Quito. 08 ene 98. La vida de Pedro Restrepo dio un giro de 180
grados cuando desaparecieron Santiago y Andrés en 1988. Ahora
es un luchador constante de los derechos humanos. Su vida
personal también cambió: se casó nuevamente y tiene otra hija.
Hoy, a las 10h00, se realizarán varios actos y eventos
artísticos en la Plaza Grande.

Al principio estaban solos y poca gente en la Plaza Grande se
regresaba a mirarlos y los que lo hacían, a veces los
insultaban. Pero el reclamo de Pedro Restrepo y su esposa, Luz
Elena Arismendi, por el destino de sus hijos fue trascendiendo
más allá de ese espacio en el centro de Quito. Ahora, los
hermanos Santiago y Andrés, desaparecidos hoy hace 10 años,
son un símbolo de la lucha por los derechos humanos en
Ecuador.

Ese 8 de enero de 1988, la vida de la familia Restrepo dio un
vuelco de 180 grados. Cuando Pedro recuerda esos primeros días
de la desaparición de los hermanos Santiago y Andrés Restrepo,
su ceño se frunce, destacando aún más las arrugas de la frente
y revelando uno de los rasgos más imponentes de su
personalidad: el carácter.

¿De dónde saca esa fortaleza? "Es que me hirieron en lo más
hondo. De la noche a la mañana que tus hijos no vuelvan y que
luego digan aquí no ha pasado nada...". Hace una pausa: "las
caras de esos niños, su recuerdo, nos impulsan a buscarlos".
Su carácter, dice, proviene de "la fuerza del cariño y de la
justicia que todos tenemos".

En esta década, Pedro modificó sus convicciones políticas y
humanas, y su forma de ver la vida, al tiempo que el Estado se
le revelaba indiferente y frío. "Yo era de los que creía en
los poderes del Estado y en la Policía. Creí que ellos estaban
para defender a la familia".

En un abrir y cerrar de ojos su rutina cambió y el ingeniero y
hombre de negocios se convirtió en un detective. Mientras, por
casi un año, su protesta en la Plaza solo estuvo acompañada de
su esposa Luz Elena, su hermana política Martha Cecilia y
Elsie Monge, de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos
(Cedhu).

Pero el tiempo fue labrando su causa y para 1990, ya había
cientos de personas que se unían a la protesta de los
miércoles.

"Fue un proceso muy largo. Al principio todas las amistades
fueron muy solidarias pero cuando ya empezamos a descubrir que
la Policía era la responsable, a esa gente le dio miedo".

Pero el apoyo de las personas anónimas se fue sumando y ahora,
Pedro podría escribir un libro sobre las historias de
solidaridad vividas en la Plaza.

Se le viene a la mente el cuarto aniversario de la
desaparición de los niños. Al igual que hoy se preparaba un
festival artístico musical, pero éste fue reprimido por unos
300 policías. Entre las bombas lacrimógenas se lanzó una bomba
molotov al Trooper de Restrepo. En el vehículo estaban su
esposa y dos sobrinos. De no aparecer un vecino del barrio con
un extintor hubiera ocurrido una tragedia.

Pese a la represión, la gente volvió y se quedó a escuchar a
los músicos que no pudieron conectar sus equipos ni ocupar una
tarima, pues más tarde se la llevaron los policías.

La frustración y el pesimismo no han estado ausentes estos
años. Pero el ánimo de la gente y el saber que "esa lucha iba
más allá de sus hijos".

Con el tiempo, el pueblo ha convertido a Pedro en un referente
e incluso se acercan a pedirle consejo. No solo en caso de
desapariciones y violaciones a derechos humanos, sino en casos
de herencias, desempleo y otras.

La rutina ya no es la misma. En las mañanas Pedro sale a
caminar. El tiempo que dedica a sus negocios lo comparte con
las reuniones de derechos humanos, charlas en colegios y
universidades. A veces el tiempo da para leer, e incluso para
escribir. Está por terminar un diario sobre su activismo en
derechos humanos durante los últimos 10 años.

Las desapariciones son tan graves para una familia que genera
problemas colaterales que también se tiene que atender. Pedro
reflexiona sobre un trabajo que se transforma, el dinero "que
se hace leña" y la parte interna del hogar.

