del atraso que le impuso su
historia colonial y semifeudal, recurriendo --que más da-- al
mercado, a la iniciativa privada y a la eficiencia. Por lo
pronto, las tareas para la década del 90 son precisas (ver
nota adjunta)

Y con el propósito de evaporar cualquier duda teórica o
ideológica que pudiera haber despertado el esquema propuesto a
nivel de los cuadros del Partido, Deng Xiaoping descubrió que
"una economía planificada no es equivalente al socialismo,
porque en el capitalismo también hay planificación. Asimismo,
el mercado no es equivalente al capitalismo, porque en el
socialismo también hay mercado"... y dios con todos.

En todo caso, las 95,7 millones de hectáreas de tierra
cultivada tienen la inmensa responsabilidad de producir
alimentos para la cuarta parte de la población del planeta,
objetivo que se ha cumplido con creces gracias a las
pragmáticas y poco ortodoxas reformas económicas, al punto que
ahora, China, está pensando en exportar un importante
remanente de su producción agraria.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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