Quito. 27 ago 97. Ya existe un estudio confiable sobre los
hijos de las mujeres encarceladas. Los infantes estudian por
la mañana y regresan a dormir, en la tarde.

El miércoles es día de visita y en los corredores de los 12
pabellones del Centro de Rehabilitación Femenino de Quito se
vive cierta alegría... pero se va diluyendo con el pasar de
las horas.

Mientras las internas reciben a familiares, amigos, novios,
esposos, noticias del exterior o regalos como champú y
galletas, cartas, fotos y recuerdos... en la guardería,
separada de los pabellones por un gran portón negro de hierro,
18 bebés y 34 niños hijos de internas comen la fruta de media
mañana.

"Mi mami está presa por droga, pero es buena y me quiere. A mí
me gusta jugar a la pelota," dice Junior Colón de cinco años.
Este pequeño, el único hogar que conoce es el Centro de
Rehabilitación Femenino de Quito. Llegó a los dos meses de
nacido, durante el día y parte de la tarde se queda en la
guardería y a las 17h00 vuelve con su madre.

Luis de 6 años y su hermano Santiago de 8 juegan en los
columpios y mientras se balancean, el más pequeño cuenta: "mi
mamá llora en las noches y mi hermano a veces se orina en la
cama, en esta guardería nos tratan bien".

Grace tiene 10 años. Vino a visitar a su madre por vacaciones,
está en primer grado y vive con su abuelita, en un barrio al
sur de la ciudad. "Me gusta venir a ver a mi mami, dormimos en
literas, vine con mis hermanos pequeños, también vamos a ir a
visitar a mi papi que está en el CDP...".

4 "tías" se encargan de la guardería, la Fundación Atico paga
su sueldo. Algunos alimentos los dona Supermaxi y la leche es
una contribución de Parmalat. Las voluntarias traen arroz,
azúcar, granos, harina y fideo para preparar el almuerzo de
los pequeños. Wilma Pavón es la tía encargada de los mayores
de dos años, cuenta que los alimentos que trae el voluntariado
son permanentes, y eso permite ofrecer almuerzo seguro.

Ella comenta que los niños son muy agresivos y se insultan
mucho "pero al mismo tiempo están ansiosos de que alguien les
dé cariño". Las necesidades de la guardería son muchas. Hay
épocas en que pareciera que hay más niños que internas.
"Necesitamos leche, vitaminas, granos y medicinas. Además se
requiere maestros que les enseñen a leer, escribir, sumar...".


Incluidos los 52 niños de la guardería en este Centro viven
alrededor de 174 personas de hasta 17 años. Alrededor de 300
internas ocupan tres áreas: el pabellón antiguo, el intermedio
y el nuevo.

En el pabellón nuevo, la infraestructura está en buen estado,
el orden y la limpieza dan la impresión de que se tratara de
un internado de monjas.

En el pabellón intermedio el ambiente empieza a cambiar: en
una habitación de cuatro por cuatro metros cuadrados caben a
la fuerza una litera, una mesita, maletas, ropa, una cocina,
un sillón y mil cosas más que cuelgan del techo. Así es el
hogar de Norma Anangonó.

Vive con sus cuatro hijos, el más chiquito tiene una hamaca
para dormir. Trabaja lavando la ropa de sus compañeras. En el
pabellón antiguo los pisos, paredes y puertas están
deteriorados.

Tres internas se lavan el cabello en el baño común, juntas
corean una canción rocolera de su artista favorito, Aladino.
Una de ellas, Nancy, lleva cuatro años presa. "Me detuvieron
por droga, una pequeña cantidad y aquí me tiene fregada. Pero
a los peces gordos nadie los toca". Para Chela lo más triste
es que en la cárcel no hay trabajo. "La panadería está
cerrada, ahí hay hornos para amasar un buen pan, pero nadie la
abre".

Una de las fuentes de ingresos es el taller donde se pegan
cajas y sobres. 78 mujeres diariamente arman los empaques de
la telefonía celular, del Banco del Pichincha y de zapatos
Bunky. Sin embargo, las internas coinciden en que la paga es
muy baja. Clara, tiene dos hijos, uno de 9 y 15 años, para
ella lo más importante es que sus hijos puedan tener una buena
educación lejos de la cárcel. "Yo los quiero a mi lado pero sé
que viviendo aquí no van a tener futuro".

Entrevista Elías Carranza

CRIMINOLOGO DEL ILANUD

Los chiquitos deben estar con su madre

¿Es un derecho que las madres exijan vivir con sus hijos aún
en la cárcel?

La sola privación de la libertad por delito no es motivo para
que a una madre le declaren a su hijo en abandono, esté
desatendido o se lo quiten. La problemática de los niños que
viven con sus madres en la cárcel es una emergencia que debe
resolverse. Existe un equipo para buscar soluciones conjuntas.
El 15 de octubre se entregarán las salidas con la voz de los
niños que están en las cárceles y con los que están afuera.

¿Ya se sabe cuántos menores de edad viven en las cárceles?

Son más de 1.000. Esta cifra varía en temporadas de
vacaciones, de Navidad o de Año Nuevo. Es necesario que la
sociedad sepa que el hijo de una presa es el mismo que el de
una mujer que está en libertad. La prioridad es que el niño
siempre esté junto a su madre.

¿Qué pasa con los niños y adolescentes que viven con sus
familiares?

Esta es precisamente la problemática que más nos interesa, de
alguna manera los niños que están dentro de las cárceles con
sus padres y madres tienen el lazo familiar y afectivo pero
los que están afuera con abuelos o tíos, o están en albergues
son chicos que fácilmente pueden empezar a callejizarse y
corren el riesgo de convertirse en infractores.

33% de desnutrición

La voz de las internas * Para Daira Levoyer, presidenta del
Comité de Internas, la cárcel no es el medio más adecuado para
que los niños tengan salud y educación. Hay el afecto de la
madre pero ningún niño crece con alegría. El Estado debe
asumir la responsabilidad. Las mujeres tienen miedo de que si
sus hijos no están con ellas les pase algo peor.

Preocupa la salud * La desnutrición total es del 24 por
ciento. En menores de cinco años sube del 33. Esto obedece al
abandono en la primera fase de la detención materna y al
insuficiente rancho.

Una realidad social * Para Grimanesa Narváez, directora del
Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la
Prevención del Delito (Ilanud), la problemática se agrava
porque muchos niños y adolescentes pasan por instituciones de
protección, pero su adaptación hace que su deserción sea
inmediata, y vuelven a la cárcel. Los hogares de protección a
pesar de los esfuerzos, tampoco son aptos para acoger a los
pequeños.

Sí hay hacinamiento * El 88% de las cárceles del país soporta
una sobrecarga de población. La infraestructura en el Centro
de Quito no es de lo mejor: el sistema de alcantarillado es
pésimo, hay escasez de agua, no existe un pabellón adecuado
para las madres y pese a que se indica que hay espacio para
unas 65 personas, el lugar ya no da más. (Texto Tomado del
periódico El Comercio)
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