Su tercera hija, María Fernanda era muy pequeña cuando
desaparecieron sus hermanos. Durante el primer mes de ese
suceso ella vivió en casa de unos amigos. Pero luego, su padre
comprendió que había que reiniciar la vida cotidiana con ella.
"Que sintiera que tenía hogar en medio de la crisis".

No solo que circulaban rumores, sino que había el peligro de
que la marginaran. Con el tiempo, su hija se convirtió en "un
aliciente a su angustia, sin pedir nada". La describe como una
joven brillante y estudiosa que se desenvuelve con liderazgo
entre sus amigos.

El otro pilar de la familia Restrepo es Martha Cecilia, tía de
los niños y segunda esposa de Pedro: "una mujer que lo dejó
todo por amor". Era una periodista con una carrera consolidada
en Colombia, pero que le afectó mucho la desaparición de sus
sobrinos a quienes quería como sus hijos. Tras su desaparición
se vino a vivir a Quito.

La situación de Luz Elena Arismendi era muy dura. "Sacaba sus
momentos de fuerza legendarios, pero su hermana era quien se
encargaba de las cartas, de las manifestaciones y de la
investigación. Luz Elena no tenía el estado de ánimo para".
Falleció en 1994, tras un accidente de tránsito.

"Es tan grande Dios que ahí estaba Martha y descubrimos que
nos amábamos más allá de nuestro objetivo común". Ahora están
casados y "para mi hija eso ha significado tener más
estabilidad. (...) En medio de tanto dolor somos felices".

Una fiesta artística para celebrar el coraje y el dolor
durante diez años

"Es una celebración con dolor". Son decenas de artistas, entre
músicos, bailarines y teatreros, quienes se han sumado a la
causa de los hermanos desaparecidos y podrían suscribir esta
frase de la cantante y poeta Margarita Laso. El propio Pedro
Restrepo, quien hasta 1989 no sabía nada de ellos, en un
principio miraba con incredulidad la posibilidad de apoyar una
causa dolorosa con una fiesta artística. Hoy, es el primero en
reconocerlo: "los artistas han sido definitivos para el
esclarecimiento de la verdad".

El teatrero Carlos Michelena fue el primero en brindar su
apoyo, fiel a su "motivación constante de cuestionar los
abusos del poder" e inspirado por las figuras de los
trovadores medievales cuyo papel de comunicadores, dice,
despertaba el compromiso de la gente, la sacudía.

Pero la solidaridad orgánica vino de la mano del cantautor
Jaime Guevara. El, junto al fotógrafo Edgar Erazo, recuerda la
bailarina Susana Reyes, convenció a la Coordinadora de
Artistas Populares de organizar un gran festival en beneficio
de la causa y participar en los plantones de los miércoles
frente al Palacio de Carondelet.

Se formó un grupo de apoyo que sus integrantes identifican
como una familia, unida por el amor. "Ha sido una escuela de
solidaridad -dice Reyes- en la que hemos sido testigos del
valor y del dolor". Y de la risa. Porque incluso los momentos
más difíciles son exorcizados ahora, cuando el grupo se reúne,
entre bromas y chistes.

Como aquella ocasión en que la Policía arremetió contra Jaime
Guevara y se lo quiso llevar detenido. O cuando, bajo la
consigna presidencial de que la manifestación de los miércoles
hace mucho ruido, se les impidió durante dos años el acceso a
la Plaza Grande, durante el gobierno de Sixto Durán Ballén, en
1992.

Un cordón de policías (motos, perros, vehículos antimotines)
se situó en las calles Benalcázar, Mejía, Sucre y Guayaquil
para impedir el paso de los artistas. Se ubicaron frente a La
Compañía, con el tubo de escape del trucutú apuntando al
escenario para boicotear sus actuaciones con humo y ruido.
Para Guevara, fue "un rescate cultural del cerco policial",
pues las agendas de los diarios informaban sobre la actividad
de los miércoles con las siguientes palabras: "junto al cerco
policial de las calles García Moreno y Sucre...".

Desde entonces, muchos se han sumado, como la bailarina Berta
Llumiquinga, que por primera vez bailará este jueves luego de
años de realizar un trabajo de apoyo que la llena de orgullo.
O como el cuentero Alfredo Becquer, del grupo El Zaguán, que
considera "un honor" su participación. A veces, la presencia
espontánea de artistas en los festivales es inmanejable para
los organizadores.

Según Héctor y Fabián, de los Perros Callejeros, la
experiencia los ha cambiado a todos. Las lecciones de coraje
de Luz Helena Arismendi, son difíciles de olvidar: "nunca
retrocedía, inyectaba valor". Ellos supieron usar su saxo para
defenderla de los golpes y su bombo "para tirar cañonazos de
fuerza a la Policía".

Todos ellos presentarán hoy su homenaje al dolor y el valor de
diez años en un festival, a las 10h00, en la Plaza Grande. Hay
mucho que celebrar, según Margarita Laso: "el corazón de Pedro
Restrepo, la constancia de Elsie Monge, la capacidad de Jaime
Guevara", el organizador de todo y gerente de la ficticia
Producciones Don Quijote. Y la alegría de estar juntos.

Los otros padres de Santiago y Andrés Restrepo

Dos hermanas que apoyaron * Elsie Monge y la hermana Laura
Klein estuvieron en momentos críticos de la familia, por ello
Restrepo las describe como unos ángeles. "Teníamos prejuicios
contra estos organismos (DD.HH.), pero en ellas encontramos
receptividad, no solo del problema sino afectiva.

Un joven con carteles * En 1990 un joven empezó a frecuentar
las protestas. Llevaba un cartel que decía: "malparidos,
devuelvan a los desaparecidos". Alexis Ponce no se acercaba a
los Restrepo por timidez. Ahora encabeza la Asamblea
Permanente de Derechos Humanos. "Tomó el caso como que los
niños fueran sus hermanos".

Jaime Guevara presente los miércoles * Se acercó a Pedro
Restrepo en 1989 y desde entonces no ha faltado a una sola
cita de los miércoles.

"Ponía su cuerpo para defender a Luz Elena, lo que le costó
golpes y arrestos". Es el eje de los festivales artísticos y
ha escrito muchos temas relacionados con la desaparición de
los niños.

Otros desaparecidos

* Patricio Molina y Edwin Vega *

Ellos desaparecieron el 24 de enero de 1982. Fueron detenidos.

* Fanny Boada y Manuel Bolaños *

Ella desapareció el 18 de septiembre de 1984 en Quito. Fue
arrestada por la Policía. Bolaños también fue detenido el 14
de octubre de 1985.

* Consuelo Benavides *

Fue detenida por marinos el 4 de diciembre de 1985. Se
responsabilizó de su muerte al capitán Fausto Morales Villota,
prófugo.

* Víctor Yánez *

También detenido-desaparecido el 21 de mayo de 1986 en Quito,
tenía 29 años. La Policía dijo que murió, pero su cuerpo no
apareció.

* Jaime Otavalo *

El 15 de agosto de 1987 fue arrestado por la Policía. Según el
ex agente Hugo España fue ejecutado por la Policía. Sin
embargo, nunca se halló su cuerpo.

* Manuel García y William Mosquera *

García era un guardia privado. Fue detenido en guayaquil el 9
de abril de 1988. Y Mosquera no aparece desde el 5 de
noviembre de 1989.

* Felipe Arpi e Ignacio Domínguez *

Desaparecieron en Naranjal el 20 de abril de 1990. Se
responsabiliza a elementos civiles.

* Wilson Carabajo y César Morocho *

El primero era cabo de las FF.AA y fue detenido el 27 de abril
de 1990. Morocho desapareció el 2 de octubre de 1990.

* Humberto Reinoso y Gustavo Garzón *

Los dos desaparecieron en 1990. Reinoso era un guardia privado
de 47 años y Garzón un escritor quiteño, quien fue arrestado
meses antes de su desaparición.

* Angel Barreno *

Estaba por graduarse como ingeniero agrónomo cuando el 13 de
octubre de 1990 fue invitado por un militar a un viaje a
Sucumbíos.

*Luis Valverde *

Es el único defensor de derecho humanos desaparecido. Ocurrió
en Quevedo en 1991.

* Marco Romero *

Era un delincuente juvenil que habría sido
detenido-desaparecido el 24 de noviembre de 1992, en
Esmeraldas.

*Benito Vélez *

Este cabo de las FF.AA. desapareció junto al comerciante
Douglas Flores en abril de 1992.

* Tres desaparecieron en 1997 *

Angel Hinojosa, Bienvenido Palma y Jeremías Ramírez
desaparecieron en 1997. Durante los últimos días del año
desapareció también un hermano de Hinojosa. Todos fueron
detenidos por elementos de la fuerza pública. (Texto tomado de
El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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